Desde la platea, Diego Maradona vivió una montaña rusa de emociones, de la alegría inicial al amargo cierre de la final que Dorados de Sinaloa perdió 4-2 (4-3 global) con Atlético San Luis en el Ascenso de México. Y luego del partido, el Diez se cruzó e intentó golpear a un grupo de hinchas rivales que lo insultaban.
A la salida del palco, un grupo de hinchas de Atlético San Luis lo esperó al Diez con un solo objetivo: provocarlo. "Maradona se la come, Maradona se la come", fue el cántico que entonaron esos simpatizantes. Entre insulto e insulto, algunos de ellos se encargaron de registrar las acciones con sus teléfonos.
Sus compañeros del palco y algunas personas de seguridad del estadio intentaron frenar al Diez, en crisis luego de que se frustraran las posibilidades del campeonato para Dorados.
"¿A quién? ¡Vení, p…! ¡La chinga de mi madre! ¡Suéltenme, la p… que lo parió! ¡Quiero que me lo digan en la cara!", reclamó Maradona, a los gritos, cuando sus allegados lo retuvieron en un pasillo a la salida del sector en que vio el encuentro.
Sin embargo, al emprender el camino al vestuario, el entrenador se cruzó con los hinchas y les arrojó un golpe. Sus acompañantes lo controlaron y lo llevaron rápidamente al ascensor.
Maradona se vio obligado a seguir el duelo de vuelta desde la tribuna, ya que en el encuentro de ida fue expulsado. En las gradas se lo vio rodeado de allegados, entre ellos Christian Bragarnik.
El empresario y representante de jugadores fue el hombre que lo acercó al club de Sinaloa en septiembre, cuando el astro argentino dejó sus tareas en Dynamo Brest de Bielorrusia.
Allí celebró los dos goles de su equipo. El 1-0 de Jorge Córdoba, a los 32 minutos del primer tiempo. A los 11 de la segunda etapa, el 2-1 de Edson Rivera, con más emoción por la cercanía del campeonato.
Sin embargo, ese estallido de felicidad le dejó paso a la desazón del final, cuando San Luis logró revertir el resultado y finalmente cuando Leandro Torres estampó el 4-2 decisivo en el tiempo suplementario.
Y después del encuentro, el nerviosismo y la provocación casi desembocan en una pelea a las trompadas.