Gráfica: Marcos Carrizo – DIARIO DE CUYO

@cualquiera llega a uno de los bares más top de Avenida Libertador y filma su entrada. Le traen una pizza. Foto. Una suculenta porción de papas. Foto. Luego una selfie con la espuma de la cerveza artesanal. Hashtag #LaMejorCena. Ubica el bar y lo etiqueta. La marca gana popularidad y @cualquiera una cena y posiblemente un pago en efectivo.

@cualquiera no es periodista, ni actriz, ni un personaje célebre. Quizás jamás la viste en persona, pero la seguís y te identificás casi siempre con sus publicaciones. @cualquiera es influencer.

Más de 20 millones de personas trabajan como influencers en todo el mundo. La llaman la profesión del siglo XXI. Un negocio que mueve millones y que llegó para reinventar el mercado de la publicidad.

¿Quién no quisiera ganar dinero subiendo posteos en las redes? Se ha instalado con fuerza la idea de que los influencers no trabajan y que se dan la buena vida haciendo poco y nada. Pero a decir verdad se trata de una idea falsa y poco criteriosa. Tener interacciones en un perfil, crear un público fiel y que las marcas empiecen a contactarlos no se hace de la noche a la mañana.

Lo cierto es que ganar dinero a través de las redes es posible y muchos usuarios han logrado posicionarse en lugares de privilegio por el contenido que postean en sus plataformas.

En San Juan no son tantos pero sí hay varios. Eso sí, ninguno vive de eso.

Hablemos de números. ¿Cuánto ganan? "La mayoría suele amoldarse a la realidad del local. No estamos en Buenos Aires que quizás los influencers pueden ponerse exquisitos", confió en off una de las chicas consultadas. Los montos comúnmente se fijan en una especie de mediación entre la marca y ellos. "Se fija un pago que sirva a ambos. Por ejemplo yo no soy de pedir fortuna y mientras me sirva, listo, le metemos para adelante. Soy muy de acomodarme y de escuchar las propuestas del local", agregó.

Una influencer de San Juan, dependiendo de la cantidad de locales que publicite y el rubro, por mes gana entre $5.000 y $15.000, sin contar los canjes de productos o servicios. Esa es la media, pero hay meses en los que algunas de ellas pueden obtener una suma mayor. "Hasta $30.000 como mucho, más de eso no creo", dijo otra de las consultadas, también off the record.

Ahora conocé a seis de las influencers más populares de la provincia:

"Los masajes fueron de otro mundo", dice una relajada Vachi Ruiz al salir de una estética de Capital, con un primer plano de su cara. Antes había subido otra historia mostrando cómo le había quedado la permanente de pestañas. Ese local forma parte de la larga lista de marcas que la eligieron para llegar al público. La mayoría son del rubro moda (tiendas, zapaterías, accesorios) y también publicita casas de comida.

Vachi le dicen pero en realidad es Valentina Ruiz, está soltera, tiene 19 años y hace dos hizo un click: se dio cuenta de que los consejos que le pedían sus amigas podían dar un salto a mayor escala. "Un montón de amigas siempre me tenían de referente para preguntarme sobre algo que querían comprar. Por ejemplo, buscaban unos zapatos y me decían: ‘vos que sabés más, qué onda, dónde me decís que compre’. Ahí hice el click, vi que lo podía hacer algo para ayudar a más gente", cuenta la estudiante de Psicología, que actualmente cursa segundo en la UCC y que tiene como referentes a Tessa Barton (@tezza), Milagros Acosta (@heyitsmiloac) y Stephanie Demner (@stephaniedemner).


Sus primeros pasos fueron ayudando en redes a una tía que tiene una joyería. Dice que el aluvión de seguidores que vino luego simplemente "se dio". Actualmente tiene más de 10.500, con mayoría de mujeres de entre 18 y 25 años. "Nunca pensé que iba a tener tantos seguidores, ni tampoco me creé el Instagram con ese fin. Me lo hice para gusto propio pero se me empezó a dar el trabajar con marcas. Fue como de casualidad", reconoce la también profesora de danzas españolas y jazz.

