Hemos dicho en artículos anteriores que la educación de los hijos en la sexualidad y la afectividad es un proceso complejo que se realiza durante la infancia, niñez y adolescencia, según el desarrollo psico-físico de los mismos. Ciertamente, el desarrollo integral de los hijos es un anhelo fundamental que se proponen los padres como primeros y principales educadores. Las instituciones educativas tienen como objetivo sumarse a esta tarea y educar siempre en sintonía con la familia, sin contradecir sus valores e idearios. Por ello, los padres deben estar al tanto de los contenidos que se brindan en la escuela y exigir que se cumpla. Veamos los principales requisitos para esta educación:

a) El ejemplo de los padres en el hogar es lo principal, pues se educa por presencia. Se trata de una educación testimonial y asistemática, como por "espejo”, implícita en la vida cotidiana del hogar. La mayor parte de la educación de los hijos se realiza de modo indirecto, es decir, mediante el ejemplo de los padres. El aprendizaje por modelos juega un papel fundamental en la educación, porque los niños están atentos a lo que hacen los padres. El educador, además de transmitir conocimientos y datos, demuestra con su vida y ejemplo, una línea de conducta y una personalidad ejemplar.

b) Dedicar tiempo a los hijos e interactuar con ellos. La ausencia de la vida familiar, el desinterés educativo o la distancia excesiva, etc., son factores capaces de causar en los hijos vacíos afectivos y educativos que pueden entorpecer su normal desarrollo.

c) Los padres buscarán la adquisición de hábitos buenos y saludables en sus hijos. La educación no es sólo transmisión de conocimientos (inteligencia), sino también adquisición de habilidades intra e interpersonales (voluntad), todo ello integrado dentro del proceso armónico que exige una educación completa de la persona. Los hábitos que se adquieren en la infancia y niñez dentro del ámbito familiar, forjarán la personalidad de los hijos, otorgándoles un orden de vida.

d) Transmitir a los hijos una escala de valores que facilite el ejercicio de la libertad con responsabilidad, pues no se trata solamente de una enseñanza científica, sino de una orientación y formación relativa a la esfera personal, aplicable a la vida. La diferencia entre el hombre y el animal se sitúa en el actuar ético de la persona humana frente a la vida instintiva de los animales. Por ello, la ética y la moral, cuyas normas regulan la conducta de los hombres,nunca deben estar ausentes de la educación afectivo-sexual.

 

 

Por Ricardo Sánchez Recio.
Orientador Familiar. Bioquímico. Profesor de Química. Formador ESI Ministerio de Educación.