Todas las elecciones representan cambios, a veces más visibles y otras más ocultos. La elección del domingo pasado expresó justamente eso: un grito desaforado de hartazgo hacia lo tradicional o ya conocido que, sin dudas, debería implicar un importante llamado de atención para los partidos y frentes políticos de todos los bandos. Si se piensa en frío, el fenómeno que hoy llamamos Javier Milei no tiene lógica, al menos desde la forma tradicional de observar la política. Milei apareció en esta actividad hace solamente cuatro años y ya está disputando el máximo cargo institucional del país. Un récord difícil de encontrar en cualquier democracia del mundo. Los antecedentes políticos del diputado nacional se remontan al 23 de febrero del 2019, cuando en un acto en Capital Federal anunció su afiliación al Partido Libertario. Luego, en 2021, logró una banca en la Cámara de Diputados de la Nación. Eso es todo. Se puede decir que tiene casi nula experiencia en gestión pública, contrario a lo que pasó con todos los presidentes desde 1983 a la fecha. Raúl Alfonsín había sido concejal, diputado, legislador nacional y senador antes de convertirse en presidente de la República. Carlos Menem fue gobernador de La Rioja durante nueve años en dos períodos distintos; Fernando de la Rúa fue senador, diputado nacional y ocupó la primera Jefatura de Gobierno Porteño antes de convertirse en el titular del Poder Ejecutivo nacional; Adolfo Rodríguez Saá, uno de los mandatarios de emergencia de este siglo, había sido cinco veces gobernador de San Luis antes de que la Asamblea Legislativa lo pusiera en el sillón de Rivadavia; Eduardo Duhalde condujo la provincia de Buenos Aires y hasta había sido vicepresidente antes de llegar, también de emergencia, a la Casa Rosada; Néstor Kirchner pasó por la intendencia de Ríos Gallegos y también por la gobernación de Santa Cruz; Cristina Fernández había sido legisladora provincial y también nacional; Mauricio Macri ejerció la Jefatura de Gobierno Porteño entre 2007 y 2015, y después fue presidente; y Alberto Fernández fue jefe de Gabinete entre 2003 y 2008 en los gobiernos de Néstor y Cristina. Además de que todos los que ejercieron la máxima autoridad nacional ya tenían experiencia política al llegar al cargo, y haciendo la salvedad del Pro con Macri entre 2015 y 2019, el resto de los presidentes fueron puestos por la Unión Cívica Radical o el Partido Justicialista. Con matices, obviamente, pero la raíz de cada mandatario nacional estuvo siempre en alguno de esos dos partidos políticos. Incluso, más hacia atrás, y exceptuando del conteo al Partido Autonomista Nacional entre 1874 y 1916, la aparición del Partido Demócrata Nacional que llevó al poder a Ramón Castillo; el Partido Laborista que le sirvió de base a Juan Domingo Perón para su primera presidencia, y las interrupciones militares, el siglo XX también estuvo bastante dominado por la UCR y el PJ. La aparición de Milei, al menos en esta contienda electoral y hay que ver qué pasa el 22 de octubre, rompería con la tradición política de los últimos cien años, aproximadamente, al menos en cuanto al origen del candidato. Respecto de su experiencia política previa, Milei no tiene comparación con ningún referente nacional de los últimos 40 años.
El conteo oficial arrojó que Milei en San Juan, por frente e individual, fue el presidenciable con más apoyo electoral
Algunos cotejan al diputado nacional con Jair Bolsonaro, por ejemplo. Pero la verdad es que el expresidente de Brasil ya había tenido una actuación en política bastante profusa antes de llegar al Palacio de Planalto. Sí es real que Milei se parece bastante a Bolsonaro en sus opiniones de extrema derecha, y ambos proponen el populismo como herramienta de propaganda política.
En resumen, Milei se convirtió rápidamente en la esperanza de mucha gente que, consciente o no, rechaza darle oportunidad a quienes ya la tuvieron. Por lo que se ve hasta ahora, el apoyo que logró el diputado nacional no es hacia él, si no en rechazo a otras propuestas. Milei puede proponer lo que se le venga en gana que a los votantes les va a resultar exactamente lo mismo. No importa lo que diga, importa que no pertenezca a la política tradicional. Todo indica que el voto del domingo pasado fue en negativo y no en positivo, y eso es muy difícil de combatir.
