La cátedra, como se diría en el turf, asegura que hoy, en el gigante de América del Sur, ganará la primera vuelta Jair Bolsonaro, un excapitán paracaidista del ejército con siete mandatos en la Cámara de Diputados, que representa al Partido Social Liberal. Los últimos sondeos de la semana previa lo ubican más de 10 puntos por encima de Fernando Haddad quien lo hace en nombre de Lula, el expresidente preso condenado por corrupción y verdadero protagonista del discurso. Bolsonaro basó su campaña en que él no es corrupto (en obvia alusión a Lula) y Haddad en que él es Lula (Haddad es Lula y Lula libre). En una campaña exclusivamente emocional y carente de cualquier especificación técnica en las plataformas, ambos se han despegado claramente de los 4 candidatos restantes, Geraldo Alckmin heredero del expresidente Fernando Henrique Cardoso y gobernador del Estado de Sao Paulo que renunció para ser candidato; Marina Silva, ecologista exministra de medioambiente de Lula; Ciro Ferreira Gomes Licenciado en Derecho y también exministro de Lula y Henrique Campos Meirelles quien ejerció la Presidencia Mundial del Bank Boston, expresidente del Banco Central y exministro de Hacienda del actual Presidente Temer. Recordemos que Temer fue el Vice de DilmaRoussef y que asumió luego de que ella fuera también destituida.

 

Ninguno de ellos influirá en el resultado final en la segunda vuelta del 28 de octubre porque tendrán pocos votos y porque no parece haber cercanía afectiva ni de propuestas con los dos primeros. Como hemos visto tantas veces en nuestro país y en otros, no suele haber lugar para terceros cuando hay clara polarización. ¿A qué viene la pregunta del título? A que parece estar dándose el fenómeno del "voto vergonzante" que podría ser un voto oculto a favor de Bolsonaro que no aparece en las encuestas. Es tan grande el ataque a Bolsonaro de personajes famosos, artistas, etc., que puede pasar como con Trump en USA, muchos temen expresar su real intención para no contradecir lo que aparenta ser la cultura oficial imperante. El evangélico 
exmilitar no se ha privado de opinar sobre cuestiones sensibles como la supuesta vagancia de los  "afrodescendientes" de quienes dijo que "no sirven ni para procrear", ni de la fealdad de ciertas mujeres "a quienes no valdría la pena ni violar" y de "errores en la dictadura al torturar y no matar". Es verdad que no ha sostenido eso en la actual campaña, es lo que afirmó como diputado pero se tiene la impresión de que el hombre dice lo que piensa. Falta ver si hace lo que dijo. La novedad está en que, si hay una brecha grande entre el primero y segundo, que es lo que parecen anticipar los últimos sondeos, esto puede cambiar los pronósticos previos de que Haddad terminaría ganando en la segunda vuelta. Una diferencia de más de 10 puntos es un golpe fuerte a la credibilidad de un resultado distinto en la segunda y es por eso que Bolsonaro ataca diciendo que no admitirá una derrota anticipando que denunciará fraude. Es la razón por la cual, en nuestra reforma de la Constitución se previó que, con la condición de que el primero tenga siempre más de 40 puntos, habiendo una diferencia de más de 10 no hay segunda vuelta.

 

Por otra parte, el ballotage se ha hecho para países de tradición parlamentaria donde el electorado está muy dividido en fracciones testimoniales y se da por seguro que tendrá que haber un gobierno de coalición, se comparten ministerios y en definitiva se comparte el poder. Esta tradición es ajena a nuestra idiosincrasia más emparentada con el presidencialismo estadounidense. A Bolsonaro mientras más se lo ataca más crece en las encuestas hasta en los sectores supuestamente más opuestos a él, las mujeres, los negros y los pobres. También se redujo su nivel de rechazo y todo lo contrario ocurrió con Haddad por lo que tampoco es seguro de que Bolsonaro perdería en segunda vuelta. Si analizamos los intereses de Argentina, aliada estratégica de Brasil, viene un desafío para la diplomacia porque, gane quien ganare, habrá que mantener relaciones cercanas con quien resulte electo. Cristina cambió una tradición añeja, la de no intervención en cuestiones internas de otros países, fue evidente su apoyo a Chávez, a Correa, a Lula, a Evo Morales y a Hillary Clinton, en algunos casos hasta se participó de las campañas con gestos muy arriesgados e innecesarios. En algunos casos salió bien, en otros no tanto como con Trump y Piñera en Chile. Esa actitud no debe repetirse más allá de las simpatías personales que pudiera haber como parece que existen entre Macri y Haddad por razones comprensibles de afinidad intelectual y haber sido ambos gestores de los estados más importantes de los dos países como Buenos Aires y Sao Paulo. En la última semana Bolsonaro ha sumado el apoyo del sector empresario, nada extraño si se tiene en cuenta que lo peor que le puede pasar al mundo de los negocios es que se extienda la duda sobre el futuro, es decir, a más de su conocida repulsa por Lula, parecen haber decidido ayudar a torcer la balanza. Algo más lapidario es la presencia de Bolsonaro en internet, allí gana 60 a 15. Puede haber sorpresa, lo único seguro es que en la primera vuelta de hoy ganará Bolsonaro. ¿Superará la mitad de los votos válidos para ganar en primera vuelta? La diferencia que saque ¿qué tamaño tendrá? Otra cosa segura, dentro del grado de seguridad que puede tener cualquier pronóstico político, es que la brecha no será pequeña y mucho menos la de un empate técnico como se presentía semanas atrás.