Por Gustavo Kuffner
"Faltaban pocos minutos para que termine el partido y se presagiaba que podía ser el último juego de muchos jugadores importantes en la historia reciente de esta Selección argentina. Aquellos que jugaron tres finales: Dos de Copa América y la del Mundial pasado. Parecían encontrar su último partido con la camiseta de la Selección. Sin embargo el gol de Rojo abrió el camino y sentenció algunas cuestiones que tienen que ver con el saber sufrir. Algo tan propio de los argentinos, dentro y fuera de un campo de juego.
Desde el juego Argentina tuvo una muy buena primera parte con lo que se necesita para llegar al triunfo. Jugar y el juego estuvo asociado a un apellido: Banega. Principalmente por función, el sitio del ex hombre de Newell’s o quizás también para Lo Celso pero en este caso respaldado en Banega el equipo pudo encontrar el enlace necesario para asociar las transiciones defensivas a Messi, el mejor jugador del mundo.
Messi también apareció. Con un gol extraordinario en un control orientado a la carrera para definir al otro palo del arquero y abrir el camino para el 1-0. Después el VAR, después el penal y el gol de Nigeria. Y a sufrir hasta el final. Hasta que llegó el gol de Rojo y empiece a partir de ese momento otro Mundial.
En la segunda ronda comienza la verdadera definición. Partidos de mata-muere, noventa minutos, alargue, penales, y cualquier cosa puede pasar. El Mundial no es un torneo en el cual el mejor siempre gane, ya que no juegan todos contra todos en una fase ida y vuelta sino que son siete partidos con una fase de Grupos en la cual, incluso perdiendo, Argentina vale como ejemplo, podés llegar a la próxima etapa. Y a partir de ahora es un partido, quizás frente a España, Francia o Brasil. De 10 partidos Argentina pierda 7 u 8 pero en uno puede ganar y tal vez sea el de la Copa del Mundo. Argentina está vivo y supo sufrir para estar entre los 16 mejores.