Veinticinco años después del genocidio de Ruanda, ocurrido el 7 de abril de 1994, las heridas de aquella matanza que costó la vida de unas 800.000 personas, en su mayoría de la minoritaria etnia tutsi, permanecen vigentes en ese pequeño país africano que culpa a Occidente por no evitar esos crímenes.
"Los tutsis no merecen vivir. Hay que matarlos. Incluso a las mujeres preñadas hay que cortarlas en pedazos y abrirles el vientre para arrancarles el bebé", decía un mensaje transmitido en abril de 1994 por la racista Radio Televisión Libre.
Ruanda acusó repetidamente a Francia de dar adiestramiento militar a las milicias hutus que provocaron la matanza y, por estos días, invitó al presidente francés, Emmanuel Macron, a participar de la conmemoración del 25to aniversario de ese hecho.
El detonante de la tragedia fue la muerte del presidente ruandés, Juvenal Habyarimana, de la etnia hutu, cuyo avión fue derribado cerca del aeropuerto de Kigali, el 6 de abril 1994. Junto al mandatario falleció también su colega de Burundi, Cyprien Ntaryamira.
Inmediatamente, el gobierno ruandés acusó por el siniestro a los rebeldes tutsis del Frente Patriótico Ruandés (FPR). En 2006, un juez francés responsabilizó al actual presidente de Ruanda, Paul Kagame, en ese momento líder de un grupo rebelde tutsi, y a algunos de sus asociados cercanos, por llevar a cabo el ataque con cohetes contra el avión de Habyarimana.
Por su parte, Kagame acusó a la administración del fallecido presidente francés Francois Mitterrand de entrenar y armar a las milicias hutu, y negó las acusaciones en su contra.
Las matanzas, que eliminaron al 75% de los tutsis y a miles de hutus moderados, se extendieron desde la capital de Ruanda, Kigali, por todo el país de 12 millones de habitantes, en apenas cuatro meses.
Sin embargo, la muerte del presidente Habyarimana no fue solo la causa principal del genocidio de Ruanda, ya que desde la época colonial hubo diferencias entre la mayoría hutu y la minoría tutsi.
La respuesta data de la época colonial, cuando Ruanda estaba bajo el dominio de Alemania (1894) y luego de Bélgica (1916). Antes del genocidio, en 1994 Ruanda tenía más de 7 millones de personas divididas en tres grupos étnicos: la mayoría hutu y las minorías tutsi y twa. Los tutsis (minoría ganadera) tuvieron el poder durante décadas y demandaban independizarse de Bélgica, por lo tanto los colonos empezaron a favorecer a los hutus (mayoría agricultora), quienes derrocaron a los tutsis en las revueltas de 1959.
Finamente, los hutus llegaron al poder tras un golpe de Estado de 1973 que convirtió en presidente a Juvenal Habyarimana. Una acción que nunca fue aceptada por los tutsis.
La guerra entre ellos empezó a definirse cuando en julio de 1994 el movimiento FPR capturó la capital de Ruanda, Kigali, motivo por el cual dos millones de hutus huyeron a Zaire, ahora llamada República Democrática del Congo.
Aunque la matanza de Ruanda estaba terminada, la presencia de las milicias hutus en el Congo condujo a un conflicto en ese país, provocando la muerte de por lo menos cinco millones de personas.
Según informes de la organización Amnistía Internacional (AI), con sede en Londres, la "inacción internacional" jugó un papel crucial para que pudiera alcanzarse la cantidad de víctimas mortales que provocó. "La respuesta de (Naciones Unidas) fue lenta", señaló AI.
El 22 de marzo de 2019, el Tribunal Supremo de Ruanda condenó a Charles Bandora a 30 años de cárcel por el genocidio de 1994. Bandora era jerarca del Movimiento Nacional Republicano por la Democracia y el Desarrollo (MRND), el partido del expresidente Habyarimana.
Télam
"El más grande en tan poco tiempo"
El director del Instituto de Relaciones Internacionales (IRI), dependiente de la Universidad Nacional de la Plata (UNLP), Norberto Consani, opinó que la matanza ocurrida en Ruanda, el pequeño país africano, fue "el genocidio más grande de la humanidad en términos proporcionales y en tan poco tiempo".
Para Leandro Despouy, exrelator especial de Naciones Unidas, los genocidas que huían de Ruanda penetraban en el Congo "con enorme violencia, violando, secuestrando mujeres o capturando niños soldados". Señaló que esta situación constituyó "un cuadro desolador en esa zona de África", pero dijo que en el Congo "no hubo un genocidio en términos de calificación porque no se pudo constituir un tribunal internacional".
Despouy señaló que en la actualidad Ruanda "ha recuperado mayores estándares en materia de orden y desarrollo económico". "Hay un proceso de pacificación interna. Existe también un buen nivel de convivencia bastante normalizado. No hay en este momento riesgos de un nuevo genocidio o de matanzas", dijo el también expresidente de la Auditoría General de la Nación.