Juan Lavalle representa en nuestra historia, como la de otros hombres, una figura cuyo accionar estuvo marcado por los triunfos y las derrotas, aunque en su vida los historiadores suelen identificar dos características especiales: la culpa que lo atormentaba por haber sido el brazo ejecutor del fusilamiento de Manuel Dorrego y luego resaltan sus romances, los cuales en el último tramo de su corta existencia marcaron su comportamiento. En este caso haremos referencia a este aspecto. Se trata del amorío que tuvo con Damasita Boedo, postrer afecto de su vida.

Los años 1840 y 1841 fueron fatídicos para el joven general debido a las derrotas infligidas por Oribe en "Quebracho Herrado" y "Famaillá", las cuales no lograron quebrantar su espíritu. Pensaba que aún podía resistir. Es así que cuando llegó a ciudad de Salta pensando en reorganizar su defensa es donde conoce a una joven mujer, descripta como muy bella y aristocrática. Su presencia alteró su comportamiento y parece ser que ya nada le importó. Nació un romance entre el joven general y la dulce niña, la cual renunció a su familia y a su bienestar económico.

Cuando Lavalle quedó aún más solo por la deserción de algunas de sus tropas, Damasita Boedo devotamente lo acompañó. Esta vez en este interminable peregrinaje el destino fue Jujuy. Seguramente él ya sabía lo que la suerte le deparaba, enfermo y cansado se aprestó a vivir sus postreros momentos en una placentera casa en compañía de su amada.

En aquel amanecer del 9 de octubre de 1841, Lavalle fue muerto o se suicidó, esto aún se polemiza. Posiblemente ella fue uno de los pocos testigos presenciales de este suceso.

Lo cierto es que cuando comienza aquel alocado periplo hacia Bolivia en el que sus subalternos huían para evitar la profanación del cuerpo de su jefe, esta enamorada mujer integró valientemente aquel lúgubre cortejo. Damasita junto con los últimos soldados fieles lograron llegar a Potosí, donde los restos del general fueron sepultados dignamente. 

Los episodios narrados están espléndidamente evocados y musicalizados en la obra de Ernesto Sábato y Eduardo Falú "Romance de la muerte de Juan Lavalle".

 

Por Prof. Edmundo Jorge Delgado 
Magíster en Historia