Sus contenidos van desde mostrar que está en el gimnasio hasta filmar sus visitas a las tiendas y las prendas en stock. "Juego mucho con mi vida personal. Trato también de buscar un vínculo con los seguidores y poder escuchar lo que me piden, tipo consejos de marcas de ropa, de zapatos… Busco seguir una línea de lo que les gusta también a ellos", dice Valentina, que admite que en su perfil no hay lugar para las opiniones personales: "Trato de transmitir positividad y dejar afuera las peleas que surgen en la sociedad. Me gusta transmitir alegría y darle importancia a lo que siempre les gusta ver, como consejos de moda. No es que lo ignore, pero trato de evitar eso para que no se generen discusiones y para que sea un perfil en el que no me respondan con agresión, no es lo que busco".

Vachi vive en Capital con sus padres y su hermana menor, de 16 años, que tiene Instagram pero que "es más reservada, no le gusta mucho mostrarse". Con su familia está más que agradecida por el apoyo que le brindan. "Me ayudan un montón, a sacarme fotos, a editar contenido o con las locuras que se me ocurren, como llevarme a tal lado y demás", asegura y luego comenta que la cuarentena le vino bien en el sentido de que la buscaron "muchos emprendimientos que venían medio bajón con los seguidores y con los pedidos".

Valentina se pone seria cuando le preguntan si toma como un trabajo su actividad en Instagram. "Sí, pero no como prioridad. Hoy la facultad es mi prioridad más fuerte. Pero sí lo tomo como un trabajo y le pongo toda la energía que tengo y no lo hago porque sí. Lo hago también porque me gusta. Trato de ayudar lo que más pueda, responder lo que más pueda y con buena energía. No es que lo haga sólo por el canje o por el pago, sino porque me gusta", apunta.

El hecho de pensarlo como un trabajo la llevó a perfeccionarse. Durante la cuarentena hizo un curso dictado por Stephanie Demner, una de sus referentes. "He aprendido un montón sobre la estética del perfil, que combinen los filtros, las historias destacadas y demás. Estoy tratando de ir arreglando un poco eso a mi gusto y que el perfil se vea estéticamente bien. Además, sigo un montón las estadísticas". También hizo cursos de fotografía.

Hasta aquí todo es color de rosas pero Vachi confiesa que a veces siente que colapsa: "Me ha pasado. La verdad es que son muchos mensajes, o por ahí te demanda mucho tiempo estar editando y subiendo contenido. Y la verdad es que hay días en los que no tenés muchas ganas de estar, por ejemplo, producida para subir historias. Entonces es como que me voy amoldando: los días en los que tengo más energía y estoy mejor, grabo más historias y las voy subiendo los días en los que estoy más bajón. De esa manera como que voy descansando".


La contracara es el vínculo que consiguió entablar con sus fans. "De a poco es como que he ido creando un vínculo muy lindo con los seguidores. Me preguntan mucho sobre mi carrera u otras cosas más profundas también, a veces soy como una consejera", sostiene. Eso encontró en Instagram, su red preferida porque "me puedo mostrar tal cual soy y porque me permite hacer conexión con gente que realmente no conozco pero que a la vez siento que ellos a mí sí me conocen. Me ha abierto muchas puertas y me ha hecho pasar experiencias divinas que sé que sin Instagram no las hubiese vivido".

Valentina experimentó lo que le suele pasar a muchos instagramers, que por ahí no se dan cuenta que son realmente conocidos. Ella quedó sorprendida. "Al principio me pasaba que mucha gente me hablaba y me ponía cosas tipo ‘te vi caminando en el centro’, tratándome como si fuera una famosa y fue muy extraño. Me chocó que me vean como algo como más importante, siendo que soy igual a todos. También me llegan un montón de mensajes tratándome como si fuera algo superior y nada que ver", largó antes de reírse.

