Una larga fila de civiles camina entre los escombros con los pocos bultos que pueden cargar. Entre ellos, Mohamed Yunus, lleva a cuestas, con la ayuda de otros hombres, dos bolsas negras como sus únicas pertenencias. Unos militares le ofrecen una botella fresca de agua.

 

Hace 50 grados y Mohamed la acepta. Cuando le preguntan qué guarda en el interior de los sacos Mohamed responde: ‘Mi madre y mi padre’.El fuerte olor a descomposición no lo dejar mentir. Ya van dos días que sus padres han muerto y Mohamed recién los puede llevar hacia su descanso final. Los últimos días del Estado Islámico en Mosul los pasaron encerrados, atrapados.

 

El anuncio de hoy de la liberación de Mosul por parte del primer ministro iraquí Haider al-Abadi llega con un gran costo para los habitantes de la ciudad. Casi un millón de mosulíes fueron desplazados, miles murieron atrapados entre los combates y gran parte del oeste de la ciudad fue pulverizada por los bombardeos aéreos de la coalición liderada por Estados Unidos y por los morteros del grupo yihadista Estado Islámico (EI).

 

Varios de los civiles que marchan bajo el intenso calor lo hacen con una sonrisa. Acaban de escapar del infierno y a pesar que sus hogares fueron destruidos y algunos perdieron gran parte de su familia, el alivio de dejar atrás el horror de la guerra les hace olvidar lo que vivieron.’Murieron por un ataque aéreo’, dice Mohamed mientras deja los cuerpos de sus padres acostados frente a los restos de una escuela semidestruída.

 

‘En la casa de al lado había algunos yihadistas, pero el misil que los atacó también derrumbó la casa de mis padres’. Luego, envuelto en un profundo olor a descomposición, prefiere comenzar una larga diatriba sobre el fútbol argentino, al conocer el origen del periodista que lo interroga. Celebra las hazañas de Messi y Ortega, mientras bebe con ganas la botella de agua.

 

Un hombre, vestido con una larga y sucia camisa, se acerca. Es el tío de Mohamed, de nombre Mustafa, y no quiere que olvidemos mencionar a Batistuta como una de las grandes figuras del fútbol. Un soldado le ofrece un cigarrillo. Al dar la primera pitada Mustafa respira con placer. Es la primera vez en tres años que siente el gusto al tabaco, prohibido por los yihadistas y penado con latigazos a quien osara romper la regla. ‘Batistuta’, dice Mustafa, mientras exhala.Un avión pasa a vuelo rasante y un segundo después una violenta explosión sacude la calle.

 

La guerra ya volvió y Mustafa dice, indicando con el dedo los cuerpos que yacen al costado, ‘Mohamed era el único hijo de mi hermano’.Otro hombre, que busca la protección del sol en las pocas líneas de sombras disponibles, muestra los restos de un edificio derrumbado y dice ‘ahí están mis padres’.

 

Las historias de horror se repiten con todos los civiles que, a cuenta gotas, logran huir de los últimos reductos dónde se libran los combates. Los yihadistas, sin ninguna oportunidad de revertir la suerte de la batalla, combaten a muerte tratando de provocar el mayor número de víctimas entre los soldados del gobierno y los civiles.

 

La derrota para el EI no es una razón para rendirse.Nueve meses de batalla les tomó a las fuerzas iraquíes recuperar la segunda ciudad más importante de Irak, que había caído en manos de los yihadistas en junio de 2014, en apenas unos días de combates.Pero a pesar de que la batalla fue ganada, todos saben que la guerra continuará.

 

El EI deja células durmientes en las zonas recuperadas por el Ejército, listas a activarse. La estrategia fue puesta en práctica en los últimos días de Ramadán, el mes sagrado para el islam, cuando varios suicidas atacaron a puestos de control de la Policía en zonas comerciales de Mosul y retomaron el control de algunos barrios sólo por unas horas.

 

Las fuerzas gubernamentales no logran garantizar la seguridad dado que muchos de sus hombres están ocupados en los combates y que los filtros para atrapar a los yihadistas, que se esconden entre los civiles, no son lo suficientemente eficaces.’Ahmed Ali’, llama un oficial y le entrega la tarjeta de identidad a un joven. A sólo unos minutos del casco histórico, bajo una carpa que apenas protege del calor, decenas de hombres esperan que las fuerzas especiales iraquíes verifiquen que sus nombres no están incluidos en una lista de 90.000 personas que, de acuerdo al gobierno, pertenecen al EI.

 

De acuerdo a las autoridades, todavía quedaban en la ciudad focos de resistencia compuestos por unas decenas de combatientes, aunque es imposible tener cifras comprobadas. El objetivo de los soldados ahora es evitar que los pocos yihadistas que quedan logren huir.Bajo la carpa, mientras esperan, los hombres cuentan que, durante los últimos días, no había nada para comer en Mosul.

 

La harina, el azúcar y la leche se vendían a precios exorbitantes, llegando a los 100 dólares. Cuando se pregunta quién vendía los productos a esos precios, todos responden al unísono ‘¡Daesh!’, usando el acrónimo árabe para referirse al EI.

 

Finalmente, todos los hombres de la fila son liberados y terminaron en uno de los varios campos de desplazados que pueblan los alrededores de Mosul. Más de 800.000 civiles fueron desplazados desde que comenzó la ofensiva para retomar Mosul el pasado 17 de octubre, según datos de las Naciones Unidas.

 

En particular quienes tenían su hogar en el oeste de la ciudad tendrá que esperar varios meses para poder volver a sus casas. Luego de la intensa batalla urbana, la más dura desde la Segunda Guerra Mundial según militares estadounidenses y británicos, la reconstrucción llevará tiempo. Siempre y cuando los combates de las células durmientes lo permitan.