La dependencia a los teléfonos inteligentes (smartphones) se produce por la necesidad de socialización y de excitar el circuito de recompensa del cerebro, revela una investigación.

 

Más que demonizar la tecnología, lo mejor es darse cuenta de lo que pasa cuando abusamos de los móviles y adoptar medidas prácticas que nos ayudarán a controlar sus efectos psicológicos.

 

El uso intensivo de los teléfonos inteligentes no desvela una adicción a los móviles, sino a las interacciones humanas, explica un estudio de la Universidad McGill publicada en la revista Frontiers in Psychology. 

 

Según esta investigación, es mucho más sencillo controlar esta adicción a las interacciones humanas que a la tecnología móvil a través de una serie de medidas prácticas potencialmente capaces de regular las interacciones con los demás. 

 

Según explica uno de los investigadores, Samuel Veissière, en un comunicado de la citada universidad, el deseo de observar y vigilar al otro, como el de sentirse observado y seguido, está profundamente anclado en la naturaleza humana. 

 

Explica que el ser humano es una especie social diferente a cualquier otra que necesita constantemente destacar entre sus semejantes por sus convicciones culturales y comportamientos. 

 

Además, esas  interacciones sociales proporcionan a las personas un sentido a su vida y unos objetivos a conseguir, y de esta forma se construye su identidad, tanto personal como social. 

 

La investigación, en la que también ha participado Moriah Stendel, del departamento de Psiquiatría de la citada universidad, revisó la literatura actual sobre el uso disfuncional de la tecnología inteligente, examinándola desde el ángulo de la evolución. 

 

Constató que las funciones del teléfono inteligente más susceptibles de provocar una dependencia tenían un punto en común: estimulan el deseo del ser humano de establecer vínculos con sus seres más próximos. 

 

Circuito de recompensa implicado 

 

En consecuencia, señalan los investigadores, el teléfono inteligente satisface una necesidad de socialización que es natural y sana. Sin embargo, debido a la amplitud de la conectividad que posibilitan estas tecnologías, el circuito de la recompensa del cerebro es activado por encima de su ritmo natural, y esa anomalía es la que puede engendrar una dependencia. 

 

La necesidad de socialización y de excitar el circuito de recompensa del cerebro por medio del teléfono inteligente, entendido como herramienta de interacción social, puede provocar la necesidad insana de vigilar al otro y de llevar a la hipersocialización. 

 

Es un proceso parecido al que ocurre con los alimentos, que en nuestra época abundan y son accesibles. La necesidad humana de materias grasas y azúcares, vestigio de remotas presiones de la selección natural, puede provocar obesidad, diabetes y problemas cardiacos. Algo parecido ocurre con la necesidad de socialización y los teléfonos inteligentes, señalan los investigadores. 

 

En consecuencia, plantean que en vez de reglamentar el sector tecnológico o el uso de los teléfonos móviles, lo mejor es plantearse cómo usar adecuadamente los teléfonos inteligentes, una cuestión que padres y profesores deben asumir para evitar anomalías enfermizas en el uso de las tecnologías inteligentes.

 

Medidas prácticas para evitar la dependencia 

 

Los investigadores proponen incluso una serie de medidas prácticas que pueden ayudar a gestionar mejor la implicación del circuito cerebral de la recompensa en el uso de los teléfonos inteligentes. 

 

Una de estas medidas consiste en desactivar las alertas y planificar la consulta del teléfono a determinadas horas. 

 

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Proponer a los amigos, familiares y compañeros de trabajo el respeto de un protocolo de uso del móvil, especificando el mejor momento para las comunicaciones. 

 

Y sobre todo, darse cuenta de que la dependencia al móvil sólo es el reflejo natural de tener relaciones con los demás.

 

Fuente: Tendencias Tecnológicas