A medida que fue promediando el partido en el que Argentina goleó a Nueva Zelanda, con varios rendimientos altos de los pibes que puso en cancha Javier Mascherano, hubo uno que fue metiéndose al público en el bolsillo con su fútbol simple, elegante y efectivo.

Salvo el pelo, que lo usa corto a diferencia de su padre (Fernando), Federico Redondo, es casi un calco de su progenitor. Juega como un veterano, y tiene sólo 20 años.

Desde el precalentamiento mostró ser uno de esos jugadores diferentes. Fue el único de todos los protagonistas del encuentro que utilizó zapatos negros. Después, con el correr de los minutos, marcó presencia siendo el eje del fútbol de su equipo.

Tiene mucho de su padre, en la seguridad para jugar a un toque, y en trancar con firmeza para quedarse con la pelota. Tiene algo de quien hoy lo dirige en la Selección Sub-20, que es como "trota" la cancha en semicírculo para quedar siempre de frente a los rivales. Es propietario de una calidad que le permite sacar recursos para cada situación de partido, como habilitar a un compañero con un taco.

De los casi 1.000 pases que la computadora indicó que hizo el equipo argentino; 139 fueron de él. De ellos, 132 fueron precisos. Incluyendo un par de puñaladas, de treinta metros de recorrido, al corazón de la defensa rival, que dejaron de cara al gol a sus compañeros, como ocurrió con el tucumano Maestro Puch que exigió al arquero neozelandés.

Federico debutó en la Primera de Argentinos Juniors hace diez meses, jugó 31 partidos y convirtió un gol.

El pibe, que es manija en la Primera del "Bicho", no es el titular en el conjunto de Mascherano. Delante suyo está Máximo Perrone, el joven que de Vélez saltó sin escalas al Manchester City de Julián Álvarez y Pep Guardiola.

Anteayer, Federico Redondo se complementó muy bien con Ignacio Miramón. El volante de Gimnasia y Esgrima La Plata era quien bajaba a cubrir el lateral derecho cuando el rival avanzaba. Mientras que el longilíneo hijo del "Principito" con presteza se retrasaba un par de metros para apoyar a sus zagueros, y desde allí, con la cancha de frente, manejar los engranajes de una máquina que trituró a Nueva Zelanda.

Las necesidades del equipo en el devenir del torneo permitirán saber qué grado de protagonismo tendrá este jugador que tiene toda la pinta de un clásico "5" de antes, pero es dueño de un fútbol moderno, más intenso, que aquel que jugaran su abuelo materno Jorge "Indio" Solari, en los años ’60 y ’70; y su padre, entre mediados de los ’80 e inicios de este siglo.