La historia se repite. Esa frase, sin sentido lógico, lleva años de vida. Si nos remitimos sin adornos al nudo de ese conjunto de palabras, tenemos que decir que es imposible que dos hechos históricos distintos puedan repetirse. Sencillamente porque ocurrieron en momentos distintos y, en consecuencia, ocupan un sitio diferente en esa línea imaginaria de tiempo que es la historia. Lo que puede igualarse o reiterarse, aseguran, es la forma en la que la humanidad actúa frente a ellos. La percepción que nos queda del primer momento histórico y cómo aplicamos esa memoria al segundo acontecimiento, similar al primero. Para contribuir a este debate, los argentinos tenemos una palabra que, lamentablemente, se repite en algunos pasajes recientes de nuestra historia e implica una prueba irrefutable del estado de la sociedad argentina: saqueos. Los robos en despoblado y en banda vienen ocurriendo desde 1989, en el final de la gestión de Raúl Alfonsín. En abril de ese año la hiperinflación trepó del 30 y pico por ciento a casi el 80 en mayo, redondeando la friolera de 3.079 por ciento en los doce meses previos a ingresar a la década del noventa. Alfonsín había perdido las elecciones con Carlos Menem el 14 de mayo, y se calcula que el 20 o el 22 de ese mes empezaron los primeros saqueos en Rosario, los que luego se extendieron al Conurbano bonaerense, donde los medios registraron las imágenes más crudas que hoy perduran en distintas plataformas y archivos de canales de TV. El día 29 del famoso quinto mes de 1989, Alfonsín decreta el Estado de Sitio. El 12 de junio anuncia que entregará el mando antes de tiempo y finalmente el 30 traspasa los atributos al exgobernador de La Rioja. Entre junio y julio de 1989, la inflación del país escaló del 115 por ciento a casi el 200, para luego descender bruscamente al 38 por ciento en agosto, cuando Menem ya había entrado decididamente en la batalla. Mucho tiempo después ocurrió la crisis de 2001, que todo mundo recuerda y no vale la pena detallar: inestabilidad política, crisis económica, "que se vayan todos", corralito, cacerolazos, saqueos, estado de sitio, y renuncia del presidente Fernando de la Rúa.
Ahora, ¿se puede comparar un hecho con el otro y afirmar que la historia se repite? Cualquier historiador diría que es imposible, sencillamente porque el contexto de un país en dos décadas cambia mucho y, en este caso, el contexto es todo. ¿Actuamos igual en los saqueos de 1989 como lo hicimos en 2001? Es decir, y volviendo a la teoría de que la historia no se repite: nuestra respuesta ante los mismos hechos, ¿fue la misma? O, peor aún, ¿es posible que alguien pueda comparar aquellos hechos a lo que ocurrió esta semana en la Argentina? Suena imposible, pero ocurrió. Patricia Bullrich, candidata a la presidencia por Juntos por el Cambio, le recordó al presidente Alberto Fernández el Estado de Sitio como herramienta democrática para frenar los saqueos en 6 provincias, cuando el país está compuesto por 23 y un distrito federal. Para terminar de poner en contexto: en Mendoza hubo ataques en 3 departamentos de 18 que componen la vecina provincia. En el Conurbano Bonaerense se registraron ataques a comercios de 8 partidos, pero la provincia de Buenos Aires concentra 135 en total. Entonces, ¿era necesario el Estado de Sitio como propuso Bullrich? Evidentemente, no. Es probable (y lamentable) que Bullrich buscara con esa frase que efectivamente ocurra ahora lo que pasó en Argentina en 1989 y 2001. Bullrich piensa más como candidata que como argentina.
Ojo, la intención de estas palabras no es bajar el tono a lo ocurrido. De hecho, este mismo diario advirtió hace exactamente siete días por los rumores sobre saqueos en San Juan y en otras provincias. Fuentes policiales ya advertían sobre el temor de que el conflicto de otras provincias pudiera contagiarse acá también, y casi ocurre.
Javier Milei, el postulante de La Libertad Avanza, no fue tan lejos como la exministra de Mauricio Macri, pero más o menos: "Es trágico volver a ver luego de 20 años las mismas imágenes de saqueos que veíamos en el 2001. Pobreza y saqueos son dos caras de la misma moneda", escribió en una red social.
Tampoco es correcto lo que hizo la vocera Gabriela Cerruti, quien salió a acusar a Milei y a Bullrich de promover los saqueos. En realidad la condena es peor para ella, porque a diferencia de los candidatos, Cerruti habla en nombre de la institución de la Presidencia.
Que los candidatos no hablen de saqueos es imposible, porque la agenda lo demanda. Lo que no debe ocurrir es que los candidatos usen la desgracia del conjunto para vencer a su rival o para beneficiarse de alguna forma. Tampoco el Gobierno nacional. Todos usan el miedo de alguna forma. No es sano para ellos y mucho menos para el conjunto.