¿Tres palabras que la describen? "Creativa, muy perfeccionista y me gusta a cada cosa ponerle algo de mí, algo que me represente".

Lo más difícil del proceso para ser influencer es justamente el decidirse a serlo y perder el temor al qué dirán. Pero Alma Lais Lepez Torres no recuerda una fecha puntual en la que se lanzó. Simplemente se fue dando y hoy, con más de 10.300 seguidores en @almalepez, la chica de 20 años es una de las influencers mejor posicionadas de San Juan.

"¿Cosas que hicieron por amor y no volverían a repetir?", propone Alma en una historia, con el sticker de preguntas abierto para que sus seguidores se descarguen. En cuestión de minutos recibe una catarata de respuestas, ellas las repostea y aprovecha para escribir algún comentario de aliento o algún consejo. Esta vez eligió el amor, pero otro día el tema será el entrenamiento, el cine o cualquier otro que ella considere que servirá de anzuelo para afianzar el vínculo con sus fans.

Alma tiene una rutina bastante cargada pero siempre se las arregla para tener tiempo para sus seguidores. Y para las marcas, claro. Fue buscada para casas de comida, una heladería, tiendas, una óptica, cosméticas y un local de accesorios de plata.

"Empecé desde chica haciendo un curso de modelo pero por intrusa, tenía 13 años. Lo hice porque me animaban mis papás. Después lo otro surgió solo, nunca lo busqué. Me fueron llamando diferentes locales y todo lo que iba haciendo lo iba publicando en las redes. De a poquito como que empecé a tener repercusión y me empezó a seguir gente. Siempre fui de tener varios seguidores pero en el 2018 fue el cambio que me llevó a tener muchos más", analiza.

Dos eventos en el 2018 la catapultaron a una fama mayor. Primero, sumó muchos fans cuando la eligieron Miss Mundo San Juan. Lo otro tiene una cara deprimente pero en la actualidad la herida ya sanó y lo ve como un punto positivo que la ayudó. Fue cuando fue electa Virreina del Sol en la elección departamental de Rivadavia, pero un supuesto mal conteo de votos le arrebató la corona. "Ese mismo día que pasó todo los seguidores me subieron un montón. Sin mentir me siguieron 3.000 sólo en ese día. Fue algo feo que a la vez me sirvió", dice.


Alma es instructora de yoga y profesora de danza clásica, contemporánea y stretching (elongación). Además cursa el tercer año de la Licenciatura y Profesorado en Ciencias de la Educación, en la UNSJ. Todos los días va al gimnasio y le gusta mostrar los ejercicios que hace.

En IGTV tiene publicados dos videos: un tutorial de maquillaje y otro que muestra cómo hace yoga en su casa. Son actividades que le encantan y que las utiliza para sumar contenido. A su vez, ella es fan de varias modelos, como Mariana Varela (@marianajvarela), Antonella Macchi (@anto_macchii) y Alina LuzAkselrad (@alinaakselrad).

¿Siente que tiene el poder de influenciar? "Creo que puedo guiar o recomendar. Me parece que en San Juan recién ahora nos están dando el lugar para influenciar, como que antes no estaba tan visto. Vamos a decir que sí", responde la joven, que no está de novia y que vive en Rivadavia con su mamá y tres hermanos menores. "Cuando me mandan comida o esas cosas que se pueden compartir, comparto mucho con ellos. Siempre me apoyan, me llevan, me traen. Por ahí cuando no sé si una propuesta está bien, le pregunto a mis papás y ellos me aconsejan", cuenta sobre el apoyo que recibe de su familia.

Alma muestra su carácter cuando habla sobre los mensajes que recibe de parte de pretendientes. "No contesto los MD (mensajes directos) que me hablen para esas cosas. Cuando no respondés se enojan pero para mí es lo mejor, te evitás los malos ratos. Lo tomo desde ese punto". Ya le pasó que tuvo que bloquear a un ciclista porteño que vino a la Vuelta a San Juan cuando ella era promotora: "Me buscó por Instagram y me escribió, me hizo una propuesta fuera de lugar. Me cayó mal porque yo no estoy para esas cosas. Lo tuve que bloquear".