"A mí me preocupa que la bronca se transforme en un voto. Me preocupa que esta sociedad diga ‘que los maten a todos’. Me preocupa lo que siente y piensa. Porque violencia más violencia es guerra". La frase corresponde a Elisa Carrió y se refería a Milei. Hay un fuerte hartazgo que se nota en los números: se calcula que en la elección de hace siete días no fueron a votar unos 11 millones de argentinos. En el caso de San Juan, pasamos del 86,4% de asistencia a las urnas en 1983 al 71,7% del domingo pasado, el registro más bajo desde el regreso de la democracia. Una reducción de 14,7%, que no es fácil establecer en cantidad de gente porque el universo de personas en estos 40 años cambió. A principios de 1983 éramos muchos menos de los que somos hoy. Pero en términos sencillos se puede decir que de los sanjuaninos que estaban habilitados para votar el domingo pasado, que eran unos 608.000, no fueron 172.319; es decir, un Rawson y un Caucete juntos, aproximadamente. La curva de participación viene hacia abajo y eso debió hacer sonar mucho antes las alarmas en los partidos políticos. La pandemia, la sequía y la economía no ayudaron, obviamente. Pero el llamado de atención ya había ocurrido hace tiempo, y nadie con dominio supo o quiso verlo.
Como quiera que sea, la politiquería va a tener que encontrarle la forma si quiere ser competitiva. En el caso de San Juan aún es temprano para tomar decisiones de cara al 22 de octubre, pero en los frentes ya saben lo peor, que es lo que pasó el domingo pasado: a un ignoto treintañero llamado Bruno Olivera le faltaron solamente 214 votos para obtener igual apoyo que el Gobernador y referente principal del partido con más victorias electorales de la historia. José Peluc, el otro casi ignoto del mismo partido de Olivera, La Libertad Avanza, superó a los candidatos del reciente gobernador electo, Marcelo Orrego, que venían con toda la onda victoriosa local y nacional. Los candidatos de Milei en San Juan lograron más votos que el resto de los candidatos de las PASO en 4 de las 5 categorías electorales. Un palazo en la nuca a todos los que se sintieron ganadores el 14 de mayo o el 2 de julio. ¿Qué van hacer los partidos más tradicionales para cambiar ese resultado? Eso, justamente, es lo que está en análisis en los frentes más tradicionales. Parece que en el de Orrego está venciendo la idea de empezar a provincializar la contienda electoral. Es decir, hablar del Gobierno local que viene. Eso seguramente acarreará cruces con la gestión actual, que va a defender lo hecho como mejor, y probablemente surjan críticas a lo que se anuncie. Presentado así suena a un acuerdo de polarización para evitar la irrupción de los mileístas, pero es sólo una hipótesis.
El candidato a diputado nacional de La Libertad aseguró que hubo acuerdo entre fiscales para no anotar votos de Milei
Hay un problema cuya resolución probablemente deje pistas: la presidencia del Tribunal de Cuentas. Hace pocas semanas renunció el presidente, Isaac Abecasis, quien venía de la gestión de José Luis Gioja. El puesto es clave, porque si bien Gioja le arrebató el poder, el Tribunal todavía es un organismo que puede molestar lo suficiente a quienes no son prolijos. En Juntos por el Cambio están diciendo por lo bajo que necesitan un abogado o abogada imparcial o que Uñac deje el nombramiento de ese puesto para Orrego. En el entorno de Uñac se relamen, porque saben que por esos pasillos pulula información valiosa que puede empezar a valer oro una vez que el peronismo asuma su rol de opositor. Uñac le dijo a este diario hace 15 días que si la vacante ocurre en su gestión (cosa que finalmente pasó), corresponde que él haga el reemplazo. También el Gobernador se encargó varias veces en esa entrevista de aclarar que ejercerán el rol de oposición, por tanto, se supone que intentarán ganar todos los lugares que sea posible. Alrededor de Orrego están algo molestos con esas afirmaciones, y aseguran que pelearán por el Tribunal o por cualquier otro sitio que los pueda condicionar en la gestión. Al hablar de un abogado imparcial, obviamente quieren decir "no peronista".
Se puede decir que ese paso servirá de medida para ver hasta dónde Uñac y Orrego son capaces de plantear el futuro como líderes, uno de la oposición y el otro del oficialismo. Por lo poco que se ha visto hasta ahora, ninguno tiene ganas de hacerle zancadillas al otro. Pero hay un actor que todavía no sube a escena, así es que cualquier lectura tajante a estas alturas es bastante prematuro.
En resumen, el acuerdo entre oposición y oficialismo de San Juan es un problema que existirá siempre y cuando le puedan ganar al fenómeno que cacheteó a ambos el domingo pasado. Siempre hubo acuerdo de dos. Ahora el desafío es que haya un acuerdo de tres. Difícil.