Hemos estado mal acostumbrados los sanjuaninos, hay que admitirlo. Con un dominio tan fuerte de un partido político sobre el resto durante dos décadas, las personas que ejercieron algún papel en las instituciones de la Democracia convirtieron todo en una rutina, simplemente porque la presión del adversario casi no existía. Nadie tenía miedo y, en consecuencia, San Juan cayó en el pozo del acostumbramiento, donde los basualdistas/orreguistas perdían y se lamentaban, y el peronismo gozaba una y otra vez de las mieles del acompañamiento del pueblo. Algo ocurrió que eso cambió. La respuesta de por qué apareció este nuevo escenario es difusa aún pero, por ejemplo, el gobernador Sergio Uñac suele decir a sus más cercanos que urge la necesidad de dar un salto de calidad en la gestión pública, porque la gente había dejado de votar lo que veía. Es decir, los puentes, caminos, estadios, casas, hospitales, y todo lo que se construyó en cerca de ocho años, ya no servía para ganar una elección. Quizás ese salto, con el diario del lunes en la mano, también se reclamaba en las decisiones vinculadas a la política partidaria y en el peronismo no lo supieron ver. Pero si de mirar el vaso medio lleno se trata, se puede decir que este traspié justicialista pudo haber contribuido a la conformación de un escenario político mucho más heterogéneo y, en consecuencia, interesante comparado con el que hubo en los últimos años. Se viene un tiempo en el que los dirigentes no podrán actuar de memoria, donde cada paso deberá ser cuidado porque cualquier movimiento podrá perjudicar a propios o ajenos; o a ambos. Lo automático del pasado quedará allí y al menos en los cuatro años que vienen los políticos sanjuaninos deberán volver a sacarle lustre al diálogo y la negociación, algo que nunca debió olvidarse.
La Cámara de Diputados será prueba irrefutable de si los políticos aprendieron algo de la lección que les dio el electorado el 2 de julio. Si bien el peronismo tiene mayoría parlamentaria, bien se sabe que no todos los legisladores juegan para el mismo conductor y que muy pocos nacen y mueren con el mismo escudo en el pecho. Cerca de Marcelo Orrego calculan que podrán convivir en una Legislatura llena de enemigos, y cerca de Uñac están dispuestos a la negociación política. Pero claro, el escenario para ambos es muy dispar. El Gobernador sabe que para conservar el liderazgo de la futura oposición debe ganar la interna del 13 de agosto porque si pierde, también se quedará sin la posibilidad de conducir la oposición futura, un puesto que por ahora sigue vacante a pesar de la interna de 2020 donde Uñac se impuso por abrumadora mayoría. A Orrego le debería interesar esa disputa, ya que le tocará lidiar con esa oposición. Cuando le tocó gobernar a Uñac, la oposición se encolumnó detrás de un solo dirigente, pero si el peronismo no arregla sus problemas, Orrego tendrá una oposición con varios representantes y todos con cierto peso. Eso está bien para el enemigo en una elección, pero cuando se tiene que gobernar en minoría, no es el mejor escenario.
Además, para Orrego será clave que su entorno entienda que los tiempos que se vienen pueden también dejar heridos, que no habrá lugar para todos y que la decisión al final del día debe ser del líder. El actual diputado nacional tiene la titánica tarea de calmar los ánimos de la tropa, propia y de sus socios, quienes huelen sangre y esperan empezar a enterrar al peronismo. Más de uno ya tiene trajes puestos.
En ese escenario político complejo, también está el ánimo de la gente. La votación de comienzos de mes fue la de menor participación en la historia de la provincia. No importa el número, importa que la gente cada vez está confiando menos en los políticos. El gobernador electo dijo apenas conocido el resultado electoral, que lo único que tenía era el apoyo de la gente, y es verdad. Pero también es cierto que el descontento hacia la política atraviesa todos los partidos y colores políticos.
Orrego tiene la suerte de pertenecer a Juntos por el Cambio, el frente que muy probablemente termine gobernando el país desde el 10 de diciembre. Fue inteligente y no se peleó con Patricia Bullrich, a pesar de jugar para Horacio Rodríguez Larreta. Por supuesto todo será más cómodo si gana el Jefe de Gobierno Porteño, pero también hay futuro si la victoria queda en la cancha de la exministra de Seguridad.
Si eso ocurre y el gobierno nacional cambia de color político, Orrego podrá tomarse algún tiempo para pensar estrategias y materializarlas, ya que estará contenido en la sombra de los primeros meses de gobierno y hasta de los recursos de un gobierno de un mismo color político.
Por lo poco que se ha visto hasta ahora, tanto Uñac como Orrego están dispuestos a construir a pesar de que tienen ladrillos de distinta naturaleza. El pocitano aún es joven y puede exhibir buenas gestiones, dos características que probablemente le den oportunidad de competir para volver a conducir la provincia. El santaluceño viene con envión de lo nuevo, y tiene que aprovecharlo. Hay un cambio fuerte de época.