¿Qué cosas pasaban en la sociedad en la previa del desembarco militar en las Islas Malvinas? ¿Cuáles eran los estados de ánimo, los sueños colectivos?
En una atmósfera de timba financiera, con tasas de interés que llegaban a picos de 400% anual, censura y una represión que ya formaba parte de la discusión pública, la mayoría luchaba por conseguir el peso diario, otros protestaban por problemas cotidianos como conseguir cospeles y los más fantasiosos se pegaban a la radio los domingos esperando el gol o que la pelota pegara en el palo: si los resultados del fútbol acompañaban, el que sacaba el Prode se podía parar para toda la cosecha.
En los años de la plata dulce, la meca era la calle Florida, fina peatonal por entonces, visita obligada de los turistas yanquis, arena donde presenciar el espectáculo diario de las cotizaciones de las acciones o bonos externos (Bonex), que podían subir o bajar como los jabs y ganchos en el Luna Park.
"La gente no tiene un sope, no toma tacho", se quejaban trabajadores a principios de los 80.
Comprar Bonex sin plata a pagar en 72 horas y vender el día D en contado inmediato, jugado a todo o nada, esperar el plazo para saber si había que descorchar champagne o salir a pedir para bancar lo perdido. "La timba", le decía Norman Benítez, contador, en esos años auditor de la Bolsa de Valores cuya tía Marlene tipeaba los informes en una máquina de escribir eléctrica. ¡Qué moderno!, diría Charly poco tiempo después, hablando del walkman.
"Tasa fija o variable, usted elige", invitaba el Banco de Boston. "Inversiones libres para gente con tiempo completo", hacía lo propio una publicidad del Banco Río. El Banco Comercial del Norte llamaba a invertir "a plazo libre" (70% anual).
Un datito: el 29 de marzo de 1982, mientras el transbordador espacial Columbia se aprestaba a aterrizar en Nuevo México, la tasa de interés viajaba a la estratósfera del 320% anual. Dos días después llegaba al 400%. Lo "normal" era 140, 170% anual.
En el kilómetro cero de ese mundo de apuesta, especulación y sálvese quien pueda, Florida y Lavalle, un cronista se encontró un buen día en dificultades para llamar a su trabajo. Jorge Aulicino escribió entonces una nota en Clarín sobre los teléfonos públicos, un pedido a la vez de quienes acudían a los periodistas como él para que hagan algo "a ese u otros respectos, como si fuera soplar y hacer botellas en el país de los oídos tapados".
Con sus formas de huevo cortados en diagonal, el poeta los describió como "un aporte ornamental de los diseñadores de Entel (Empresa Nacional de Telecomunicaciones) a la Ciudad de Buenos Aires". Una ironía sobre la dificultad para conseguir cospeles. Y una denuncia: los quiosqueros se negaban a traficar la ficha por el cambio. "Son capaces de venirte con un billete de diez palos a pedirte una ficha", protestaba uno.
"La gente no tiene un sope", otra queja de laburante, que se puede ver hoy como ayer en el canal de Youtube del cineasta Néstor Montalbano, ventana audiovisual a esos y otros años. Asusta el silencio, por ejemplo, de una pulcra ceremonia castrense de traspaso de mando, apenas interrumpida por el ruido del flash del fotógrafo oficial.
Para tener una idea, por 1 dólar daban 10.000 pesos. En Disco, un litro y medio de aceite mezcla valía 13.500 pesos. La vida misma se jugaba a la ruleta. Para los más jugados era una ruleta rusa. Para otros, el Prode.
Local, empate, visitante. De eso se trataba el Pronóstico Deportivo (Prode), de pegarla en 13 partidos. Aquellos premios volverían loca a la sociedad actual con sus pozos suculentos. Semana a semana la recaudación alcanzaba un nuevo récord.
Ese sueño campero y argentino lo alcanzó un mozo que pasó a ser "billonario" con el Prode: ganó 10.811.901.600 pesos. El hombre tenía un salario de 1,8 millones. Los diarios imprimieron que el suertudo se había alzado con un millón de dólares, pero en pocas horas se vieron obligados a rectificar. El "verde", como le decían, había pegado un saltito a 11.300 pesos y el mozo tenía ese día apenas 864.000 dólares. Vaya a saber qué pudo comprar cuando le pagaron.