Lo que sí se permite es opinar. "Por ejemplo con el tema del aborto el año pasado estuve subiendo mucho mis opiniones en las historias. Mucha gente me decía que las personas públicas no tienen que opinar, eso me pasó bastante. Yo creo que cada uno puede guiar su Instagram para donde quiera, dar las referencias que vos quieras". No perdió seguidores por eso, como le pasó por ejemplo a Gapsi Pizzoleo (@misslittletouch), quien después de las PASO 2019 dejaron de seguirla unas 1.000 personas por postear el shock que sentía por los resultados de las elecciones primarias.


Alma cuenta que toma como un trabajo su actividad en Instagram "por el simple hecho de que gracias a eso tengo muchas oportunidades para lo que sea, ya sea con marcas o para campañas que me han llamado. Y además de que gano dinero y tengo canjes".

Como le pasa a la mayoría, la chica que se describe con las palabras auténtica, voluntad y respeto, dice que hay días en los que necesita descansar. "Por ahí llega un día en el que decís ‘bueno, hoy voy a tomarme el día para mí y voy a descansar un poco de las redes sociales’. Suelo hacerlo, pero muy de vez en cuando. Siempre tengo cosas para compartir".

Su crecimiento en Instagram fue de la mano de su profesionalización técnica. Invirtió en un aro de luz para el celular y mandó a hacer otro más grande para tener en su casa. Además, el año pasado se capacitó en marketing y este año, al igual que su colega Vachi Ruiz, hizo el curso de Stephanie Demner. Todo el esfuerzo sirvió para convertirse en una influencer. "Yo creo que acá en San Juan sí, soy influencer", concluye.

Una de las únicas que niega rotundamente que lo que hace es un hobby y no un trabajo es Celeste Gabriela Martín Herrera. "Lo hago como un hobby y me encanta. Si fuera un trabajo estaría todo el tiempo buscando locales o lo que sea, pero no, lo que hago me cae solo. Es más, trato de no buscar. Y si me cae, listo, se arregla algo y se hace", arranca la chica, de 18 años, que ya superó los 51.600 seguidores en @mmartinceleste y que no tiene problemas en definir que la actividad está relacionada a la plata fácil: "Ese término no queda muy bien, pero es algo rápido. Aprovechar el potencial que uno tiene en una red está muy bueno, si lo tenés está buenísimo".

Si bien nunca se imaginó tener la popularidad que tiene en la red –"se fue dando todo de a poco"-, desde chica siempre se codeó con campañas públicas, como en el 2015, cuando una empresa de colectivos la eligió para una publicidad.

Hoy, aquella adolescente segunda de tres hermanos que posaba cuidadosamente en las modernas unidades no es la misma. Su cambio físico fue de la mano de una admirable madurez que transmite cuando habla. Con los pies sobre la tierra, sabe que ser eternamente una influencer es una utopía. "No es mi idea vivir de esto. Yo estoy estudiando y mis expectativas son altas respecto al estudio y para lo que me estoy preparando para el día de mañana. Estoy enfocada en eso", aclara Celeste, que cursa primero de Odontología en la Nacional de Córdoba, ahora de manera virtual por la pandemia.

La que no la termina de convencer es el término influencer. ¿Se siente una? "Más no que sí. Una influencer para mí es alguien que influye a alguien a que haga algo o a que adquiera cierto material o producto, que tenga muchos seguidores. Yo simplemente lo hago porque me gusta y porque se puede sacar algo lindo y me entretengo un montón. A esa palabra la veo muy alta". En otro pasaje de la charla admite que no tiene referentes instagramers: "Si fuera muy profesional estaría pendiente de los demás para ser más perfecta yo, pero no. Trato de ser yo misma y armarlo a mi gusto. Trato de que todo sea muy mío".


