Según los registros históricos, había un inventario de toda la carga que transportaba en sus bodegas. Pero también se hundió: ningún previsor tomó el recaudo de preservar una copia en tierra. El inventario y todo el resto de la historia naufragan en el fondo del mar. Donde se conserva el misterio, lo que fue o pudo ser, la versión no santificada del automóvil que se hundió con el Titanic.
La recopilación de datos está atravesada por la grandilocuencia de la obra cinematográfica ("Titanic": 91 galardones, 49 nominaciones, 11 premios Oscar). La superproducción de James Cameron en 1997 ha eternizado la mayor tragedia marítima en tiempos de paz. Le impregnó contemporaneidad, impacto, notoriedad, sentido público. Al punto de arrebatarle su prestigio. El film es hoy hasta más histórico que el hundimiento mismo del Titanic. La ficción se apropió del acontecimiento y le adosó cambios en honor al espectáculo. El hecho se volvió relato y la realidad -incontrastable e incomprobable- sucumbió a la distorsión, a las licencias.
"James Cameron me dijo que era su dinero, que había invertido todo lo que tenía en la superproducción y eso le daba al menos derecho a tomarse algunos permisos". Jesús Ferreiro Rúa es el presidente de la Fundación Titanic, la única entidad sin ánimo de lucro "dedicada al protagonista de la catástrofe humana que más ha contribuido a la actualización de los métodos de salvamento marítimo y la seguridad de la vida humana en la mar". Es quien le confesó al portal Auto Bild que el director de la película pudo haber adulterado la historia a razón del caudal invertido. Ferreiro no cree que haya viajado algún auto a bordo del Titanic. Se respalda en 39 entrevistas a sobrevivientes: "Ninguno vio un automóvil a bordo ni tampoco siendo subido al barco".
Pero la historia contada es vulnerable: gestó indefiniciones, matices y contrastes que validan la rúbrica del misterio. Ferreiro Rúa concede un asterisco en su apreciación. Asume que unas cajas de repuestos marca Renault fueron recogidas en el manifiesto de carga y desliza que tal vez un automóvil fue transportado en el transatlántico británico, aunque desmantelado, en piezas. Esta tesitura, este marco histórico gris y permeable explotó Cameron para filmar una de las escenas más sexuales del mítico film. Rose (Kate Winslet) y Jack (Leonardo DiCaprio) hacen el amor dentro de un auto: un Renault AX Limousine de 1911, propiedad de William E. Carter. La secuencia confunde, como casi todo en la aventura del Titanic, ficción y realidad.
Otra rama de investigadores y expertos ratifican la teoría del auto a bordo del Titanic. Se escudan en la presentación formal del aristócrata Carter, uno de los 705 sobrevivientes del naufragio, ante la aseguradora "Lloyds of London". En su solicitud, el millonario oriundo de Filadelfia reclama indemnización por dos perros y un automóvil en una suma total de cinco mil dólares. "El automóvil estaba registrado en el manifiesto de carga como una caja por no estar completamente ensamblado", precisa el documento que avala la especulación de Ferreiro Rúa y tolera la indiscreción del director de la película homónima.
Renault fabricó el AX Limousine de 1905 a 1914. Lo equipó con un motor de dos cilindros asociado a una transmisión de tres velocidades capaz de erogar 35 CV y alcanzar 56 kilómetros por hora de velocidad punta. Su interior era como el de la película: asientos de piel, detalles acabados en latón y madera noble, un auténtico lujo para la época. Su precio de entonces, 437 dólares. James Cameron realizó una réplica del vehículo para darle privacidad a la escena de amor entre Rose y Jack. Omitió que el modelo fue enviado conservado en una caja y desmantelado. Pero prevalecieron las licencias de autor y la edulcoración de la historia en pos de la fantasía.
Curiosamente construyó el modelo utilizado en la película sobre la base de un Ford T. Las conjeturas de los autos que naufragaron con el hundimiento ganan cuerpo conforme los reclamos a las aseguradoras. Allí también radica la hipótesis de que un Ford T de 1910, el primer modelo fabricado en serie de la industria automotriz, experimentó la misma suerte que el ejemplar de Renault. Ambos, uno solo o las partes separadas de uno solo; el misterio yace en las profundas aguas del Océano Atlántico, desde que el RMS Titanic chocara contra un iceberg a las 23:40 del 14 de abril de 1912 y se sumergiera a las 2:20 del 15 de abril, con el único inventario de la bodega y todo lo demás que es historia harta conocida.