
Por Manuel Castillo (*)
La tecnología ha instalado la facilidad en las comunicaciones, eso no está exento de dificultades, aparecen la ilusión o la fantasía donde antes se encontraba la realidad. Se cree que el sujeto virtual pueda integrar realidad y virtualidad, se limite a responder a una estimulación y asuma una apariencia que responda a lo que esa estimulación propone. En la Web suele vivirse con una identidad construida con las pautas que se trasmiten para aparecer exitoso. No es la propia identidad, por lo que, en una situación difícil de la vida, no sirve para enfrentar esa situación. Eso puede ayudar a entender que ese otro se pueda cambiar fácilmente. La tecnología hace que el encuentro con otros sea fácil, pero actúa como una ideología con la que el sujeto entra en un espacio generado en un dispositivo, donde lo real se mezcla con lo virtual. En esa ilusión con rasgos de realidad, se pierde la libertad, se responde a pautas contenidas en la virtualidad. La identidad individual parece desconocida, se es adolescente como un modo de pertenencia a una etapa de la vida, sin conciencia de la propia singularidad. Se vive una identidad mediática en internet, sin descubrirse a sí mismo; se construye una forma de ser virtual que responde a criterios de moda. La olimpiada de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires, este año presenta la existencia humana en la contemporaneidad, caracterizada por la tensión sujeto real opuesto a sujeto virtual. Entonces aparece como interés educativo, guiar al sujeto al descubrimiento de sus modos de ser, distinguiendo qué hay ahí de virtual y qué de realidad. La identidad que construye la internet hace que el sujeto asuma la exaltación del yo, en un modo de ser aparente. Se sigue un modelo construido en la fantasía, donde la técnica aparece como solución. Se habla de sujeto virtual en la contemporaneidad, que asume una apariencia que satisfaga las demandas de lo que el sistema de comunicación llama éxito. Pero ese éxito virtual detrás de la pantalla, no resuelve las dificultades que la realidad presenta al sujeto de la contemporaneidad. La consecuencia es un vacío de pensamiento y la búsqueda de distracción constante, con el deterioro de la concentración, en esa distracción no se conoce a sí mismo. La reflexión filosófica enfrenta al sujeto con la realidad y consigo mismo, eso se ve en la olimpiada de filosofía; una búsqueda de sí mismo superando la dependencia mediática, en la que la propia identidad aparece mezclada con la fantasía virtual, no se sabe quién es, se confunde en una identidad virtual que asume un nombre: adolescencia, juventud; lo que es, la propia identidad, se oculta en lo que aparenta ser en la Web, eso lleva a un aislamiento del yo en múltiples conexiones virtuales, no en la realidad. Si deja de ser un yo que se nutre de ilusiones de realidad, y establece vínculos reales con el reconocimiento del otro, se encuentra a sí mismo. La exaltación de sí mismo, sin el reconocimiento del otro en su singularidad, se reemplaza en ese caso por una relación real, donde el propio yo se identifica en el reconocimiento del otro como un igual. A eso ayudaría considerar que su identidad juvenil ha sido configurada, se ha forjado en los medios de comunicación y la tecnología. Ahí adquiere símbolos, a través de los cuales entiende el mundo desde una perspectiva "juvenil". Se incluye en ese mundo desde esos símbolos.
(*) Doctor en Filosofía. Profesor e Investigador de la UNSJ