Esa autenticidad que pregona parece que le da resultados porque es una de las que más marcas publicita. Esta semana que pasó insistió con un local de accesorios. "Miren lo que es este, es un rosario, divino", dice en una historia con un filtro que coloca destellos de brillos en toda la pantalla, mientras acerca el dije a la cámara. Luego muestra tres cadenitas. Tiene latiguillos como "miren lo que es" o "es una bomba". Son su marca registrada para dejar bien paradas a tiendas, zapaterías, casas de comida, heladerías, estéticas, entre otros. También un pet shop le manda productos para su perro, Sundari, que… ¡tiene Instagram! (@gm_sundari).

Sundari es una de las estrellas de su perfil. Le sirve para descontracturar entre tanto contenido relacionado a marcas. También suele compartir otros aspectos de su vida privada, como las aventuras con Abiram Grau, su novio mendocino que conoció hace muchos años y con quien en un principio compartía una amistad.

Celeste también tuvo algunas piedras en el camino. En diciembre de 2012, cuando ya había sido elegida Embajadora II de Rawson, la señalaron como protagonista de un video para adultos. Al tema no lo pasó por alto. "Creo que alguien lo hizo como un chiste y se le fue de las manos. La persona que lo hizo lo pasó a un grupo y se fue difundiendo. Hoy en día hay gente que se dedica a hacer esas morbosidades y vive de eso. Pero es muy difícil bajar a alguien con esas cosas, con mentiras, con engaños". Para sobrellevar esa situación fue fundamental el apoyo de sus padres: "Me cuidan un montón y siempre me han enseñado que tengo que salir para adelante y que a eso no hay que darle mucha importancia. Esa gente lo que busca es una respuesta, mientras vos no te incluyas está muy bien".


Volviendo al tema redes, explica que elige Instagram porque "es una red en la que una vez que estás relacionada, te quedás constantemente, por muchas cosas: el hecho de subir fotos, de sacar fotos de tal manera, los efectos, los vivos, interactuar, ver estadísticas, está buenísimo".

Nunca se especializó en marketing, aunque el permanente contacto con expertos en la materia la llevó a aprender muchos tips. Uno que trata de cumplir es el de abstenerse a opinar sobre temas calientes. "Soy muy neutra, con el tema política y demás cosas. Tengo mis puntos de vista pero respeto la opinión del otro y me mantengo al margen. No uso el perfil para eso, siento que se puede prestar para discusiones, por eso prefiero mantenerme en un punto neutro", termina Celeste, que se define con las palabras felicidad, fuerza y capacidad.

"Nunca me imaginé que a través de una foto podría ganar plata", admite abiertamente Fátima Martina Ameglio Olivera, popularmente conocida como Fati Ameglio. Tiene 18 años, es modelo y en @fati_ameglio la siguen más de 10.500 personas, en su mayoría hombres de entre 15 y 30 años.

Siente vergüenza cuando la llaman influencer y niega ser una. "Más que nada pienso que soy instagramer", apunta la joven, que vive con su abuela en Capital, que está saliendo con un chico llamado Gonzalo Valverde y que este año abandonó Abogacía por problemas personales, pero tiene en mente retomar en el 2021.

Fátima opina que para ser una influencer la condición es subir a la red lo que se hace todo el tiempo. Ella en cambio elige casi no mostrar cuestiones relacionadas a su vida privada y su feed le da la razón: está minado de fotos de sesiones o de producciones para marcas. En las historias destacadas sí fijó alguno que otro posteo sobre algún viaje o sobre su novio, pero en general no dedica espacio para lo cotidiano. "No soy mucho de subir mi vida privada, no subo lo que hago a cada rato. Sí me gusta compartir cosas que puedan servirles a mis seguidores", aclara la chica, que se define como simpática, social ("agarro confianza ahí nomás") y muy ansiosa. Tampoco le parece bien compartir opiniones personales sobre ciertos temas "porque se pueden generar discusiones. Cada uno piensa diferente y no soy quién para opinar de lo que ellos piensan. A mis opiniones las hablo en privado, por ejemplo en las juntadas con amigas".

