El verdadero amor se manifiesta en el respeto mutuo, la cortesía y la delicadeza del trato.

 

El papa Francisco en su magisterio sobre el amor conyugal nos enseña sobre tres actitudes fundamentales que manifiestan y acrecientan el bienestar y el amor conyugal. Escribe el papa Francisco: "En la familia es necesario usar tres palabras: permiso, gracias, perdón. ¡Tres palabras clave! Cuando en una familia no se es entrometido y se pide "permiso", cuando en una familia no se es egoísta y se aprende a decir "gracias", y cuando en una familia uno se da cuenta que hizo algo malo y sabe pedir "perdón", en esa familia hay paz y hay alegría. No seamos mezquinos en el uso de estas palabras, seamos generosos para repetirlas día a día, porque algunos silencios pesan, a veces incluso en la familia, entre marido y mujer, entre padres e hijos, entre hermanos. En cambio, las palabras adecuadas, dichas en el momento justo, protegen y alimentan el amor día tras día" (AL,133).

Ciertamente, estas palabras resultan más fáciles de decir que de poner en práctica, pero son actitudes absolutamente necesarias. Son las palabras de la "buena educación". Una persona bien educada pide permiso, dice gracias y se disculpa si se equivoca. "Alguien puede tener sentimientos sociables y una buena disposición hacia los demás, pero si durante mucho tiempo no se ha habituado por la insistencia de los mayores a decir "por favor", "permiso", "gracias", su buena disposición interior no se traducirá fácilmente en estas expresiones" (AL,266).

Pedir permiso. El verdadero amor se manifiesta en el respeto mutuo, la cortesía y la delicadeza del trato. Señala el papa Francisco: "Siempre preguntar al cónyuge ¿puedo hacer esto? ¿qué te parece? ¿te parece que hagamos esto? Nunca atropellar" (Mensaje a los recién casados).

El respeto y la tolerancia es la base del amor y de la convivencia. Implica cuidar los modales; respetar las opiniones, la individualidad y espacio del otro; ser considerados de lo que le pasa al otro; evitar criticar al cónyuge; actuar con nobleza; ser sensible a las necesidades íntimas y dificultades del cónyuge; considerarle tan digno e importante como uno mismo.

"El amor auténtico -dice el papa Francisco- no se impone con dureza y agresividad. En las Florecillas de San Francisco se encuentra esta expresión: "Has de saber, hermano carísimo, que la cortesía es una de las propiedades de Dios… la cortesía es hermana de la caridad, que extingue el odio y fomenta el amor" (cap. 37). Sí, la cortesía conserva el amor. Y hoy en nuestras familias, en nuestro mundo, a menudo violento y arrogante, hay necesidad de mucha más cortesía. Y esto puede comenzar en casa" (Mensaje a los novios). Al respecto recordamos la palabra de Jesús: "Mira, estoy a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo" (Ap 3, 20). También el Señor pide permiso para entrar en nuestras vidas.

La convivencia matrimonial es un "arte" difícil, un camino que requiere la práctica heroica de las virtudes. 

 

Por Ricardo Sánchez Recio
Orientador Familiar. Bioquímico legista. Profesor en Química.