Miguel Vilanova, con casi 45 años de carrera en sus espaldas, es uno los máximos referentes actuales del blues argentino. Con su guitarra viajó por Europa, Asia, Sudamérica y Estados Unidos repartiendo amistad, melodías e importantes cruces culturales de una punta a otra del planeta. El histórico "Botafogo" fue uno de los miembros del legendario Pappo’s Blues, también de Engranaje, Avalancha, Durazno de Gala y muchas otras formaciones virtuosas. Con una destacada reputación internacional, desde 2008 figura como Don Vilanova y en su gira incesante por el país, regresará a San Juan después de mucho tiempo para compartir con los melómanos su exquisito repertorio solista. Previo a la cita de esta noche, el músico habló con DIARIO DE CUYO.
– ¿Qué cosas te mantienen conectado con San Juan?
– Hace muchos años se presentó en Uruguay un muchachito. Vio un show mío, se acercó, me dijo que era un pianista de San Juan. Lo invité a mi casa a que escuche a los pianistas auténticos del blues. Le presté mi colección de cassettes. Un mes después, me llamó y me dijo que había sacado todos esos blues que había escuchado de los cassettes y cuando lo invité a una tocada en Buenos Aires, se convirtió en un pianista de blues alucinante. Tiempo después, me invitó a conocer San Juan, descubrí ese enorme órgano de tubos (del Auditorio Victoria), tocamos ahí y fue algo hermoso. Fue conmovedor vivir esa ciudad tan dinámica, tan llena de arte. Hace años que no voy así que tengo mucha alegría e ilusiones por volver. No recuerdo ahora su nombre… Si él lee esta nota, seguramente me llamará. Ojalá haya podido desarrollarse como músico.
– Tantos años de militar el blues por el mundo, ¿en qué etapa artística te encontrás?
– Estoy a días de cumplir 45 años de andar en la ruta. Siento que soy un privilegiado. Cuando hablamos del chaqueño Oscar Alemán, de Manal y comprobar 50 años después que esas melodías siguen tan vigentes, me hace sentir orgulloso de nuestro rock y de nuestro blues argentino. Pese a que el éxito comercial me ha faltado, me considero igualmente exitoso porque me convertí en un trabajador de la música en nuestras rutas, en los bares, en los teatros. A mis 62 años, me quedan pocos caramelos en el frasco, pero he disfrutado tanto y no sé si puedo pedir más, porque hice lo mejor que pude.
– ¿Qué mirada tiene del blues que se practica en la provincias?
– En todos lados hay movidas de blues. Hay jóvenes extraordinarios que vienen en camino y que ven al blues con buenos ojos. Se dan cuenta que les permite expresar, componer, desarrollarse con sus instrumentos. Se dan cuenta que no es soplar y hacer botella, sino que deben estudiar, que deben prepararse con un maestro. Que deben aprender melodía, armonía, formas y acordes. Las nuevas generaciones le dan valor y la toman como plataforma para lanzarse a otras formas musicales, con una identidad propia y de cada región.
– ¿El blues argentino goza de buena salud?
– Me encantaría ver un programa de la TV Pública de rock argentino. Juan Alberto Badía fue un importante difusor. Era muy generoso porque invitaba a las bandas de numerosos estilos. Él amaba el blues. Le daba un espacio muy respetuoso. Nos hace falta un espaldarazo así en la televisión actual, para que tengan acceso los músicos de todas las provincias, que sea un ciclo federal de rock para todos los argentinos. El rock y el blues es legítimamente nuestro, es parte de nuestro folklore. Lo digo así porque me enseñaron que una manifestación cultural que se mantenga por más de 50 años, se gana el derecho de ser considerado como folklórica. El folklore no es sólo boleadoras y espuelas.
– ¿El espacio dejado por Pappo es difícil de llenar?
– Sí, claro, desde luego. Pappo es una pieza única, es como hablar de Diego Maradona, Piazzolla, Fangio, Spinetta o Perón. Son personajes irrepetibles. Pappo dejó enseñanzas impresionantes y en su conducta como artista. Recuerdo que en su campera de cuero guardaba su libreta en la cual, a sus 55 años, anotaba frases, ideas; con el grabador, guardaba sonidos de su boca y después los practicaba en la guitarra. Siempre estaba conectado con la creatividad. Escuchaba y aprendía de otros músicos, les daba oportunidad a los nuevos. Aunque a Pappo no lo tengamos hoy, hay miles de Pappo’s en todo el país dando vueltas.
– Cuando dejaste de ser Botafogo para transformarte en Don Vilanova, ¿hubo un antes y un después en tu trayecto?
– Un poco sí. Cuando murió Pappo, decido dejar de llamarme Botafago, porque él me había bautizado así. He preferido dejarlo con sus cenizas, más allá que sea casi imposible abandonarlo. Uso el apellido de mi padre para homenajearlo. Toda su vida fue peón de campo, apenas sabía leer y escribir, pero me enseñó valores, rectitud en la vida, amor al prójimo, ayudar al otro, trabajar con ahínco y felicidad. Pero también representa esta etapa de mi vida, en la de ponerse los pantalones largos y convertirme en solista. A pesar de la disolución de Durazno de Gala, continué por este camino y me dedico a mis temas, mis canciones, mis letras y mis grabaciones. Es un intento de decir "Acá estoy y vengo a ofrecer".
– Con la edad, ¿te has puesto más sentimental para interpretar?
– Sí absolutamente, cada nota, cada acorde, cada clima que se forma, hay una química única e irrepetible que la capto y la capitalizo; se la dedico al maestro, a mis padres, a mi mujer, a mis hijos. A esta edad, ya empiezo a vivir de regalo. Todo arte nos lleva a un lugar íntimo, donde vemos nuestras luces y nuestras sombras. Víctor Jara decía que sólo el tiempo y el pueblo dirá si he llegado a ser un artista, por eso, es un trabajador de la música. Esa frase me parece maravillosa y la hago propia. Si la música me convierte en mejor ser humano, entonces la función se cumplió.
DATO
Don Vilanova (Botafogo) se presentará esta noche a las 22 en Jardines del Auditorio Victoria (Mayo y Urquiza). Entradas anticipadas $350 en Hoffman Instrumentos, Cultura Under y Tarjeta DATA.