¿Rubini? No, Rutini. La Justicia europea falló a favor de la reconocida bodega mendocina en un juicio por plagio contra una firma del viejo continente que pretendía seguir comercializando bajo el nombre "Antonio Rubini".
En la demanda, el Tribunal General de la Unión Europea (TGUE) desechó el recurso de la firma italiana Enoitalia contra la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea (EUIPO), que le prohibió utilizar la marca Rubini porque la similitud con la bodega cuyana era, por demás, evidente.
La sentencia fue publicada este miércoles y avala la decisión del organismo registrador al considerar que procedió de manera "acertada" ya que existía "un riesgo de confusión entre las marcas" al tratarse del mismo tipo de bebida alcohólica. Asimismo, hizo referencia a la "gran similitud gráfica y fónetica", algo que la compañía mendocina consideraba determinante a la hora de insistir con la demanda.
La decisión se tomó por la confusión que los apellidos Rubini y Rutini podían generar en los consumidores al tratarse del mismo tipo de bebida alcohólica
El caso se remonta ocho años atrás, cuando la firma Enoitalia solicitó el registro de la marca "Antonio Rubini". Luego de ese requerimiento, la empresa argentina también conocida como La Rural Viñedos y Bodegas Sociedad Anónima Limitada presentó su rechazo al indicar que en Europa ya tenían el derecho por las marcas "Rutini" y "Felipe Rutini".
Sin embargo, en 2012 EUIPO consideró que la firma argentina no había lograda demostrar la utilización de su señal distintiva. La bodega mendocina presentó nuevas pruebas que convencieron al organismo, mediante un recurso de nulidad contra Enoitalia. Frente a este escenario, en 2015, la compañía italiana insistió ante esa oficina de registración, que un año más tarde decidió desestimar por completo el reclamo.
Así las cosas, la compañía europea recurrió al Tribunal General de la Unión Europea que le dio, finalmente, la razón a la bodega argentina, que está ubicada en el departamento de Tupungato, en el Valle de Uco. El punto central de la decisión se basó en la equivocación que tendría el consumidor al momento de elegir la bebida que desea. Por eso, el problema no se basó en los nombres "Antonio" ni "Felipe" sino en los apellidos "Rubini" y "Rutini".