Las fotos que más likes cosecharon fueron las de una producción para una marca de bikinis. Su figura llamó la atención de muchos y varios de ellos le escribieron al MD. El ingenio con la que buscan conquistarla merece un párrafo aparte.


"Me han mandado cada cosa, me llega cada piropo… Hace poco uno me puso que me habían sacado una foto escuchando música. Yo a veces soy re distraída, re colgada, pensé que me la habían sacado sin darme cuenta. Le pongo ‘¿a ver?’, y me manda una foto de un Bon o Bon con auriculares. Me tenté. Después otro muy ingenioso me habló para decirme que estaban publicando fotos mías en una cuenta falsa. Le pedí que me las pasara y me mandó el link del perfil de la NASA, me puso que no era de este planeta. Me causa gracia y a la vez me sorprende cómo se las rebuscan para sacarte una sonrisa", dice, sin enojarse, y luego cuenta que el mensaje más extraño que recibió fue el de un joven de Dubái que le ofreció 5.000 euros para que viajara a París a tener una cita con él.

Si bien el primer posteo que figura actualmente en su cuenta tiene fecha de junio del 2016, reconoce que eliminó varios anteriores. Su idea es mostrar un perfil más "profesional", aunque se rehúsa a tomar su actividad en las redes como un trabajo. "Al Instagram me lo hice como a los 13 años y al principio como que no le daba mucha importancia, ni sabía para qué servía y ni me imaginaba llegar a los seguidores que tengo. Pero lo sigo tomando como un hobby. Nunca pensé ganar plata con esto y la verdad que me parece re bueno porque además es haciendo lo que me gusta. Pero no es que digo ‘bueno, no voy a trabajar nunca y me voy a dedicar a hacer esto’, no. Imaginate si pudiera vivir así toda la vida", se ríe.


Tiendas, estéticas, casas de comida y marcas de otros rubros han requerido sus servicios de publicidad, oficio que lo tiene bien aceitado aunque nunca se capacitó en marketing. Sí le da mucha importancia a las estrategias para que las publicaciones logren mayor visibilidad, como postear a determinado horario. "Pero si encuentro una foto linda y son las 3 de la tarde, la subo, no hay problema", aclara Fátima, que elige Instagram y siente que nunca se cansaría de la app porque "me gusta mucho por el tema de las fotos, el hecho de poder ver a las otras personas. Quizás en Twitter podés poner mil cosas pero ni sabés si está tuiteando esa persona".

Para cerrar, contó una linda experiencia que –cree- le ayudó a afianzar el vínculo con los fans. Fue hace un tiempo, cuando no pasaba por un buen momento anímico. "La terapia psicológica me ayudaba mucho y a la vez me gustaba a mí ayudar a los demás. Una vez publiqué que si se sentían mal o se sentían solos, me hablaran por si querían desahogarse. La verdad me habló muchísima gente y me re escuchaban y seguían mis consejos. Muchos después me hablaron y me dijeron ‘Fati, la verdad que te hice caso y me re sirvió lo que me dijiste’ o cosas así. Eso me gustó”, relató. Y en tono jocoso agregó que "ese día me volví loca, me mandaban audios de 3 minutos".

"¿Tips para estudiar anatomía?", le pide una seguidora. "Mi profe siempre nos dice que estudiemos con dibujos y la verdad que a mí me sirve muchísimo", le responde Marti Clevers, desde su casa, acostada y con un filtro que coloca dos llamas debajo de sus ojos. Es casi la medianoche y ella está contestando todos los mensajes que le dejaron durante el día. Hoy su rutina es eso, una mezcla de redes con estudio para poder entrar a la carrera de Medicina, en la UCC o en la Nacional de Córdoba.

