Completo. El quinteto a pleno en escena.

Les Luthiers presentó anoche la primera de las cinco funciones -que se realizarán hasta el lunes, todas con entradas agotadas- de Gran Reserva, Antología en el Teatro del Bicentenario. Con su espectáculo número 37, el conjunto hizo gala del humor que trabajan con las “ambivalencias del lenguaje”, dejando en claro por qué siguen siendo una de las agrupaciones con más distinciones en sus 50 años de trayectoria; la última de ellas, el premio Princesa de Asturias, considerado el “Nobel español”, que recibió Marcos Mundstock, uno de los miembros fundadores, en octubre pasado.

Con 10 de sus piezas clásicas, el grupo provocó las carcajadas del público, en su mayoría conformado por mayores de 40 años; aunque vale la pena resaltar la convocatoria de grupos de jovencitos en el show que arrancó a las 21.40 y se extendió hasta las 23.30 con bis incluido, debido al aplauso de pie de la fervorosa platea.

Fundada por el fallecido Gerardo Masana e integrado en sus inicios por Jorge Maronna, Mundstock y Daniel Rabinovich; en 1969, la agrupación sumó a Carlos López Puccio y Carlos Núñez Cortés. Hasta que finalmente llegaron “los nuevos” -como dijo Mundstock en una entrevista a DIARIO DE CUYO-: Horacio “Tato” Turano, Martín O’Connor y la más reciente incorporación, Tomás Mayer-Wolf (tras al alejamiento de Carlos Núñez en octubre pasado).

 

Momentos. Distintos cuadros de la velada, entre canciones, monólogos y extraños instrumentos.

Como era de esperar, los nuevos rostros no defraudaron. Ni siquiera los espectadores hicieron diferencias y los tomaron como parte del equipo aplaudiendo sus actuaciones.

En un hecho sin precedentes y luego de años sin pisar suelo sanjuanino, el quinteto hizo delirar a sus seguidores con las piezas más aceitadas de su repertorio. Entre ellas: Entreteniciencia familiar, con Mundstock como un ignorante presentador que toma a risa las interpretaciones de un conjunto de música clásica, que cree que Vivaldi es un restaurante y no el nombre de un compositor; o Lo que el sheriff se contó, una canción que hace alardes de las hazañas de un comisario que logró poner tras las rejas al forajido Rick. También es de destacar Buscando a Helmut Bösengeist, otra escena en la que Mundstock vuelve a llevar la batuta, con juegos de palabras de textos geniales; así como La hora de la nostalgia, donde recrea a un veterano cantante al que le falta la memoria, se le traba la lengua y le salta la dentadura postiza, que es entrevistado en un loco ir y venir de gags para el recuerdo. Entre las hilarantes frases de esta conversación, algunas de las que más euforia causaron en la gente fueron: “Ah, no, yo compro un libro que esté escrito. Hay que hacerse respetar” o “Un libro no escrito más que un libro es un cuaderno” o “He intentado leer un cuaderno pero con el primer renglón en blanco, el segundo renglón en blanco, me aburro”.

 

 

Otro de los más añejos e infaltables de la formación es Carlos López Puccio, que se lució en cuadros como San Ictícola de los Peces, que al final no termina siendo el santo de los pescadores sino el protector de los peces; y Música y costumbres de Makanoa, un paisaje natural que, en realidad es un verdadero “paraíso fiscal”.

Esto sin hablar de las escenas en la que Puccio hace dueto con Mundstock, como en Quien conociera a María amaría a María, imperdible. En definitiva, los fans quedaron alucinados con el espectáculo que muestra la impresionante capacidad de captar la atención de los seguidores sin necesidad de una escenografía ampulosa, sólo con arte y estrafalarios instrumentos como un contrabajo en forma de barril o una trompeta en una carcaza de cañón; e incluso, sin nada de eso. Un detalle fue el buen uso de la joyita de la sala: el piano Steinway.

Si bien es sólo una ínfima parte de su fructífera producción, Gran Reserva demuestra que Les Luthiers es como el vino, mientras más viejo, mejor.

 

Fotos: Marcos Carrizo