La pandemia produjo una fractura de la normalidad, donde los entornos de aprendizaje mutaron de lo presencial a lo virtual.

 

Un buen punto de partida para hablar de calidad educativa es considerarla como aquella que es capaz de ofrecer a todos los estudiantes posibilidades de aprender y construir una posición intelectual autónoma como resultado de su paso por la escuela.

El análisis de la calidad posee dimensiones de diferentes escalas: aula, escuela, sistema. Sería muy poco serio medir sólo la calidad, considerando únicamente lo que sucede en las aulas. Los resultados incluyen consideraciones amplias de todo lo que implica: lo curricular, infraestructura, recursos humanos, horas de clase, recursos materiales, etc.

Hablar de calidad educativa es también abrir el espacio a la inclusión, el pensar una educación que brinde oportunidades a todos los alumnos, que considere los procesos y los contextualice a la realidad social de los actores, dando autonomía para la toma de decisiones que permitan mejores resultados.

En este proceso en el que medimos la calidad educativa, no podemos dejar de lado, el considerar la inclusión de las nuevas tecnologías en el ámbito educativo desde el equipamiento escolar hasta la formación docente en su uso (de nada sirve tener equipos en las escuelas si los docentes no pueden hacer uso de ellos por no estar capacitados para hacerlo).

El contexto de la pandemia produjo una fractura de la normalidad, donde los entornos de aprendizaje mutaron de lo presencial a lo virtual, produciéndose el deshielo de las fronteras de la escuela, como la teníamos concebida, y eso nos puso en situación de tener que repensar la concepción de que educación es la que se deseaba y que estábamos dispuestos a hacer para que sea de calidad e inclusiva.

Lamentablemente solo quedó este pensamiento en ideas que no se plasmaron en líneas de acción para continuar en el después. Los diseños curriculares siguen siendo los mismos, se sobrecargo al docente con actividades que lo alejaban de su función esencial que es enseñar.

Esto nos pone nuevamente en situación de visibilizar la necesidad de delinear políticas públicas consistentes, que sean perdurables en el tiempo y que incluyan nuevas formas de acceso al conocimiento abierto para todos.

Que se contemplen procesos de evaluación continuos y contextualizados a las diversas realidades, para poder realizar mejoras y cambiar el rumbo de las propuestas hechas, en el caso de que los indicadores no presenten mejoras en la educación.

Todo esto no es una ilusión, puede ser tangible y real está en nosotros promover estos cambios desde lo macro a micro del Sistema Educativo, siendo este el único camino para revertir la realidad socio-económica de nuestro país: apostar por una educación de calidad.

 

Por Marcela Agüero
Miembro de Junta de Clasificación Docente Rama Primaria