
Una y otra vez volvemos a lo que tuvimos en un tiempo, y que ya pertenecen al equipaje de los recuerdos. En este caso, referiré aquel San Juan cotidiano que acompañó los años de nuestra niñez y juventud. Unos versos que escribí hace unos años, con pretensiones de ser un tango, pone de resalto algunas de aquellas realidades de mediados del siglo pasado. Dice: "San Juan y cosas que ya no tengo, que hoy son las musas de un decidor, tango orillero metido al fuelle, urbano y triste de un bandoneón. La vieja báscula donde hoy pululan, las luces miles de un pelotón, de autos piolas y tan modernos, con la garita ya se piantó. Ay calle Piedras, ya te han cambiado, Córdoba dicen te llaman hoy. La Cereceto hoy es La Roza, y la Correa, calle Cabot. Y de los cines, ya nada queda, ni de las pistas pa’ milonguear. Ni la sirena, de aquel Cinzano, llamando a horario pa’ laburar. Ya no se ponen, los corazones, que se ofrecían pa’ defender, la camiseta, viejos colores, nada de guita, todo amateur. Y ya no salen los boxeadores, que perfilaban p’al Luna Park. Se perdió el sabio de los cafeses, y de los corsos mejor no hablar. Más no me tomen, por un otario, que en el pasado, quiere quedar. Solo pretendo, dejar trazado un pincelazo de la ciudad. A mí me gusta verla moderna, de calles amplias, pibas sin par. Pero en silencio, bajo el cemento, dormitan cosas que ya no están”.
Por supuesto que las antiguas calles Correa y Piedras, no son las únicas que han cambiado de nombre. El que más siento, personalmente, es el de San Miguel por Hipólito Yrigoyen. Sin embargo veo con cierta alegría que hoy todo el mundo, aún los más jóvenes, la llaman por su viejo nombre.
La báscula estaba en la esquina de Libertador y España y hasta allí llegaban los camiones, me imagino que antes los carros a caballo, para pesar su mercadería. La garita, en la misma esquina, se elevaba por sobre los autos, para que desde ella un agente de policía ordenara el tránsito. Es un hecho que el boxeo ha perdido su antiguo esplendor y también desapareció la meca de todos los pugilistas del interior, que era el Luna Park. Pistas de baile, cines, corsos de carnaval, también engrosan el baúl que anida nuestro pasado y hay coincidencia en que "antes” los jugadores parecía que ponían más amor por sus camisetas. Todo este arsenal no nos impide, sin embargo, gozar de la ciudad moderna que floreció después del terremoto del 44, y que continúa en constante frescura y renovación, para nuestro regocijo.
Por Orlando Navarro
Periodista
Ilustración: Rodolfo Crubellier
