
Con carita de nene apareció en la Primera de Peñarol con la frescura de sus travesuras en la cancha. Creció y Desamparados lo tuvo para darle otro fogueo, hubo en el medio un fugaz paso por Independiente de Avellaneda pero recién en junio de este 2018 que se despide, Francisco "Pipi" Salinas empezó a hacerse grande. Camioneros FC contra el que disputó la final del último Federal B defendiendo los colores de Peñarol, lo vio y se lo llevó. Fue rápido y de estar esperando jugar por el Torneo de Invierno en San Juan, esa misma noche viajó a Esteban Echeverría para empezar a ser parte del club de los Moyano. Hubo pretemporada en Mar del Plata, Punta del Este y a jugar. Empezó de titular en el Federal A pero a la cuarta fecha se desgarró. Le costó volver pero terminó el año siendo primer cambio y ahora apuntándole a la pretemporada que comenzará el 7 de enero. Pero en este semestre, el Pipi se hizo hombre. El amor de niños con Nery Torres se cuajó en Francesca y Donato, sus hijos. Había que madurar y Salinas siente que lo logró. A la fuerza, pero lo logró.
"Fue muy duro todo. Yo nunca había estado lejos de Nery, es más: cuando pasé por Independiente, éramos pareja pero no teníamos los chicos. Así y todo nos costó pero ahora es diferente. Yo vivo en el complejo de Camioneros, en Esteban Echeverría, junto con otros 5 compañeros. Se siente menos la soledad pero hay un momento en el día en que te afecta la nostalgia. Menos mal que existen tantas variantes de comunicación y eso ayuda pero apenas me daban un par de días de licencia, al avión y a San Juan. Lo más duro eran las despedidas y me mataba la actitud de Francesca que no quería ni acompañarme al aeropuerto para regresar a Buenos Aires. Eso me dejaba mal", contó el Pipi con alguna lágrima traicionera escapándose de sus ojos.
"De San Juan se extraña todo. Hay que estar afuera para vivirlo así. Siempre que puedo, vuelvo a mi provincia".
Vivir solo ayuda desde otro costado. Se valora todo y se mira a futuro, algo que Salinas reconoció que antes no hacía: "Entrenamos casi siempre de mañana, luego almorzamos todos juntos y después los chicos que tienen sus familias en Buenos Aires se van. Ahí quedamos sólo los que vivimos en el predio y se hacen largas las tardes. Ahí, me di cuenta de lo que estoy jugándome: el futuro de mi familia. Entonces uno piensa todo más a conciencia. Cambia todo el panorama y creo que esta primera experiencia de estar lejos de mi San Juan, de mi gente, me ayudó a valorar todo".
Camioneros le da todo pero le faltan los afectos. Lo suple con profesionalismo y las ganas de hacerse una carrera en el fútbol, pensando en su familia. Como lo hacen los hombres: "Siento que maduré, que crecí. Tengo apenas 22 años pero con mi familia como gran desafío y por ellos, hago lo que sea. Cuesta, se extraña pero el sacrificio es por ellos".
