El ex presidente regional Carles Puigdemont reflotó ayer la épica de la república catalana, proclamada hace dos meses que parecen un siglo. En Bruselas, fortalecido por el resultado electoral de anteayer, exigió garantías para volver a España sin ser detenido y emplazó al presidente Mariano Rajoy a reunirse con él a negociar sobre la independencia.

 

La calesita del procés: Puigdemont quedó en condiciones de ser otra vez presidente de la Generalitat, vuelve a agitar la bandera de la secesión y consigue la misma respuesta de Rajoy: “Estoy abierto a dialogar, pero únicamente dentro de la ley”.

 

La digestión de los resultados de las elecciones autonómicas fue delicada para todos, menos para Puigdemont, que a pesar de salir segundo con el 21,6% de los votos tiene a tiro la investidura. Esquerra Republicana (ERC) ya confirmó que lo apoyará y los antisistema de la CUP no tienen margen para bloquear un gobierno separatista. El obstáculo principal es la ley española.

 

Si Puigdemont vuelve a España será detenido por rebelión y sedición. “Rajoy tiene que reconocer la realidad. Lo intentó todo y los independentistas seguimos sumando votos. Es la hora de la política. Le reclamo una reunión sin condiciones. En Bélgica, en cualquier lugar de Europa o en la Moncloa si se dan las garantías”, dijo en una conferencia de prensa en Bruselas.

 

Sin decirlo, confirmó que no piensa pisar Cataluña si la consecuencia es terminar en la cárcel. Pide, también con eufemismos, una suerte de amnistía que Rajoy no prevé regalarle.

 

“Si soy presidente, tendré que entrar en el Palacio de la Generalitat. Y tendrán que salir de la cárcel el vicepresidente y los consejeros. No puede ser que la gente se exprese y que los políticos no encontremos la manera de hablar”, advirtió el candidato de Junts per Catalunya (JxC).

 

Rajoy habló ante la prensa dos horas después y se resistió a mencionar por su nombre al líder separatista: “Para tener a alguien como interlocutor debe tomar posesión de su escaño, ser elegido y estar en condiciones de hablar conmigo”. Y añadió: “No aceptaré que nadie se salte la ley ni la Constitución”.

 

El tablero que dejaron las urnas es endiablado al final de tres meses de agitación extrema en Cataluña. Los liberales antinacionalistas de Ciudadanos terminaron en primer lugar, con 25,3% y 37 bancas, pero las tres listas del independentismo sumaron 70 bancas y 47,5% de los votos. Cifras apenas inferiores a las que obtuvieron en 2015. Suficientes para construir otra vez una mayoría parlamentaria.

 

Puigdemont insiste con que tiene un “mandato democrático” para fundar la república. Y se plantea empujar a Rajoy a una crisis que lo incomode ante sus socios de la Unión Europea (UE).

 

La aplicación del artículo 155 de la Constitución, que le sirvió al gobierno central para destituir a Puigdemont e intervenir las instituciones catalanas, se salda con un Parlamento casi idéntico al anterior. Con el agravante de que el postulante natural a presidir la Generalitat está refugiado en Bélgica para huir de la justicia y su principal aliado, Oriol Junqueras (ERC), lleva casi dos meses preso en una cárcel madrileña.

 

Puigdemont estaba eufórico ayer por la mañana cuando se comunicó por primera vez con la plana mayor de JxC en Barcelona. Cuando su imagen apareció en una pantalla gigante, vía Skype, estalló la ovación de los 20 dirigentes citados a analizar con él los resultados. En la sala había un grupo de periodistas -entre ellos, de la nacion- invitados a tomar fotos del inicio de la reunión.

 

Puigdemont no lo advirtió y hablaba sin filtro. “Estuvimos viendo los portales internacionales y es que era constante, transversal. Rajoy perdió y nosotros ganamos. Está claro que España tiene un pollo de cojones”.

 

En la sala estallaron las risas. “Presidente, que no estamos solos”, lo corrigió, tentado, el ex vocero de su gobierno y diputado electo Jordi Turull. La expresión “pollo de cojones” tiene una carga vulgar destinada a indignar a muchos. Es como si en la Argentina se dijera que alguien tiene “un quilombo del carajo”.

 

En boca de Puigdemont se intuía el placer de la revancha. “Tienen un problema muy serio, sí. Nosotros somos cada vez más, y los autonomistas cada vez más pequeños, más pequeños”, insistía con una sonrisa enorme. “Rajoy lo tendrá difícil para explicar esto a Europa”, dijo antes de que desalojaran a los testigos indiscretos.

 

En otra punta de la ciudad, la cúpula de ERC celebraba con un dejo triste por no haber cazado la primacía del independentismo. “El pueblo habló y vamos a respetarlo. Apoyaremos un gobierno de Puigdemont para que cumpla con el mandato de construir la república”, anunció Marta Rovira, número dos de Junqueras. Cortó cualquier sospecha de una negociación a cara de perro entre los dos líderes de la revuelta separatista.

 

Rajoy se presentó a la prensa en la Moncloa cuando todos los partidos habían hecho su balance. No mostró autocrítica por el resultado desastroso del PP, que obtuvo sólo tres diputados y apenas el 4% de los votos. Tuvo que aclarar, ante las preguntas, que no tenía previsto adelantar las elecciones en España para buscar un apoyo electoral que compense el derrumbe en Cataluña. Rajoy gobierna en minoría con apoyo externo de Ciudadanos, que ahora crece de manera sensible en todo el país por su eficacia en la lucha contra el separatismo.

 

“El gobierno sigue adelante. Las legislaturas son para cuatro años -enfatizó Rajoy-. Después de todo lo que está pasando en España, lo último que nos faltaba era convocar elecciones generales. Intentaré que la legislatura termine cuando toque, que es a mediados de 2020”.

 

Cómo sigue el proceso tras las elecciones

 

-¿Cuándo asumiría el próximo gobierno catalán?

-Antes del 23 de enero debe constituirse el parlamento y 10 días después se celebrará una sesión de investidura para elegir al presidente de la Generalitat. Los independentistas tienen casi asegurada la mayoría para imponer su candidato.

 

-¿Podrá gobernar Carles Puigdemont, ante sus problemas judiciales?

-El acto de diputado la obtendrá automáticamente. Pero para ser elegido presidente debe presentarse en el Parlamento y anunciar su programa antes de la votación. Es decir tiene que regresar de Bélgica. Y si lo hace será detenido por rebelión. Ninguna ley prohíbe que un preso sin condena sea designado presidente de una comunidad autónoma. Pero será el juez de la causa quien decida si lo deja salir o no para la sesión de investidura. Hay un solo antecedente, en el País Vasco, de un diputado electo preso -por terrorismo- al que dejaron asistir a un pleno de investidura.

 

-¿Qué pasa si no regresa al país?

-Podría designar a otro dirigente de su partido para que asuma la jefatura del gobierno. Y él quedarse en Bélgica, con un cargo simbólico y proclamándose ante el mundo “presidente legítimo en el exilio”.

 

-Con tres diputados presos y cinco fugados en Bruselas, ¿cómo hará el separatismo para ganar las votaciones?

-Es un problema que deben resolver. Lo lógico sería que algunos de ellos renuncien para que juren en su lugar otros candidatos sin deudas con la Justicia. En caso contrario, no podrían ganar la votación para formar gobierno ni la de cualquier ley que quisieran aprobar después. El voto delegado no está permitido para casos como el de ellos. Como tienen dos bancas más que la mayoría, Puigdemont y tal vez el ex vicepresidente Oriol Junqueras podrían retener el cargo sin complicar al eventual gobierno independentista.