El sábado último nuestro país vivió uno de los días más penosos de su historia. En este caso fue por la malograda disputa de un partido de fútbol, algo que tendría que ser lo más normal dentro de las manifestaciones deportivas de una nación. La violencia incontrolada de algunos inadaptados terminaron con heridos y destrozos importantes y la suspensión de una justa deportiva que todo el mundo esperaba.

Me siento impotente de ver tantas cosas malas que salen del ser humano. Una madre escondiendo bengalas en el pantalón de su hija de 4 o 5 años, no merece considerarse madre.

¿Qué hay que hacer? ¿Anular el fútbol?, ¿Jugar estos partidos fuera de la Argentina?

Una vergüenza total de que hayamos llegado a este punto y mayor angustia por ver el legado que les estamos dejando a nuestros hijos y nietos.

Me pregunto: ¡Y si nuestro papa Francisco nos realiza una visita para hablar con su rebaño, que lo espera con ansiedad, y pacifica los ánimos y nos ayuda a salir de esta guerra psicológica, y nos hermana nuevamente para hacer una Argentina grande y pacífica donde todos luchemos por lo mismo? Es decir, pan, paz y trabajo.

 

Por Dora Armendariz