Se levantó más temprano que de costumbre, y eso que casi no había dormido. Se le llenó la casa de amigos y periodistas, atendió a todo el mundo, se movió nervioso para arriba y para abajo. Salió, anduvo, llegó a la Legislatura. Se preparó, respiró hondo, entró al recinto. José Luis Gioja estaba por asumir por primera vez como gobernador de San Juan y sabía que todos estaban pendientes del discurso que estaba a punto de pronunciar ese mediodía del 11 de diciembre de 2003. Tragó saliva. Leyó. Dijo, pronunció, convocó, enumeró, pero sobre todo disparó una frase que terminó resumiendo todo su mensaje a los sanjuaninos: "No tenemos que empezar de cero -sentenció-, tenemos que empezar de menos diez".
Salir de la crisis de los ’90 y de la hecatombe de 2001 y 2002, que había llegado al extremo de que se sucedieran cinco presidentes en diez días, en un marco de cacerolazos, Estado de Sitio y represión con casi una treintena de muertos, sonaba por lo menos a utopía.
La fórmula en principio era hacer proyectos e ir con la carpeta bajo el brazo a golpearle la puerta al flamante presidente Néstor Kirchner, para pedirle fondos. Entre Gioja y Kirchner había excelente sintonía. Ambos eran peronistas, hinchas de Racing, caudillos de provincia dispuestos a construir poder desde las bases para avanzar en sus gestiones.
DIARIO DE CUYO revelaba por esos días con una encuesta exclusiva del IOPPS que el 55% de los sanjuaninos pedía trabajo, era el deseo recurrente ante el nuevo gobierno.
La obra pública saltó al tope de la agenda giojista para gestionar fondos, encarar construcciones y darles de esa manera empleo a los sanjuaninos. Al mismo tiempo, el plan era promover los recursos mineros para desarrollar esa industria a escala máxima. Y reconstruir la economía a partir de esos dos pilares.
A Kirchner le encantaba decir en sus visitas a San Juan que Gioja le vivía tirando de la manga. Estaba claro que daba resultado. Ese mismo año la construcción en San Juan creció el 35% gracias a la reactivación de dos programas del Instituto Provincial de la Vivienda, las obras del Hospital Rawson y el comienzo de la edificación de algunos edificios escolares.
Para el vicepresidente de la Cámara Argentina de la Construcción, el sanjuanino Monir Madcur, 2003 estaba siendo "una bisagra después de varios años de crisis y está marcando el comienzo de una nueva etapa de mucha inversión". La misma entidad había calificado el 2002 como "catastrófico".
Con la puerta abierta al crecimiento del cemento y de la minería, la economía comenzó a desperezarse y se reactivaron otros sectores, aprovechando también el viento de cola de los mercados internacionales. De esta manera, los vinos finos locales ganaron nuevos clientes y aumentaron los volúmenes vendidos al exterior; el precio del vino común creció en forma sostenida; fue un buen año para el mosto y los minerales no metalíferos como cales y bentonitas; y por primera vez se logró vender a Estados Unidos aerosoles fabricados en Chimbas.
El nuevo año fue más promisorio aún. En marzo de 2004, el diario mostraba, gigante, la foto histórica de un hecho también histórico: Kirchner y Gioja, enfundados en guardapolvos blancos, comían las primeras galletitas elaboradas en la ex Sasetru, la gigantesca planta industrial establecida en Albardón.
Sobre el último trimestre del mismo año, el gobernador firmó primero un contrato con Techint y el resto de los concesionarios para reanudar la construcción del dique Los Caracoles, y luego recibió otra vez al presidente en Albardón, donde no sólo inauguró el nuevo puente que reemplazaba al antiguo e inseguro de hierro, sino que además anunció dos megaobras, las cloacas para los rawsinos y la terminación del Centro Cívico, el viejo "monumento al cemento" que llevaba más de tres décadas sobreviviendo como una verruga de desidia en uno de los mejores puntos de la Ciudad.
CURVA ASCENDENTE
Antes de que la década llegara a la mitad, parecía mentira que hubiera arrancado con un infierno político, económico y social. De aquella situación de crisis terminal, cesación de pagos, saqueos y violencia extrema que hizo renunciar al presidente Fernando De la Rúa a fines de 2001 y desembocó en la destitución del gobernador sanjuanino Alfredo Avelín entre agosto y septiembre de 2002, a este estado de inversión e industrialización que se había alcanzado, parecía que habían pasado siglos.
