Vladimir Putin, presidente de Rusia.

 

Han pasado 19 años de la llegada al poder por primera vez del actual presidente de la República de Rusia, Vladimir Putín, en reemplazo de Boris Yelstin. Contaba al momento de ser elegido 47 años y era el primer relevo de poder que ocurría por voluntad popular en toda la historia del país más grande del mundo, con casi 150 millones de habitantes. Desde la caída de la ex URSS, la mirada atrás se ha hecho cada vez más severa, aunque ya antes hubo líderes de aquel país que se revelaron ante el relato estalinista. Es que los jerarcas de la ex Unión Soviética no tardaron mucho en reconocer los crímenes de la Revolución y en especial los de José Stalin, que llevaron al fracaso al comunismo, al sufrimiento y a la muerte a millones de personas por disentir con él. El primero en fustigarlo desde el mismo seno del Soviet fue Nikita Kruschev, apenas tres años después de la muerte del líder, y en medio del Vigésimo Congreso del partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), en 1956. Luego Mijail Gorvachov, hoy con 88 años, último presidente de las URSS y padre de la glasnot y la perestroika, fue quien hizo pública su aversión estalinista. Apenas dejó el poder, e invitado por el entonces presidente español Felipe González, Gorvachov viajó en agosto de 1992 con su esposa Raisa a la isla de Palma de Gran Canaria, España para unos días de descanso. Allí dio una conferencia de prensa de la que participé para la agencia española Europa Press R, y en la que habló de su reciente histórica experiencia, con golpe de Estado incluido y, como nunca antes, de los males de la era soviética protagonizados especialmente por Stalin en sus largos y tenebrosos años en el Kremlin. Ahora, el actual presidente Rusia, Vladimir Putin, se ha expresado en la línea de Nikita Kruschev y Gorvachov. Reelegido por cuarta vez en 2018, y hasta 2024, el ex agente de la KGB y espía ruso en la Alemania Occidental en tiempos del Muro de Berlín (cuyo nombre en código en la escuela de espionaje era "Plátov”), gobierna en un marco democrático y la gente lo quiere y le envía regalos. Goza de una gran popularidad, sobre todo entre los jóvenes, y en general es respetado, aunque se le cuestiona el férreo control que realiza sobre la prensa. Pero cuando hace poco más de un año inauguró en Moscú el llamado "Muro del dolor” en homenaje a quienes perecieron en "las oleadas de terror tras la revolución bolchevique de 1917”, emergió un líder más comprensivo y cercano de la gente. Conocí a Putin un día de junio de 2000 cuando volvió por primera vez, y como presidente de su país a Berlin, ciudad a la que había espiado de joven y desde el Este. Estaba junto a la Puerta de Brandemburgo con motivo de una visita oficial, invitado por el entonces canciller Gerhard Schroder. A su vez, una reciente serie en Netflix contra el revolucionario de la primera hora en la ex URSS, León Trotsky, generó mucha polémica en medios periodísticos y redes sociales. Sobre todo, porque los críticos atribuyen al mismísimo actual presidente ruso, la manera que desde el guión de la serie se "denosta” a este líder legendario que terminara asesinado en 1940 en México por Ramón Mercader agente español de la NKVD soviética que tutelaba Stalin.