Un mes después del inicio del movimiento, los "chalecos amarillos" volvieron a tomar las calles este sábado, en un contexto de tensión pese a las concesiones y los llamados a la calma del presidente francés, Emmanuel Macron.

 

Hubo corridas y la policía lanzó gases lacrimógenos. Hay al menos 95 detenidos. De acuerdo al periódico Le Parisien, se están movilizando 3.000 personas en París. En toda Francia son 33.500 manifestantes.

 

"No nos rendiremos. Aquí, seguimos igual de activos", explicó a la AFP Roland Jeanjean, jubilado de 62 años, que se puso su chaleco amarillo para protestar en Guingamp, Bretaña. "Los compañeros ya se fueron el jueves para poder estar en París para la ‘manifestación’", agregó.

 

En París, se ha organizado una concentración para las 14:00 local en la plaza de République, en el este de la ciudad. Una quincena de organizaciones de izquierda instaron a participar en la marcha.

 

Las autoridades temen que se vuelvan a producir disturbios, después de que la manifestación del pasado sábado se saldara con un número récord de arrestos (casi 2.000), más de 320 heridos y daños y enfrentamientos en varias ciudades, como París, Burdeos y Toulouse (suroeste). 136.000 personas salieron a las calles de Francia.

 

Para hacer frente, el prefecto de París anunció un dispositivo reforzado de 8.000 efectivos de las fuerzas de seguridad y 14 vehículos blindados en la capital.

 

De nuevo, se llevan a cabo registros, principalmente en las carreteras, en las estaciones y en los transportes públicos en dirección París.

 

Se protegerá el acceso a instituciones como el Palacio del Elíseo o la Asamblea Nacional, y multitud de tiendas de lujo permanecerán cerradas, si bien los grandes almacenes abrieron sus puertas.

 

En Burdeos (suroeste) se cerró el acceso a varios parques, bibliotecas y museos; mientras que en Aviñón se lleva a cabo una marcha blanca en memoria de un "chaleco amarillo" que murió atropellado en una rotonda el miércoles por la noche. Se trata del sexto deceso ocurrido al margen de los bloqueos y las manifestaciones del movimiento.

 

"Hoy, nuestro país necesita calma, necesita orden", declaró el viernes en Bruselas Emmanuel Macron.

 

"Aporté una respuesta" a las peticiones de los "chalecos amarillos", declaró el mandatario tras una cumbre europea. "El diálogo (…) no se hace ocupando el espacio público y con violencia", agregó.

 

La subida de 100 euros mensuales en el salario mínimo o la anulación de un impuesto en las pensiones pequeñas no lograron convencer a los "chalecos amarillos". Tampoco los llamados "a la responsabilidad" después del atentado de Estrasburgo el pasado martes, que dejó cuatro muertos y atizó el miedo a nuevos ataques.

 

"En Ariège (sur), no hay ningún desarme, los anuncios de Macron no bastan. La gente en el poder está muy desconectada de lo que viven los franceses", consideró Guilhem Boudon, pastor en Mirepoix (suroeste), que llegó a París el viernes.

 

Sin embargo, algunos miembros del colectivo empiezan a pedir calma. Algunos "chalecos amarillos" decidieron desvincularse del llamado "canal histórico", que juzgan demasiado radical, y pidieron una "tregua" porque "ha llegado la hora del diálogo".

 

La asociación "Robin des Bus", que hasta ahora transportaba a los "chalecos amarillos" del norte a la capital, anuló las salidas previstas el sábado, porque los manifestantes no "se movilizaron para ir a París", según dijo a la AFP su presidente, Thibault Vayron.

 

"El sábado será un día importante para ver más claramente el porvenir de este movimiento (…), si se desmorona o no", apuntó el sociólogo Michel Wieviorka, profesor de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, en París.

 

Según él, es muy probable que "ante la llegada de las fiestas", con "el atentado de Estrasburgo" o las medidas de Macron, el "movimiento evolucione en los próximos días".

 

"Una parte podría desvincularse. A partir de entonces, hay un riesgo de radicalización" de algunos elementos, añadió.