Educando a Nemo: esta película es una profunda reflexión de la necesidad de educar emocionalmente a nuestros hijos.

 

Todo el mundo lastima. No es sólo el título de una canción (R.E.M., Everybody Hurts, 1993). Es un sentimiento de vulnerabilidad común a todos los humanos. La alegría y el dolor nos hermanan en los extremos. La alegría como sentimiento de júbilo y el dolor emocional como experiencia subjetiva, nos permiten sentir los lazos de humanidad que nos unen. La gran diferencia es que la alegría es esencialmente expansiva y se manifiesta en el estado de ánimo o en la tendencia a la sonrisa. El dolor emocional, en cambio, expresa una herida psíquica que nadie ve. La risa visibiliza nuestras alegrías, pero hay una tendencia a reprimir o esconder el dolor emocional. Como si el llorar nos hiciera más débil y evitar el dolor más fuerte. Tarde o temprano, la vida nos demuestra que el dolor se podrá negar o esconder, pero no se olvida. Hay frases que repetimos como patrones universales que poco ayudan en este sentido: "Los hombres no lloran"; "Niño, no llores ya se te pasará el dolor"; lo mismo cuando terminamos una relación afectiva. "No llores, nada es eterno, ya llegará un nuevo amor". La sociedad, tal vez con buenas intenciones, nos ha educado para la negación emocional. Y lo que es peor aún, solemos repetir ese patrón negador, en nuestras casas y en las escuelas. De allí, la importancia de la educación emocional en el aula.

EDUCANDO A NEMO

Nemo, el personaje central de la inolvidable animación infantil de Pixar, es un pececillo que nació con una discapacidad física. Tenía una aleta más pequeña que le impedía nadar como el resto de los peces. Su abnegado padre, tal vez demasiado protector y una escuela un poco ajena a las burlas que padecía, no parecían hacerle la vida más fácil. 

Pero toda la película es una profunda reflexión de la necesidad de educar emocionalmente a nuestros hijos. La traigo a colación porque Nemo representa lo que debemos evitar en la educación de aquellos. Ni padres asfixiantes ni escuelas ausentes de los problemas que sufren los alumnos. Para evitar esto debe existir una sinergia entre familia y escuela en la educación de nuestros hijos. Nos interesa que aprendan los contenidos curriculares, pero mucho más que aprendan valores para la convivencia y virtudes morales que harán de ellos personas de bien. Para eso, debemos enseñar a nuestros alumnos a poner en palabras y gestos, el dolor invisible a los ojos. ¡Cuánto maltrato infantil, violencia intrafamiliar, acoso escolar o bullying, e incluso suicidios podrían evitarse!

TODO EN EDUCACIÓN, ENSEÑA

Una vez pregunté en una conferencia que di sobre Educación Sexual en las Escuelas, en la ciudad de Rosario, ¿quién quería un joven genio en las matemáticas en su casa, pero violento con su novia? La respuesta, como han de imaginarse, fue unánime. Pero lo que más me alegró, fue que todos los participantes eran docentes de distintos niveles. A ellos estaba destinado el curso. La conclusión fue fácil: eduquemos entonces a Nemo y a quienes pueden hacer a Nemo la vida más difícil de lo que ya es: sus propios compañeros. Eduquemos en el amor y no en el placer pasajero. También la burla es placer fugaz que da la espalda al amor y a la solidaridad. Eduquemos en la paz y no en el odio a las diferencias. Enseñemos que quien te quiere te busca y acepta como eres. Eduquemos en la aceptación del otro que les permita sentir y expresar que, aunque no esté de acuerdo con lo que dice, defenderá su derecho a decirlo. ¡Cuánta intolerancia y discurso de odio nos evitaríamos! Pensándolo bien, en algún punto, aunque ya adultos "todos somos Nemo".

 

Por Miryan Andújar
Abogada, docente e investigadora
Instituto de Bioética de la UCCuyo