Esas tarjetitas de Prode perforadas en la agencia, que hoy se consiguen a unos 1.000 pesos en Mercado Libre, acaso hayan sido uno de los primeros contactos del pueblo con el mundo informático en ciernes. El Instituto Mariano Moreno apostaba a los cursos de programación.
En las oficinas, las centralitas telefónicas eran la última novedad capaces de ¡desviar una llamada o hacer una rellamada automática!, como exaltaba una publicidad de Philips. Una gloria. Tanto como los freezers que empezaban a aparecer en las casas acomodadas.
Un dólar valía alrededor de 10.000 pesos. El kilo de manzana costaba 4.500 pesos.
En medio de esta vorágine financiera, si uno prendía la tele para ver el noticiero del mediodía podían aparecer en ATC, hoy TV Pública, Liliana López Foresi, Enrique Macaya Márquez y Mauro Viale. A las 19, "La Mujer Biónica" (Canal 13). A las 23, "Kojak".
Esta era la oferta en marzo de 1982, probablemente escasa o deprimente visto con los ojos de un joven de hoy.
Sin embargo, se le podría retrucar a estos chicos que el menú se completaba con decenas de salas cinematográficas diseminadas en la Ciudad, más de 100, donde daban "Papillón", "Popeye" y también "Los piolas no se casan", hay que decirlo.
Un cronista anónimo del diario La Nación hablaba de los "imanes" que atraían al ocio nocturno en Villa Gesell. Protestaba contra los flippers: "Nadie sabe que en una época se llamaron tragamonedas y estuvieron prohibidas, pues para lo único que servían era para quitarle plata del bolsillo a la muchachada".
En esta atmósfera de timba, tómbola y cheques sin fondo, más de 15.000 personas le hacían juicio al Banco Hipotecario Nacional, estaqueadas por la circular 1050, famosa por lo abusiva, que indexaba las cuotas de manera criminal. La empresa Ford Motor Argentina despedía de un saque a 3.000 trabajadores.
Al mismo tiempo los militares, antes del desembarco, proponían un acuerdo de "mutuas concesiones" a los políticos, ya agrupados en la Multipartidaria, para avanzar hacia la "institucionalización" democrática. Por primera vez daban su versión sobre los desaparecidos, de "los casos que han podido esclarecerse" (sic).
El 2 de abril pasó lo que todos sabemos. Nadie podría decir que el pueblo se "desayunó" con la noticia de la guerra. El 2 de marzo, un mes antes, el título principal de la portada del diario La Nación avisaba para quien quisiera leer: "Nueva política para las Islas Malvinas. El Gobierno endureció su actitud al reservarse el derecho de tomar otras medidas si no dieran resultado las reuniones mensuales propuestas para acelerar verdaderamente al máximo la negociación". Télam
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Las principales riquezas
La guerra impactó la vida de los argentinos en cada rincón del país. En la porteña peatonal Florida (foto) y en las provincias más alejadas, los argentinos se interesaban por la situación en las islas.
Las Malvinas tienen una economía que genera exportaciones por U$S 298 millones al año, con la pesca como su principal recurso, seguido por la producción de lana, la carne ovina y el turismo, según datos oficiales de Argentina.
Además el archipiélago presenta un alto potencial en hidrocarburos, con un yacimiento marítimo que podría producir un pico de 80.000 barriles de petróleo diarios.
Las Malvinas cuentan con un yacimiento marítimo descubierto en 2010, con un potencial de producción que representa casi la mitad de los 200.000 barriles que produce Vaca Muerta.
El Producto Bruto Interno (PBI) de Malvinas en 2018 fue de 254,7 millones de libras esterlinas, equivalentes a U$S 331,11 millones, lo que representó el 0,06% del PBI de Argentina. Su principal recurso, la pesca, representa alrededor del 58,5% del PBI de las islas.