En las caras de los padres se reflejan el agotamiento y la esperanza. Muchos tienen los ojos cerrados, están sumidos en sus pensamientos y rezan por sus hijos, que ya llevan perdidos más de una semana. Un monje budista dirige la oración cerca de la entrada de la cueva en las montañas en el norte de Tailandia. Un plástico azul protege a las familias de la lluvia. Por todas partes hay un lodo entre marrón y rojizo.

 

Si bien hasta ahora no hubo señal de vida del equipo de futbolistas adolescentes encerrados en la cueva, muchos se aferran a la esperanza y las afirmaciones de las autoridades de que todo saldrá bien. Los responsables destinan todos los recursos disponibles en la búsqueda, que hoy se intensificó al sumarse expertos internacionales. Australia envió seis policías que tienen experiencia en buceo en cuevas, según indicaron las autoridades australianas.

 

También de Myanmar y Laos se han sumado apoyos a los que ya había sobre el terreno, entre ellos 32 efectivos del Ejército estadounidense, así como tres buzos británicos y un experto en cuevas de Reino Unido, además de cinco de China.

 

Con todo, la mala coordinación hasta ahora y la falta de experiencia con el manejo de situaciones de desastre generan dudas hasta entre los optimistas.

 

El Gobierno cuenta con unos 1.000 socorristas en el lugar, afirma el gobernador de provincia Narongsak Osotthanakorn. Pero nadie sabe de acciones de búsqueda en cuevas. "Nunca antes hubo una situación así en nuestro país. No estamos preparados para esto", reconoció.

 

El tiempo corre en contra de los desaparecidos. A pie, en helicóptero y con drones se busca sin descanso otra entrada a la cueva. Los buzos también exploran sin parar, pero se desconoce dónde está el grupo.

 

El sábado de la semana pasada, los jóvenes futbolistas y su entrenador ingresaron en la cueva Tham Luang-Khun Nam Nang Non en la provincia de Chiang Rai. Una decisión fatal. Con unos diez kilómetros de largo, es una de las cuevas más grandes del país. Y es peligrosa. Justo ahora, en época de lluvias, las inundaciones pueden volver intransitables los pasadizos e imposible la salida al exterior.

 

Justamente eso es lo que les pasó al parecer a los adolescentes de entre 11 y 16 años y su entrenador. Todos eran de la zona fronteriza con Myanmar y ya habían visitado la cueva antes, según familiares y amigos. Los riesgos de una salida así les tendrían que haber sido por tanto conocidos. ¿Los subestimaron esta vez?

 

Una madre había dado la alarma el sábado por la noche cuando su hijo no regresó del fútbol. Las bicicletas de los jóvenes fueron detectadas a la entrada de la cueva. Los equipos de búsqueda encontraron dentro de ella el martes impresiones de las manos y pies de los desaparecidos, lo cual evaluaron como pruebas de vida. Sin embargo, desde entonces, no apareció nada más. También se encontraron zapatos y mochilas, lo que significa que los jóvenes no llevan alimentos consigo.

 

Los médicos tailandeses afirman que los jóvenes podrían sobrevivir una semana, partiendo de la base de que estén secos y tengan agua para beber. Con cada día que pasa, las posibilidades de que hayan sobrevivido son más escasas. Por otra parte, nadie quiere hablar abiertamente en Chiang Rau sobre la posibilidad de que hayan muerto ahogados, una hipótesis por demás plausible.

 

 

En el escenario del drama impera el caos. Padres y socorristas son aislados, las autoridades brindan informaciones escasas y en no pocas ocasiones contradictorias. La operación de búsqueda parece mal coordinada. Un ayudante dice que no hay mapa oficial de la cueva, por lo que los distintos equipos trabajan con diferentes mapas.

 

Así y todo, pocos tailandeses expresan su frustración sobre los lentos trabajos de rescate. Una actriz que opinó que en cualquier otro país habrían encontrado a los jóvenes rápidamente fue víctima de fuertes críticas en las redes sociales. La gran mayoría mantiene viva la esperanza con canciones, dibujos u oraciones. "Siempre espero buenas noticias", escribió un usuario en Twitter. Al igual que los padres que esperan en el lodo de la cueva Tham Luang, muchos sólo pueden pensar en un final feliz.