Oportunamente Mariano Grondona ("La Corrupción", Editorial Planeta) nos explicaba que los Estados Unidos eran en sus comienzos un país económicamente subdesarrollado respecto a Inglaterra, pero su prioridad fue establecer una Constitución y cumplirla. No fue una decisión explícitamente económica, pero la seguridad institucional generó el clima dentro del cual surgiría el desarrollo, por lo cual podemos llegar a inferir que la organización política del Estado es la clave de su desarrollo económico.
Hemos llegado a establecer que el problema principal de la generalización de la corrupción es que genera cierta resignación y falta de incentivación.
Parte de la sociedad cree que la corrupción es un modo habitual del comportamiento de sus dirigentes. La reiteración de episodios de corrupción, la exhibición de poder y riqueza de dudoso origen, anulan la capacidad de reacción. Nos comentaba un colega chileno que cuando era niño por su falta de instrucción o desconocimiento, llegó a pensar que esos señores de autos lujosos, con afán de poder, eran seres superiores, a quienes les estaba permitido todo, de tal forma que si hacían cosas incorrectas muchos lo admitíamos como algo que era correcto, si bien yo no lo entendía, ni lo comprendía. Es decir que por resignación, falta de educación o instrucción, es una realidad que mucha gente e inclusive, naciones enteras, admitan este tipo de situaciones, dado que lo habitual pasa a ser algo rutinario y en definitiva, aceptable. Lo peor es que se va generando un caldo de cultivo para ciertos comportamientos, con mayores ansias de poder y por lo tanto, mayores abusos que provocan situaciones y sistemas de corrupción extremos.
"Hay muchos países -en la mayoría de los casos los desarrollados- en que hay una intolerancia a las sospechas de corrupción"
Sin embargo, no todo está perdido, porque hay muchos países -en la mayoría de los casos los desarrollados- en que hay un grado de intolerancia a las sospechas de corrupción. En Suecia, por ejemplo, un ministro de Economía fue procesado porque se atrevió a informar que una firma que él conocía podía realizar una obra que debía adjudicar otro departamento del gobierno.
Por el contrario, en la mayoría de los países subdesarrollados y en vías de desarrollo, como en el nuestro, hay una alta tolerancia. Los relatos de "Robo para la corona", "Los dueños de la Argentina", "La Argentina Devorada", "El jefe" y tantos más acerca de una forma particular de manejar el patrimonio público, no alcanzan para escandalizar en la Argentina, hay episodios similares en los que se confunden los intereses públicos con los de los gobernantes. Acorde con estudios comparativos que hemos realizado, observamos que países desarrollados tienen una alta inversión en educación de su PBI: ejemplo Dinamarca, que destina más del 9% de su PBI, simultáneamente presenta también un alto índice de percepción de la corrupción, son menos permeables, mientras que en el otro extremo, en países subdesarrollados, es muy baja la inversión en educación: Argentina destina sólo el 3% de su PBI y paralelamente la percepción y rechazo a la corrupción es relativamente baja, lo cual es preocupante.
Por Diego Salinas
Economista. Investigador.
