"San Juan por mi sangre" fue interpretada esa noche de manera magistral y en forma muy sentida.

Yo sé que cuando pase el tiempo, voy a recordar siempre la noche del viernes de la otra semana. Festejaba su cumpleaños el "Buby" (Eduardo Gadner), un amigo mendocino de mis hijos, quien se ha instalado aquí con su negocio de carpintería metálica. A partir de la casa elegida para el festejo, en Pocito, la cosa fue tirando para una "cuyanía" total. En Pocito, sobrevuelan los Minguez-Barboza, los Diaz-Heredia, el "Bebe" Flores, el "Pinono" Oro y sus "gajos", Mario Zaguirre y otros intérpretes señeros de nuestra música. El anfitrión era Jorge García, a quien no conocía, pero que pronto entablamos grata conversación apenas me dijo que "nací en la calle 14", verdadera usina de cantores y guitarreros.

Vinieron los pollos, asados por el "Turco" Abdala, buenos vinos y ahí nomás dos guitarras, "a dos picos", sonaron a modo de serenata tras la puerta de entrada. Eran Abraham Canto y Luis Páez, quienes se descolgaron con un tropel de tonadas que rebotaban acústicamente en el cielo raso de madera. También cuecas, y alguna que otra zambita, con una pureza en la voz y un registro tonal, que nos tuvo como embelesados por largo rato. Después el "show", porque es un verdadero espectáculo, del "Turco" Gustavo Abdala y sus hijos, Gustavo y Emanuel, de angeladas voces, continuadores del conjunto "Los de Iglesia". Padre e hijos, han desarrollado un virtuosismo en la guitarra y un afinamiento vocal, que convierten su actuación en un momento muy especial y que nos hacen decir que en esos pibes, y un tercer Abdalita que asoma para mucho, tenemos música cuyana para rato. Después, ya superada las 3 de la mañana, nos tocó el turno a los "no profesionales", con Germán Navarro y el santaluceño Julio Vasconcellos, a quien conocía de mi último cumpleaños, y que tiene un gusto especial para cantar zambas y recitar poemas. También el papá de Luis Páez, quien al cantar, me pintó las tonadas de antiguo cuño, de los tiempos de la Tropilla de Huachi Pampa.

A eso de las cuatro bordoneó otra guitarra en la vereda y al abrir la puerta ingresó la imponente figura de Ernestito Villavicencio, quien acompañó su entrada con una tonada autoría de su padre, el gran Ernesto Villavicencio, a nuestro modo de ver uno de los íconos mayores de la música cuyana, Lo mejor, y que quiero resaltar especialmente en esta nota, vino a eso de las 6, cuando le pidieron que entonara "San Juan por mi sangre". Son incontables las veces que he escuchado esa canción, pero nunca interpretada con la profundidad y lozanía de voz, la magnificencia de la guitarra, y la emoción, ciertamente muy sentida, conque lo hizo su vástago esa noche. Sería la serenidad de esa hora en Pocito, solo quebrada por el canto de los primeros pájaros, sería que estábamos envueltos como en una nube mágica de sentimientos, sería que uno "lo veía" al "Negro" corporizado en la presencia de su hijo. Pero fue muy emotivo. Después de eso, no había para más, ya aclaraba, y cantando bajito nos venimos por la San Miguel, hacia nuestros pagos de Desamparados. Atrás quedo una noche, que empezaba a ser recuerdo.

 

Por Orlando Navarro
Periodista