Pablo Guzmán tiene 29 años y de los 14 trabajó en carnicerías. Esa ocupación era su fuerte. Y era, porque la fuerza que hacía para descargar y cargar medias reses le ocasionó una hernia de disco, luego otra y otra, a las que combatía con dosis inyectables de vitamina B12, hasta que su cuerpo dijo basta y tuvieron que operarlo: placas metálicas y 6 tornillos tuvieron que ponerle en las vértebras de la columna lumbar porque allí se le desarrolló una artrosis, contó ayer. Lo grave fue que desde que lo operaron quedó sin trabajo y ahora tiene suerte si alguien le da alguna changa: "No quieren tener la responsabilidad de ocuparme por el problema que tengo", dijo el joven. Los pesos de esas changas más la ayuda estatal que recibe por sus hijos (un varón de 11 años otro de 1 año y 9 meses, y tres nenas, de 8 y 4 años, más una beba de 6 meses) sirven para tener algo que comer, pero no para mucho más, porque ese poco dinero no les alcanzó para pagar la boleta del servicio clave, la electricidad que compartía con su mamá y desde hace 15 días se alumbran con velas.
Como si estos problemas fueran pocos, Pablo y su pareja Yamila Sánchez (27), sumaron otro mucho más grave la noche del lunes: un incendio que les destruyó todo en el rancho de adobes con techo de cañas y palos que el propio dueño de casa levantó unos 5 años atrás en la calle Maurín, metros al Sur de Quiroz, en la Villa Mascarelli, Rawson.
La humilde familia está convencida de que un gato que tienen de mascota pudo arrojar contra algún mueble o algún material inflamable la vela que habían dejado encendida mientras estaban en la casa de la madre de Pablo, que vive al lado.
Fue el padrastro del joven quien le avisó que había fuego en su casa a eso de las 20 del lunes. "Cuando quise abrir la puerta del frente no pude por el fuego y cuando abrí la del fondo, salieron las llamas, fue impresionante", contó ayer.
Dos heladeras, dos televisores, una cama matrimonial, otra más pequeña y una cucheta, un ventilador, un equipo de música, muebles y toda la ropa, el calzado y los documentos de la familia fueron destruidos por ese incendio, propagado con facilidad por las cañas, los palos del techo y todo el material inflamable que había en esos dos ambientes, una cocina comedor y un dormitorio.
"Cuando llegaron los Bomberos ya no se podía hacer nada, sólo apagar el fuego. Yo no quiero que me den nada, lo único que pido es un lugar donde poder alquilar por acá cerca para que mis hijos no pierdan la escuela hasta que nos podamos componer", dijo ayer el joven.