Completamente desamparada. Así está Jésica Lorena Ortega, de 32 años, luego de que su expareja la echara de su casa. Incluso llegó a dormir debajo de un árbol durante una noche cerca de la vivienda en Chimbas, junto a sus hijos, tres niños que no llegan a los 15 años. Encima, uno de ellos tiene una grave discapacidad, pues padece una enfermedad que generalmente se expresa con un acortamiento de los huesos largos y una debilidad generalizada de todo el sistema óseo.
El martes en la mañana, la madre del exnovio se presentó a la casa familiar con el objetivo de desalojar a Jesica. Su hijo le había pedido que fuera ella quien se lo comunicara debido a que él estaba con otros asuntos. No era la primera vez que lo hacía, ya que veces anteriores todo terminó en insultos, agravios y nada más, pero en esta oportunidad no fue así. El plan era tirar abajo la pequeña y por demás precaria habitación -ese nombre le cabe sólo por definición, pero no porque sea un espacio dignamente habitable- en que Jésica se alojaba con sus tres niños.
La discusión escaló a mayores y Ortega tuvo la certeza de que todo iba en serio. Hacía un mes y 10 días -lo recuerda perfectamente- que las peleas relativas a la relación iban creciendo y los resultados podían ser demasiado nocivos para la psiquis de los menores. Según contó ella, el hombre era más que un aficionado a las bebidas alcohólicas, por lo que en reiteradas ocasiones llegaba a la casa ubicada en el Loteo Almirante Brown, borracho y, violentamente, se dirigía al habitáculo de Jésica. Lo cierto es que nunca hubo golpes debido a que ella consiguió un candado y se encerraba.
El miércoles pasado, las hostilidades llegaron a su punto cúlmine: cuando la madre de los tres hijos llegó a casa, tenía un pequeña parte de sus cosas en la puerta de entrada. Concretado el desalojo, era la noche y Jésica no logró imaginar ninguna solución inmediata. Tomó los pocos bártulos y caminó. Encontró un árbol de la especie conocida como Aguaribay o Pimiento, y se puso debajo, junto con sus hijos, dándole el mejor lugar posible a Tobías Ortega (14), el más grande y quien padece displasia esquelética y transtornos en la tiroides. Los dos restantes, Amuro (12) y Bruno (10) se acomodaron en la tierra al costado de la calle. La mujer no durmió, pensó en qué haría con las 3 almas que la acompañan y que crió prácticamente sola: fueron fruto de una relación precedente y el progenitor no quiso hacerse cargo.
Venturosamente, dentro del complejo nudo conflictivo, una idea surgió: pedir ayuda a una amiga que le dio asilo momentáneo. Actualmente está allí, sólo con lo puesto, y su ex la increpa para que retire algunas cosas de ella que quedaron en el "ranchito": una heladera y ropa. Está sola, su familia paterna y materna no le prestan ningún tipo de ayuda ni pretenden hacerlo. El ingreso económico del que se vale es el cobro del programa Ellas hacen y las AUH de los hijos. No obstante dice que puede pagar el alquiler de una habitación o una cuota del IPV.