Este es uno de esos proyectos que tiene resultados mucho más satisfactorios que los que cualquiera imaginaba. Será, según piensan los involucrados, porque todos los voluntarios que participaron lograron aprender de la mano del otro.
Todo empezó con una propuesta desde la oficina de Extensión de la Universidad Católica de Cuyo y su coordinadora, Natalia Brizuela, quien a su vez es profesora adjunta de la Cátedra de Psicopatología del Adulto y el Geronte, en el 3¦ año de la carrera de Psicología. La profesional les sugirió a sus estudiantes "hacer algo, apelando a la conciencia social y lo más humano de las personas: interesarse por el otro”.
Así veintisiete alumnos llegaron a la Clínica de Psicopatologías Santa Lucía, un ámbito conocido por ellos porque hasta allí fueron a hacer sus prácticas de cátedra, entrevistando pacientes y elaborando diagnósticos para aprobar algunas materias. Pero ahora volvían con una propuesta diferente: Acercarse a los pacientes para convertirse en "socios” de un proyecto solidario que tendría como destinatarios a la decena de niños con los que actualmente trabaja Casa Cuna, entidad que se ocupa de dar contención y "asilo” a niños de todas las edades que por decisión de la justicia están momentáneamente separados de sus familiares directos y en "guarda” hasta que se tome una decisión. Luego de dos meses de trabajo en conjunto, el próximo martes, ambas partes del proyecto "Construyendo lazos de solidaridad” harán entrega de un cargamento de juguetes realizados con material reutilizable para los chiquitos.
Manos a la obra
En agosto pasado se empezó a delinear el proyecto. La propuesta tenía algunas reglas que cumplir, pero mucho por aprender.
Es que el trabajo de Extensión Universitaria es voluntario y por lógica, no tiene calificación para quien lo realiza (aunque los participantes sí reciben una certificación que engrosa sus antecedentes académicos). Sus objetivos son acercar a los futuros profesionales con esa realidad que muchas veces queda fuera del ámbito académico. Es una actividad de conjunto que se plantea desde el compromiso, explica Natalia Brizuela.
De los 130 alumnos de la cátedra, 27 se sumaron. Así dos veces por semana y divididos en grupos llegaban a la clínica para cambiarle la rutina a Antonia, Rosa, Kevin, Sandra, Angel, José, Eliana, Norma, Leandro, Mirta, María Rosa, Manuel, Yolanda, Gabriel y Federico. Al menos por dos horas cada día.
"Fue una experiencia maravillosa para todos porque nos conectamos con el lado más humano del otro, con la posibilidad de escuchar necesidades y establecer vínculos más allá de un diagnóstico, más allá de un apunte de estudio, sino desde el objetivo común de hacer felices a los niños”, dice Brizuela, feliz de los resultados.
La iniciativa que se extendió hasta fines de octubre consistió en armar juguetes reciclados con materiales reutilizables. Para eso no solo tuvieron que pensar en los objetos convenientes no solo para bebés, sino para niños hasta los 10 años, hacer el listado de materiales necesarios (que ayudó a solventar la universidad en parte ya que otros fueron recolectando para reutilizar), investigar en la construcción de cada regalo, pero a su vez, idear mecanismos para poder lavarlos y esterilizarlos, y además buscar estrategias para que no se conviertan en elementos peligrosos si es que un botón se sale o alguna pieza es muy pequeña y corre el riesgo de ser tragada. Claro y además construir cada juguete, etapa de laborterapia que fue fundamental para los pacientes. De hecho y según asegura la docente que llevó adelante el proyecto con ayuda de su colega Cristina Noguera, los tratamientos por los trastornos de estado de ánimo, tal como se le llama en la jerga psiquiátrica, se vieron enriquecidos por la oportunidad de hacer algo por otro y sentirse importante, eso sí siempre mate, charla y radio de por medio. "Eso es un logro enorme”, reconoce.
Este martes 7 de noviembre, un grupo de estudiantes y un grupo de pacientes llegarán hasta Casa Cuna, edificio colindante con el Hospital de Niños Juan Carlos Navarro, para hacer la entrega de móviles, pelotas de trapo con cascabeles, juegos de encastre, trenes y autitos, sonajeros con botellas, muñecos de tela y títeres, inclusive una biblioteca con libros infantiles donados. No hace falta decir, que la ansiedad porque llegue ese momento invade a todos los protagonistas de esta sencilla y humana acción solidaria. Actualmente hay entre 8 y 10 chicos de diferentes edades -que a su vez pasan sus rutinas junto a los chiquitos cuidados en la Guardería del centro de salud- que esperan felices sus regalos.
Se va la segunda
Los juguetes no son el primer trabajo en conjunto entre pacientes de la Clínica Psicopatológica Santa Lucía y estudiantes de la Universidad Católica. Hace un año hicieron otra labor en conjunto armando plantines y resembrando los canteros del centro de salud, además armaron instrumentos musicales entre todos y dieron un concierto. Pero esta vez, decidieron entre ambas partes, ayudar a un tercero que lo necesite y coincidieron en los más pequeños de Casa Cuna.
El motor del proyecto
Además de los pacientes, en su mayoría mujeres, aunque los hombres también se sumaron al trabajo (NdR: a los que se identifica en la nota con sus nombres de pila), el grupo de estudiantes que fue parte de la iniciativa estuvo conformado por Julieta Cepeda, Noemí Quiroga, Natalia Tejeda, Cecilia Sánchez, Pilar Gallastegui, Carla Núñez, Cindy Caputto, Santiago Cabrera, Miguel Sabio, Agostina Castro, Camila Vergara, Josefina Quiroga, Luciana Lozada, Valeria Faillá, Ana Chacón, Karina Sgros, Paula Luján, Valentina Mercado, María José Riveros, Rocío Sánchez, Agostina Roldán, Abril Patil, Erika Ruarte, Antonella de Nardi, Agustina Molla, Catalina González, Josefina González, Trinidad Romero, Paula Saffe, Emmanuel Soriano, Pablo Sillero, Mariana Guzmán y Mariana Tapia.
Fotos: colaboración Comisión de Extensión de la UCCuyo