Las grandes potencias no pierden de vista sus estrategias geopolíticas para acrecentar el poder internacional, aunque el mundo se encuentre padeciendo una pandemia sin conocer cuál será la salida y cómo enfrentar la situación socioeconómica que se avecina, de por si dramática. Sin embargo grandes proyectos, como los de la carrera espacial siguen su curso y nuevamente enfrentan a Estados Unidos y Rusia en la conquista cósmica, ahora ante los planes internacionales para el estudio integral de la Luna, a fin de determinar el potencial de los recursos que podrían ser explotados.

Todo comenzó en abril último cuando Donald Trump firmó una disposición autorizando la explotación comercial de la Luna y otros cuerpos celestes ganados por EEUU en la exploración espacial. El decreto estadounidense da a entender que ese país es libre de aprovechar esos recursos porque no los considera un bien común global, detonando así una bomba de intereses cruzados con impacto en Rusia, China, la Unión Europea y otras naciones, como la India, con capacidad para acceder al reducido grupo de países con planes espaciales en marcha.

Rusia ha señalado que no está dispuesta a renunciar a ninguna ventaja en la nueva carrera a la Luna y no va a hacer ninguna concesión y menos permitirá la "privatización" lunar sino todo lo contrario, mantener la preservación como satélite de la Tierra. La visión del Kremlin, que parece la más lógica, es la de considerar al espacio exterior como un dominio público de la humanidad, y debe estar amparado por el derecho internacional, una figura legal parecida al estatus que rige en la Antártida para observación y estudios, pero sin tocar la riqueza y la biodiversidad del continente blanco.

Actualmente hay varios proyectos lunares, fuera de los de EEUU, siendo los rusos los más avanzados y con fechas de concreción como el envío de la nave Luna-25, el año que viene, para seguir luego con el complejo orbital Luna-26 en 2024/2025 y después con la estación Luna-27 para hacer perforaciones de estudio en la superficie selenita. Y no piensa pedir permiso a los norteamericanos para sus investigaciones científicas, dicen. Por eso Moscú rechaza enfáticamente los planes de Trump para la exploración comercial de la Luna y demanda un estudio y evaluación legal en el plano internacional.

En Rusia evalúan los planes espaciales de Washington con el mismo procedimiento de las invasiones estadounidenses a Irak y Afganistán. Ahora van por la Luna sin importar los otros proyectos internacionales como la instalación de una estación orbital o una base en la superficie, según aseguran los rusos.