Todos le dicen "Marti" pero se llama Martina Nahir Clevers Naranjo. No está de novia, tiene 18 años y hace tres puso primera en Instagram, sin imaginarse jamás que en muy poco tiempo iba a superar los 17.300 seguidores, la marca que ostenta hoy en @marticlevers. Dice que la mayoría son hombres de entre 18 y 21 años, pero que la diferencia es mínima respecto al público femenino. Y se sorprende cuando las estadísticas le muestran que la siguen mucho en Buenos Aires.

El gran salto, recuerda, fue cuando viajó a Disney a los 15 años. Se fue con 5.000 fans y volvió con más del doble, gracias a sus constantes posteos desde tierras estadounidenses. "Ese fue como mi pum para arriba", recuerda. Hoy su nombre está incluido en una empresa que mapea los perfiles de estos expertos en redes para elegir los que mejor se adecuan a las diferentes campañas.


Además, es una de las pocas que le pone voz a lo que publica. Se filma hablando, básicamente se trata de eso. Parece simple pero le costó introducirlo y hasta tuvo una experiencia indeseada. "Hace un año nadie hacía videos hablando. Yo seguía una chica de Buenos Aires que lo hacía y me re llamaba la atención, me re atraía que hablara, me parecía muy copado que por ejemplo subía historias hablando mientras caminaba por la calle. Un día me propuse hacer los videítos de los looks hablando y tuve un montón de críticas del tipo ‘quién se piensa que es’ y cosas así".Además, en otra oportunidad fue blanco de burlas de un grupo de chicas que se le reía porque utilizaba la palabra "calce" para decir si una prenda quedaba bien o mal. "Todo lo que se dice lo tomo, para bien o para mal. Después de eso como por un mes no hice más videos diciendo esa palabra. La opinión de la gente me afecta, me importa mucho lo que dicen. Pero nada, hay que saber entenderlos y acomodarte a lo que piensan", repasa Marti, fanática de la moda y de Francisca Bavio (@franchubavio), su referente instagramer.

Su meta a futuro es recibirse de médica, en lo posible sin perderle pisada a lo relacionado con las redes. "Cuando me lo creé era muy chiquita y nunca pensé que iba a tener tanta repercusión. Lo que más me gustaría es hacer crecer mi perfil en cuestiones de moda, que acá en San Juan no es muy común. Acá el canje está más asociado a lo que venga básicamente". Actualmente publicita una heladería, casas de comida, tiendas, zapaterías y hasta una librería. Respecto a las ganancias económicas, dice que "pagan bastante bien, en nuestra provincia hoy en día no muy bien pero ciertos lugares sí. Todo lo que hago es mi cable a tierra, es mi momento de distraerme, de divertirme, la paso muy bien. Pero hoy en día además lo tomo como un trabajo".

Martina vive en Rawson con sus padres y su hermano menor, de 12 años. "Cuando empecé, a los 15, medio como que me ponían parates onda ‘no te saqués fotos todo el tiempo’, ‘la gente no tiene por qué saber lo que hacés todo el día’ o ‘no hagás esto o no hagás esto otro porque a veces la gente no es buena’. Hoy en día que tengo muchísimos beneficios que a veces los incluyen a ellos les encanta y los disfrutan conmigo. Siempre me ayudan para que no deje", dice en referencia a sus padres.


Como le pasa a varias de sus colegas influencers, Marti siente que algunos días no está al 100%. "Detrás de una cara que está haciendo cosas bonitas para la gente no siempre hay algo bueno. Me ha tocado ir a hacer una sesión de fotos un día después de haber cortado con mi ex, por ejemplo. La gente no ve eso, ve sólo lo que tiene enfrente, esa carátula que muestra algo lindo. No es que me canse, pero a veces tengo momentos y momentos", admite. Instagram es su preferida porque "te permite mostrar la apariencia que vos querés dar y te deja mostrarte a través de las fotos".

¿Se siente influencer? "Sí, por el hecho de que me contactan empresas grandes. Pero por momentos a las personas de mi círculo me da como cosa decir esa palabra. Siento que a la gente no le gusta, como que siente que sos más que ellos. Por ahí como que les cuesta ver que una persona tiene cosas gratis por subir una foto".

