Llegó tan grave al hospital que su vida pendía de un hilo. Ramiro Rodríguez (55) había sufrido desgarro y disección de la aorta, es decir, estuvo a punto de cortarse la vena principal . “Si estornuda, puede morirse”, le dijeron los médicos y le dieron el peor pronóstico: tenía 99% de chances de morir.

El 1% dependía de una prótesis y de una cirugía que nunca antes se había hecho en San Juan. En tiempo récord, el Estado financió todo el procedimiento y el 6 de marzo entró a quirófano. Pese a todos los pronósticos en contra, Ramiro le ganó a la muerte y acaba de volver a su casa, tras una increíble recuperación.

“Mucha gente me ayudó y gastaron una fortuna para que viviera cuando podrían haber esperado unos días a que muriera. Me dieron una segunda oportunidad”, dijo Ramiro.
La evolución avanza mucho mejor de lo esperado, dijeron.

Rodríguez, papá de 5 hijas y abuelo de 8 nietos, camina por su casa de Santa Lucía, de a poco va dejando el oxígeno que lo obliga a estar en cama y hasta se ilusiona con poder volver a trabajar en el taller de electricidad del automotor, aunque eso probablemente demore un poco más.

“Es increíble su recuperación y que ya piense en trabajar cuando hace poco más de un mes no sabíamos si iba a vivir. Para la familia es un milagro, porque todo se alineó para que mi papá hoy esté vivo. Tenemos tanto que agradecer y a tantas personas. El Cura Brochero y la Medalla Milagrosa escucharon nuestros rezos”, apuntó Adriana, una de sus hijas.

Es que para los Rodríguez, Ramiro sorteó las adversidades de manera asombrosa. Fue el 3 de marzo que se sintió mal y cuando fue a atenderse no pudo ser diagnosticado, por lo que volvió a su casa. Entonces se descompensó y, al borde de la muerte, lo llevaron a Urgencias nuevamente.

Allí apareció en la vida de Ramiro un médico a quien considera su salvador, Javier Astudillo. Tras estudios complejos y a contra reloj, determinaron que la aorta torácica descendiente estaba prácticamente seccionada. “Me dijeron que había dos posibilidades: o me hacían un operación que nunca antes se había hecho acá o seguía internado unos días hasta que me muriera, porque lo que tenía era grave en serio”, recordó Ramiro.

Esa cirugía costaba casi $800.000 y requería de una prótesis. Fue Adriana quien al día siguiente se presentó en Desarrollo Humano y allí la ayudaron inmediatamente. Casualmente, en ese mismo lugar se encontró con un proveedor de la prótesis que necesitaba.

El lunes, Ramiro entró al quirófano y si bien sus chances eran mínimas, se aferró a ese 1% durante la cirugía. Estuvo 3 días en coma y más de 3 semanas internado, pero ya volvió a casa y confesó que el 6 de marzo de 2017 volvió a nacer.

 

En quirófano estuvo más de cinco horas 

A Ramiro Rodríguez lo empezaron a operar a las 4 de la tarde del 6 de marzo y la cirugía se extendió hasta las 9 de la noche. El desgarro y disección de la aorta torácica descendiente, conocido como disección aórtica tipo B, implicó someterlo a un procedimiento que no se había hecho antes en San Juan.

Le colocaron una endoprótesis de acero inoxidable recubierta en poliéster de 44 mm a través de un catéter, que logró subsanar la disección y normalizar el flujo sanguíneo de la principal arteria del cuerpo humano, que da origen a su vez casi todas las arterias del sistema circulatorio.

Fue una operación extremadamente compleja que estuvo a cargo del cirujano Javier Astudillo, perteneciente al Servicio de Cirugía Cardiovascular del Hospital Rawson. Si bien este tipo de intervenciones se podrá hacer en las instalaciones de la fase 3 del hospital cuando sea inaugurado, para intervenir ahora a Rodríguez tuvieron que recurrir a los quirófanos de un sanatorio privado.

La orden de internación, los insumos y la endoprótesis fueron aportados por el Ministerio de Desarrollo Humano, que se movió incansablemente durante todo un fin de semana para que el lunes, Rodríguez pudiera ser intervenido y salvara su vida.