El próximo fin de semana, Jáchal celebrará la elección y coronación de la Paisana de la Tradición; acontecimiento que sumará 45 años de historia. Fue en 1974, cuando se llevó a cabo la primera elección en el club La Querencia, que consagró a Silvia Roldán, quien con apenas 14 años inauguró el Paisanado en Jáchal. Fue un remolino de emociones que a la distancia se torna más valioso aún. Al menos así lo manifiesta la propia protagonista desde Catamarca, donde se radicó en los ’80; aunque como buena jachallera no olvida sus raíces, que tampoco la olvidan a ella. "Yo agradezco, porque siempre se acuerdan de la más viejita", dice entre risas a DIARIO DE CUYO esta profe de educación física ya jubilada, que muy lejos está de la imagen de "viejita" que cualquiera podría figurar de quien portó la corona número uno.
"Fui la primera Paisana y la más chica de edad. A fin de ese año cumplía los 15. Representaba al club Los halcones sureños, presidido por Mamerto Marinero, él me convocó. En esa época hacía atletismo, gané varios premios para la escuela Fray Justo Santa María de Oro, tenía un buen lomo (risas). Fue una época que guardo con mucho cariño", se explayó Silvia.
Aunque el tiempo se ha encargado de borronear algunos datos, la vital mujer recuerda la previa de esa gran noche. "Creo que ni vestido tenía, todo lo pedí prestado a mis amigas -NdeR entre ellas su mayor compinche, Susi Rodríguez-, que me ayudaron a arreglarme junto a mi mamá, muy compañera", dice. Luego partieron hacia el club. "Eran unas 15 candidatas… Yo no pensaba ganar, porque eran muy bonitas… Las conocía, casi todas eran compañeras, amigas, del mismo colegio. La fiesta era más o menos como ahora, después se iba a la plaza y también se hacía en el anfiteatro, pero no estaba tan lindo como ahora, era mucho más precario; pero muy lindo, la Fiesta siempre ha tenido su magia", testimonia con alegría y un dejo de nostalgia.
"En ese momento yo era muy joven, me gustaba jugar… No dimensioné entonces eso de haber sido tan importante, me cayó la ficha cuando fui más grande. Esto de ser la primera Paisana, ver las fotos que siempre las veo…" comparte la mujer que también fue modelo por aquellos años, cuando -destaca- junto a sus compañeros de escuela trabajaban mucho para recaudar fondos para sus actividades: "Era un grupo muy unido y trabajador. Hacíamos peñas y los bailes famosos a los que iba todo el pueblo. Y los fines de semana preparábamos empanadas y salíamos a venderlas en bicicleta, que a veces se nos pinchaba (risas). Con todo lo que recaudamos, el último año nos fuimos de viaje a Necochea por 10 días".
Egresada en el ’77, poco después se marcharon al norte. Su abuelo materno, Rosario Pennise, un italiano agricultor que había estado en Jáchal (tuvo bodega en Huaco) y en La Rioja, se asentó en Catamarca. Tenía un buen pasar y quería a la familia junta, así que les ofreció trabajo y casa a sus siete hijos. Y así, esa provincia que había sido sinónimo de vacaciones, se convirtió en su destino.
"Me fui muy enojada, lloré mucho tiempo y estuve como tres años sin salir porque me quería volver. No me gustaba, yo estaba acostumbrada al clima de Jáchal… me hizo mal, hasta que, bueno, me acostumbré", cuenta Silvia, que se recibió de profe, trabajó y tuvo a sus dos varones -Pablo, veterinario; y Agustín, estudiante de Ingeniería- que son su orgullo, saben de su historia y le dicen "la reina madre".
"Nunca corté el vínculo con Jáchal. Cada tanto vuelvo, están mis amigos de la secundaria, que hicimos un grupo de Whatsapp, nos hemos reunido y han venido a visitarme. También la familia paterna, mis primos… Hace poco falleció la última hermana de mi padre, de 93 años. También tengo primos en San Juan, los Pennise", aclara. "Y fui para el aniversario de egresados… ¡Lo que lloré cuando entré de nuevo a esa escuela! Y he ido cuando me han convocado para la Fiesta… En 2017 estuve con la Reina del Sol y de la Vendimia, y no podían creer que me conservara", sonríe la primera Paisana, amante del folclore, cuya foto abre el libro "50 años de Tradición y Belleza", de Juan Carlos Fonzalida y cuya historia sigue viva en memoriosos jachalleros, como Ramón Molina.
"Cada vez que hablo de esto me entra nostalgia y quiero volver… Cuando voy a Jáchal me renuevo, siento ese olor a jarilla… no sé si soy yo la única que lo siente, pero es muy especial. Cuando extraño, tengo que ir. Renuevo ese olorcito a Jáchal y ya me vuelvo bien", concluyó.