Como una batería fueron siguiendo obras y anuncios. Abarcaban 11.000 viviendas; nuevos puentes para Caucete, Valle Fértil y Calingasta; una ampliación del Penal de Chimbas para agregarle 190 celdas, una larga lista de escuelas a refaccionar y otras a construir. El dato a finales de 2004 era bastante descriptivo: alrededor de las tres cuartas partes de la inversión en obra pública provenían de fondos nacionales e internacionales que, en su mayoría, no debían ser devueltos por la provincia.
Otra bisagra se vivió en septiembre de 2005. Con una fiesta a todo lujo en el Auditorio Juan Victoria se daba a conocer que la mina Veladero acababa de producir su primer lingote de oro. El emprendimiento había generado 3.000 puestos de trabajo directo y muchos más indirectos, y había inaugurado la era de la megaminería sanjuanina.
Ese mismo año, la provincia consiguió la adjudicación de 10.000 casas en el reparto nacional del Plan Federal de Viviendas II del Gobierno Nacional. Y antes de Navidad comenzaron las mudanzas monumentales para erradicar villas y darles casa sismorresistente y con servicios básicos a unas 5.000 familias que hasta entonces vivían en condiciones deplorables.
Otra obra pública clave para la que se consiguió fondos fue la Línea Minera. Era una cuestión estratégica: se alimentaba de energía a los emprendimientos mineros, se sumaba a varios pueblos del interior en el tendido y el beneficio volvía en forma de producción industrial. Como resultado, en septiembre de 2006 por primera vez la construcción privada superaba en inversión a la construcción estatal. La razón era, ni más ni menos, las obras en la mina Veladero.
Gioja consolidaba su poder al frente del Ejecutivo, su mayoría absoluta en el Legislativo y la fuerte bajada de línea en las bancas sanjuaninas del Congreso de la Nación.
En 2007 se lanzó en busca de la reelección, con los logros de la obra pública como estandarte. Para reforzarlo, tuvo nada menos que al presidente Néstor Kirchner y su esposa, la entonces senadora y precandidata a presidenta Cristina Fernández de Kirchner, recorriendo las galerías del flamante Centro Cívico, una mole de 90.000 metros cuadrados que había costado 150 millones de pesos, en plena inauguración.
"Voy a volver para ver el Estadio del Bicentenario", anunció Kirchner eufórico en ese mismo acto y pegó el gran guiño del día: "No sé si volveré como presidente o como Primer Damo, pero vendré". La ceremonia, ante un público contado de a miles en la zona de España y Libertador, concluyó con la promesa de fondos para hacer también el Teatro del Bicentenario.
Por supuesto, Gioja arrasó en las urnas. Marcó una reelección histórica para gobernador, con más de 36 puntos de diferencia por sobre Roberto Basualdo. Además, cosechó 18 intendentes para el PJ y 22 de los 34 diputados provinciales.
Jáchal se sumó al año siguiente a las tapas del diario, con la colocación de la piedra basal para construir la mina de oro Gualcamayo. Y Ullum tuvo también su protagonismo cuando la flamante presidenta Cristina Kirchner ordenó, por teleconferencia, el inicio de llenado de la represa del nuevo dique Los Caracoles.
CFK vino personalmente a San Juan en junio de 2009 e inauguró las dos primeras etapas del nuevo Hospital Rawson. Fue justo en la antesala de un invierno que pasó a la historia por el brote de gripe A que tenía en vilo al mundo, y que hizo que en San Juan se agotaran los stocks farmacéuticos de alcohol en gel y barbijos para protegerse del virus más temido y combatido del momento.
El tren de inauguraciones avanzaba sin pausa con la puesta en marcha de Gualcamayo y tras él se enganchaban nuevos anuncios de obra pública y privada. La imagen del gobierno se mantenía muy arriba. Y algunos nombres empezaban a resaltar por su propio capital político. La década llegaba a su fin con otra encuesta exclusiva del IOPPS para DIARIO DE CUYO, que revelaba que un tal Sergio Uñac, por entonces intendente de Pocito, obtenía en la mitad de su segunda gestión y con 6 años de gobierno la mejor imagen positiva de todos, con el 70,3% de aprobación entre la gente.