A Isabel II le atraían los vehículos a motor desde mucho antes de ser reina, cuando todavía era la princesa de Windsor. Fue durante la Segunda Guerra Mundial que Isabel, por pura insistencia personal, se unió como subalterna en el Servicio Territorial Auxiliar de Mujeres, donde aprendió el oficio de la mecánica y de la conducción de camiones.
Varios documentos demuestran su compromiso con la tarea y su determinación para actuar en caso de necesidad, ensuciándose las manos para intervenir en la mecánica de los vehículos medianos.
Había algo en sus genes. Su padre les había enseñado a conducir a ella y a su hermana, la princesa Margarita, en los territorios del Castillo de Balmoral, la residencia de descanso de la corona británica en Escocia.
