Se suele asociar motivación con presión. Es por ello que, cuando un padre o un líder motiva a su hijo o su liderado, expresa: "¡Vos podés!’. Lo cierto es que el mensaje siempre debería ser entregado de manera altamente motivadora. Así se logra motivar con responsabilidad. Pero motivar implica también fijar límites. Estos son necesarios y deben ser claros para brindarle seguridad a la persona, sea un niño, un adolescente o un adulto. Saber claramente lo que podemos y no podemos hacer nos deja tranquilos. Un límite, como muchos creen, jamás nos limita, sino que nos expande.
Si, por ejemplo, tu hijo te pregunta: "¿Me puedo comer estos chocolates?’ y le respondés: "Podés comerlos todos’, o "No podés probar ninguno’, no lo estás motivando. En cambio, si le anunciás: "Podés comer solo dos’, allí hay motivación porque le estás marcando un límite específico.
Todos los seres humanos, sin importar nuestra edad, tenemos la necesidad de saber qué nos está permitido hacer y qué no. Un límite corrido o deslucido genera roces entre la gente, en cualquier ámbito que sea. Veamos algunas ideas que pueden ayudarnos a motivar responsablemente:
1. A los miembros de un equipo
Cuando se busca un nexo entre el sueño del motivador y el sueño de quienes están a su cargo, todos son motivados a alcanzarlo. Por lo general, un deportista talentoso, si es parte de un equipo ganador, valdrá mucho más. El secreto del éxito es combinar la motivación individual y la grupal.
2. A los hijos
Los padres somos ejemplo para nuestros hijos. Todos aprendemos observando lo que hacen los adultos, más que de lo que nos dicen. Un hombre o una mujer que es ordenado/a no precisa enseñarles a sus hijos a serlo también. Lo mismo ocurre con cualquier hábito positivo como leer, comer bien o hacer ejercicio. Con nuestro ejemplo, los chicos son motivados naturalmente. Los más pequeños viven pendientes de los mayores y necesitan que se les brinde seguridad para obtener autoconfianza.
3. A la pareja
En una relación de pareja equilibrada, siempre la motivación es mutua. Cada uno retroalimenta al otro. Pero, si esto no ocurre, y uno solo recarga a la otra parte, suele aparecer el rencor. Quien motiva es una especia de "llanero solitario’ o de "tractor’ que intenta empujar a su compañero/a para accionar. Como resultado, experimentará cansancio y desmotivación.
Pero, además de motivar a otros, también deberíamos motivarnos a nosotros mismos. Cuando lo hacemos con regularidad, después nos resulta más sencillo motivar e inspirar a los demás. La motivación externa, ya sea en forma de palabras o de contacto físico como un abrazo, es efectiva, pero la automotivación es aún más poderosa.
Porque quien se automotiva a diario ya no espera que alguien le dé, lo ayude, lo aconseje, lo felicite, etc. ¿Y cómo hacemos para motivarnos en medio de una crisis?, preguntará alguien. Pues, procurando conectar con eso que tanto nos gusta y nos genera pasión. Cuando descubrimos para qué estamos en este mundo, vivimos motivados todo el tiempo y podemos ser motivadores de gente.
Bernardo Stamateas
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