“Vamos a tratar de potenciar el producto fútbol argentino”. Claudio Tapia le marcó a DIARIO DE CUYO en la entrevista de agosto del año pasado cuál era uno de sus objetivos principales como mandamás de la AFA. Desde que arribó el sanjuanino al sillón que ocupó Julio Grondona durante más de tres décadas, la premisa desde la casa madre del fútbol fue agregarle a las acciones exclusivas dentro del campo de juego, un contexto más ameno. Sumarle “circo”, espectáculo, ingredientes para que sea más atractivo de observar, en la Argentina pero también apuntando al exterior, sabiendo que en esas latitudes hay un negocio más que interesante. Pensando en esto, la histórica Supercopa Argentina del miércoles en Mendoza fue el punto máximo de esa premisa que declamó Tapia y que en esta ocasión sirvió de muestra para comprender que es viable. Claro que el destino tuvo su guiño al hacer cruzar a los monstruos del país (Boca y River) definiendo un título cara a cara como solo había ocurrido una vez en el pasado, allá en el lejano 1976 por el Nacional.
Al partido de 90″, en esta ocasión escaso de grandes dosis de buen juego pero repleto de tensión y adrenalina, se le anexaron todos los ítems que se pueden brindar. El primero y que hace un superclásico distinto a cualquier otro derby del mundo estuvo en las tribunas con el público. Mendoza estuvo “sitiada” durante la noche del martes y todo el miércoles por la inmensa cantidad de foráneos que llegaron a alentar a su equipo. 42 mil espectadores colmaron el estadio, prolijamente dividido en partes iguales. Hubo bengalas, banderas de grandes tamaños, y no ocurrió ningún problema. La llegada y salida de los hinchas fue sin ningún incidente de consideración. Cada uno tuvo su “fiesta” en la tribuna y al ser sin inconvenientes, la intención de Tapia que vuelvan los hinchas visitantes post Mundial toma cada vez más fuerza. En una actualidad donde la tolerancia al festejo rival es casi nula, ver cómo los hinchas de Boca se fueron sin generar problemas alimenta la ilusión de volver al pasado con las dos parcialidades. En definitiva, el gasto económico inmenso que representa montar un operativo policial como el del miércoles con 1.500 efectivos debe tener su resonancia en este sentido.
Tanto las actuales dirigencias de la AFA como la Conmebol siempre ven en la UEFA un espejo a mirar. La final de la Champions es un espectáculo digno de imitar y por eso desde hace un par de años en la Copa Argentina y en la Supercopa Argentina, la empresa organizadora, Torneos, buscó sumarle show en la previa. En el Malvinas hubo un popurrí de hechos para amenizar la espera desde dos horas antes al pitazo inicial de Patricio Loustau. Se implementó un locutor para que anime a los fanáticos y en Mendoza hubo ilustres desconocidos que patearon desde mitad de cancha buscando el gol, todo promovido por el sponsor principal de Boca y River, el Banco Francés. La música dijo presente por triplicado: hubo duelo de DJ con las canciones que cantan cada partidos las hinchadas, el Himno nacional fue entonado por Marcela Morelo (Ulises Bueno lo hizo en el penúltimo partido de la Selección argentina como local por Eliminatorias) y en el entretiempo todo se hizo más ameno con la cumbia de Los Totora. Justamente la música, con un sonido ultra potente digno de un recital de AC/DC, fue el sonido ambiente en el ingreso de los equipos para la Supercopa. A ello se le sumó un juego de rayos láser en el campo de juego más que interesante.
En el post partido también se vio la idea europea de las consagraciones. Se armó al mejor estilo Champions o Súper Bowl, un escenario para la premiación en el centro del campo. Los papelitos ya son un clásico en los festejos por estas latitudes cuando levanta la copa el nuevo campeón.
Y el miércoles fue un espectáculo en sí mismo observar la vuelta olímpica de River sin invasión de hinchas ni “intrusos”. Sólo los verdaderos protagonistas tuvieron su momento esperado, con los celulares haciendo la escenografía todavía más hermosa.
La Supercopa Argentina en su edición más célebre y que se recordará por muchas décadas por sus contrincantes, resultó un verdadero éxito. Porque como en todo éxito deben confluir muchos ingredientes para ese resultado final. En este caso, con el plus de vivir el clásico más pasional y atractivo del planeta.