Cuando escuchamos a quienes insultan y se enojan con el FMI, esas personas deberían hacerse una pregunta: ¿Nosotros fuimos a buscar al fondo o el fondo nos vino a buscar a nosotros? La respuesta es similar a la de una persona endeudada y un prestamista. ¿Quién busca a quién? Todos sabemos la respuesta. Fuimos a rogarle al fondo que nos diera 40 mil millones de dólares para rescatar las Letras del Banco Central -Lebacs- en 2019. Argentina estaba endeudada. Los dólares fueron a pagar deuda y salieron inmediatamente del país. Y aquí surge otra pregunta: ¿Por qué nos endeudamos tanto? El trampero no busca al pájaro. El pájaro busca la comida que hay dentro del trampero. ¿Y cuál es el trampero? Por favor no se diga que en este artículo se niega la tecnología.
Cuando compré mi último celular, que todavía lo conservo, me costó $62.000 y en el box de al lado había una mujer que compró a su hija, no mayor de diez años, un celular de $160.000. Tampoco este escrito va contra la libertad de nadie. ¡Por favor, no se diga eso! .
Una cosa es la conectividad y otra bien distinta es el efecto emulación o imitación a las grandes potencias y la utilización de la tecnología en su mayoría como recreación.
En reuniones familiares y sociales, la palabra siempre la tienen los que vienen de Europa o Estados Unidos y cuentan de qué va la cosa por allí. Nosotros embobados escuchamos como soñando el día de poder llegar hasta esos lugares o al menos a disfrutar de su tecnología. Los jóvenes en muchos casos quieren emigrar. Cada vez se piensa menos en los lugares del interior de nuestro país. Si viajamos al interior, nos gusta husmear los lugares que están al nivel del turismo internacional. Eso está perfecto. El problema es si te alcanza la plata. Y mucho peor, cómo ganaste la plata que te permite hacer todo eso. Por qué carriles circula esa plata.
Si te vas a Roma en primera clase y cobrás en tu trabajo U$S 4.500 por mes, es decir tres millones seiscientos mil pesos al cambio de hoy, no te alcanza ni para el pasaje porque sale 5.000 euros. Y nadie controla. Ninguna institución oficial argentina va a controlar a alguien que no hay que controlar. Eso sí, hay que desplumar a los que están inscriptos en todo y no les alcanza ni la propia vida para pagar. Este efecto emulación o imitación del que hablábamos, de las personas que erráticamente viven en países como el nuestro, hacen que nos hagamos proclives a consumir las mieles del primer mundo a como dé lugar. Y si estás cerca del poder corrupto la cosa es muy fácil. Nadie irá preso.
NADA ES GRATIS
El problema es que no es gratis para el país. El pájaro ya está en la jaula. De ahí en más los ruegos de las autoridades de economía a Kristalina Georgieva inundarán los diarios y finalmente el moño final: la fórmula de interés compuesto que aplican los bancos e introduce al pájaro en una jaula de la que no saldrá más. Qué bien que la hicieron los banqueros en 1913 con la fórmula de multiplicación del dinero. Y qué poco entendemos los ciudadanos la relación entre la cultura y la plata.
Si sos antivacuna, tenés que saber que la primera vacuna se creó en 1913. Y no es una fórmula química. Es una fórmula matemática. Pido perdón por este comentario a todos los que nos dieron tantas vacunas que hoy salvan vidas. Ahora nos dicen que si no avanzamos con la inteligencia artificial, no nos va a entrar ni una gota de aire por la garganta. Y hasta en los claustros académicos de las universidades, ocupa un lugar preponderante la inteligencia artificial y la tecnología 5G. Aumentará la velocidad. Está muy bien. ¿La lucidez y sabiduría de nuestros estudiantes? Pero pagamos un pimiento rojo en la verdulería a $1.000. ¿No es absurdo?
Nosotros somos los pájaros que vamos a buscar el fondo monetario. El trampero y el alpiste lo ponen otros. El alpiste es la zanahoria que nos lleva hacia la fórmula de interés compuesto que aplican las instituciones de crédito. Somos periféricos y queremos ser centrales. Por buscar la tecnología de distracción, estamos perdiendo los recursos naturales. Es con lo único que podemos pagar, porque tampoco hemos fomentado ni pensado lo suficiente la cultura del trabajo en sus nuevas formas realmente productivas.
Por el Prof. Alberto Darío Escales