Las tres palabras que la describen son felicidad, amor y familia.

Antonella Di Lorenzo siente que todavía falta para la cima. No se trata de ninguna competencia, sino de su propia cumbre. El camino ha comenzado, los resultados son buenos pero considera que pueden ser mejores. Cree que su potencial aún no fue del todo exprimido. "Ahora en cuarentena me he puesto mucho las pilas con esto. Hasta hace poco era un hobby, pero lo he empezado a ver como un trabajo. Estoy como muy positiva y tengo muchas metas respecto a las redes sociales y la publicidad", arranca la joven, de 20 años, al frente de @antodilorenzo1, donde acumula poco menos de 8.000 seguidores.

Con vistas a crecer, entre sus metas a corto plazo están tomar algún curso de marketing y en lo posible armarse tecnológicamente, por ejemplo con un trípode y un anillo de luz. Tampoco descarta invertir en publicidad (anuncios de Instagram). "Lo tengo en mente, ojalá lo pueda hacer pronto", dice la estudiante de Psicología, que cursa tercero en la UCC y que no recuerda bien si se creó el Instagram cuando tenía 13 o 14. "Cuando me lo hice no me imaginé que iba a hacer lo que hago. Siempre me gustó esto de la publicidad, las sesiones de fotos, el modelaje. Ahora de grande como que en las redes lo he podido plasmar un poco mejor, pero no, de chica nunca se me hubiese ocurrido".


"Vayan a ver lo que se viene este veranito", escribió en una historia hace unos días, con un emoji con estrellas en los ojos. Y adjuntó un posteo de un club de kayak. Un rato antes había subido un sorteo de un barril de cerveza artesanal, unas pachatas y unas hamburguesas, para promocionar una lomoteca. En su curriculum también tiene anotadas tiendas, zapaterías, estéticas, una heladería y un local de accesorios para celulares.

Para descontracturar, mecha publicaciones relacionados a su vida privada: entrenamiento, salidas con amigos, estudio, viajes, religión. Y mucho contenido vinculado a su otro talento, el canto. Actualmente le pone voz a Desenchufados (@desenchufadosmusic), la banda que formó hace un año y medio con dos amigos. Subir covers de canciones que le piden sus seguidores tocando el ukelele siempre funcionó para atrapar al público.

Antonella (Anto para sus conocidos) vive con su padre y tiene una hermana menor, de 17. No está de novia. Dice que le gusta mucho la producción de Stephanie Demner (@stephaniedemner) y que utiliza las publicaciones de Mía Martínez (@miamartinez99) para guiarse. Ellas son sus referentes.

"Hay veces en las que no me considero una influencer, pero sí muchas veces he sabido llegar a mis seguidores. Por ejemplo, he publicitado algún local de ropa y me han hablado para decirme ‘che fui de tu parte y me salió bastante bien’. De a poquito es como que puedo aportar algo", analiza la chica, que dejó de utilizar la red como medio para expresar opiniones por culpa de una mala experiencia. "Subí un posteo que estaba a favor de las dos vidas y saltó una chica súper feminista a decirme un montón de cosas que no estaban buenas. Me sirvió para darme cuenta que no tengo que tocar ciertos temas, no meterme. Por eso prefiero mostrar otro contenido. A veces no sabés a qué personas estás llegando, porque obviamente no conocés a todos los que están detrás de la pantalla. Hay que ser muy cauteloso con el contenido cuando sos una persona pública, por decirlo de alguna manera".


¿Por qué Instagram? "El contenido audiovisual es lo que más me llama la atención. Encontrás de todo, es tan amplio que lo que se te ocurra lo encontrás. Es muy interesante en ese sentido".

Auténtica, solidaria y capaz son las tres palabras que la definen. Y agrega que es "aventurera": "Creo que no me voy a cansar de hacer esto, soy muy activa y muy aventurera, siempre voy más allá. Me gusta esto de buscar hasta dónde puedo llegar, a qué máximo".