
Claudia Bustos cuida hoy a su padre, que sufre una enfermedad terminal, sabiendo que no puede dejar para mucho más tiempo para que su hijo Jeremías, de 7 años, no vuelva a perder el año escolar como le sucedió en este ciclo.
La obra social que cubre a su hijo con retraso madurativo y macrocefalia es PAMI y Claudia enviaba a Jeremías a la Escuela 76 ‘Teniente Ibañez’, en Tucumán y Corrientes, Concepción.
Este año, por la demora en los trámites, Jeremías comenzó un mes después que sus compañeros el ciclo lectivo.
Pero su maestra de apoyo decidió renunciar a los 45 días porque consideraba que no correspondía su presencia en el horario de las materias especiales (música, plástica), según contó Claudia, quien agregó que en la escuela le dieron un plazo de 20 días para encontrar un reemplazante o perdería la escolaridad.
“Con la plata en la mano, claro que ahí nomás hay una DAI. Pero con esta obra social, en que los tiempos para los trámites demoran mucho, no están interesadas”, afirmó la mujer.
Ahora no sabe si volver a iniciar el expediente para el ciclo que viene o averiguar cuánto sería el costo de una prepaga y hacer las cuentas para poder pagar.
Mientras tanto, Jeremías asiste todas las tardes a una maestra particular. “A él le gusta y no quiero que pierda el ritmo. Espero que el año que viene todo sea mejor”, concluyó la madre.
La lucha de los acompañantes terapéuticos
Una buena noticia para los acompañantes terapéuticos es que la semana pasada consiguió media sanción la ley nacional que fija el marco regulatorio para este rol.
En San Juan, la carrera se cursa como una tecnicatura, de 3 años, en la Universidad Católica de Cuyo. Lucas Avila celebra con énfasis lo que sucedió en el Senado porque significa un paso hacia el reconocimiento que demandan.
Avila aclaró que el acompañante terapéutico trasciende la actividad del maestro de apoyo, capacitado para trabajar en lo pedagógico, pero “desde las obras sociales no estamos reconocidos -señaló-. Entonces, hay que apelar al recurso de amparo y hasta el momento cobramos bajo la misma nomenclatura que un DAI”.
“Es una lucha constante, porque hay especialistas en desconocimiento de la existencia de un acompañante terapéutico y en su diagnóstico recomiendan un maestro de apoyo, cuando en realidad el niño con
discapacidad presenta conductas o cuestiones emocionales desajustadas, que el DAI no cuenta con los recursos”, completó.
