Las críticas han aparecido después de meses de información negativa coincidente. Hoy sabemos que todo lo que debía subir baja; y todo lo que debía bajar sube. Hay excepciones. Los medios que crean opinión, luego de la confirmación por parte de la casi totalidad de los economistas profesionales, balbucean que vamos mal. ¿Cómo corregir entonces? Ocultar errores es grave. Por ejemplo el feminismo ha llevado la memoria de las causas a dos y tres décadas atrás, y haciendo públicamente responsables a los acusados de acoso, abuso de poder y crímenes mayores como la violación, instalándolos en los medios para que, en el caso de quedar impunes en la Justicia, no lo sean en el tribunal de la opinión pública. Pero no olvidemos los riesgos terribles de la condena mediática ni al Papa cuando menciona el terrorismo de la palabra. No son tiempos de ocultar. En este río revuelto la hipocresía es un vicio que daña. Si hay alguien que ha contribuido a la cosificación de la mujer y a alimentar patologías, digamos masculinas, han sido los programas de televisión (protagonistas, guionistas, propietarios, avisadores y al Comfer) que han apostado al beneficio monetizable del rating, basado en acosos, cuando no en abusos en clave de risa. Esto es lo actual. Un tema mayor. 

También en la economía hay silencios cómplices que de no haber existido habrían ayudado a quienes, con el silencio del error, se los pretende proteger. El discurso periodístico está en dirección a convertirse en un lenguaje barra brava, tanto para defender a los gobiernos, evitando contribuir a corregir sus errores, como para difamar a los elegidos como enemigos, aunque no lo sean. Se trata del teorema de las fuerzas dividas y de los vectores opuestos. Ahí estamos.

Los argentinos no estamos viviendo un estado de reconciliación. Si no vamos al estado del encuentro, a la reconciliación, nos esperan horas amargas.

Primero "la viga en el propio ojo" y segundo, los buenos deseos. Dice bien el Presidente: lo primero es la verdad. Toda la verdad.

Y la primera, es decir en común dónde estamos: en todo, en la cuestión de la cosificación y en la economía. Estamos aquí. Más allá de haber caído en un tobogán tan largo como queramos. Pero estamos aquí. Esa es la primera verdad. Vamos a la economía.

Un fracaso social interno que se mide por la descomunal pobreza. Un fracaso gigante de la relación económica con el mundo: deudores patológicos incapaces de construir un país de productores y no uno de consumidores. La desigualdad hace que unos consuman (en dólares) lo que el conjunto no puede pagar. Para el gobierno ni la actividad ni el empleo son un objetivo: son una consecuencia. El triple objetivo es déficit cero, baja de la inflación y baja del riesgo país. El instrumento es la congelación monetaria, la tasa de interés y el dólar tablita en la zona baja. Por eso el estancamiento está garantizado. El desempleo abierto y peligroso llegará después. Lo imprescindible, hoy, es recuperar la política y el poder. Y para eso no hay otra herramienta que el encuentro, la reconciliación; y como lo han pedido, qué sorpresa para uno, Guillermo Calvo y Alfonso Prat Gay, un acuerdo, un pacto, una concertación social. Es tan obvio para la economía como lo es un acuerdo para derogar la cosificación de la mujer en la publicidad y la televisión. El acuerdo es posible cuando todos aceptan que algo tienen que ceder. Es obvio.

 

Por Carlos Leyba
Ex subsecretario de Coordinación Económica de la Nación
Extraído del boletín del Instituto de Investigaciones de Políticas y Proyectos Públicos del Círculo de Ministros, Secretarios y Subsecretarios del Poder Ejecutivo Nacional (PEN).