Rápido y bendito. El paso del papamóvil por las calles principales de Santiago fue veloz pero hizo sentir muy bien a todas las personas que fueron con la expectativa de ver a Francisco de cerca. Los peregrinos sanjuaninos se emocionaron al máximo con la experiencia.

 

Gritos, lágrimas, aplausos, banderas que flamearon sin parar y teléfonos buscando tener la mejor foto hicieron que todos, incluso los curiosos que pasaron por el lugar y sólo se detuvieron para ver, sintieran emoción. Y a pesar de que el Papa pasó velozmente frente a la multitud todos se fueron satisfechos. Es que ese segundo, el momento exacto en que el Papa pasó delante de cada uno de los que estuvieron mirándolo, fue mágico. Transmitió paz e hizo que la mayoría llorara de alegría. Y DIARIO DE CUYO fue parte de esa experiencia, en las calles principales de Santiago.

Anoche, a los pocos minutos de pisar suelo chileno, Francisco recorrió en el papamóvil la avenida central de Santiago.

“Me miró a los ojos. Al menos eso sentí”, dijo Alejandra, una sanjuanina que llegó junto a otros fieles de la provincia a las 17 a la zona vallada, para tener una buena ubicación. Esto, a pesar de que se había anunciado que Francisco subiría al papamóvil cerca de las 20,30.

Con banderas celestes y blancas y con el mate listo, los sanjuaninos se prepararon para saludar a Francisco. Hasta compusieron una canción para dedicarle al Santo Padre. Sin embargo, la emoción fue tal que ni siquiera se acordaron de lo que habían planeado, y el paso del Papa fue tan rápido que no les dio tiempo de nada más.

Pero ese segundo bastó, para ellos y para los miles de personas que coparon más de 30 cuadras de la avenida. Incluso algunos dijeron, con los ojos brillantes, que ese instante fue tan gratificante que alcanzó para pagar todos los kilómetros recorridos y todos los sacrificios hechos para costear los viajes.

Liliana Cortez, Mónica Ruarte, Estrella Álvarez y Miriam Yang son sanjuaninas y vieron de cerca al Papa. Con banderas de Argentina y hasta con la camiseta de San Lorenzo no pararon de gritarle a Francisco cuando estaba por subir al papamóvil. Incluso dijeron que el sumo pontífice les sonrió, les gritó “sanjuaninas” y las bendijo. Tras ese momento no pudieron disimular el orgullo y la emoción.

Con el brazo en alto, como si estuviera bendiciendo a cada uno de los presentes, el Papa se mostró alegre. Unos metros antes de él, motos y autos de los carabineros fueron anunciando que Francisco se acercaba. Esa guardia que los antecedió se vio como eterna. Es que, en ese instante, la emoción llegó a su punto máximo y el tiempo pareció detenerse.

El nombre Francisco se escuchó en cada rincón, y por momentos los gritos parecieron un coro que avanzaba a medida que el papamóvil iba pasando las cuadras. Así se vivió el primer contacto con Francisco en su visita a Chile, y se espera que hoy se viva momentos de mayor emoción y alegría, cuando unos 500.000 peregrinos asistan a la misa del Papa en el Parque O”Higgins.

 

La espera
 

En la previa de la llegada de Francisco a las calles chilenas, la gente se sentó en el boulevard y en la vereda de la Avenida O”Higgins para ocupar el lugar. En ese lugar las banderas de los distintos países, incluidas las de Argentina, le pusieron color a la jornada. En este sitio hubo miles de vendedores ambulantes.

Ansiedad
 

Cuando el papa Francisco pisó suelo chileno las campanas de una iglesia comenzaron a sonar sin parar. Desde ahí hubo muchos momentos de nervios. Incluso algunos fueron graciosos, pues ante cualquier sirena que sonaba o auto que pasaba velozmente todo gritaban creyendo que se acercaba el Papa.

 

Entusiasmo y trabajo

 

Es que en casi todos los rincones de Santiago la imagen de Francisco comenzó a verse y a contagiar alegría. De hecho ayer, fue común ver en muchos puntos claves de la ciudad a los periodistas chilenos transmitiendo en vivo. En el Parque O”Higgins y en la puerta de la catedral hubo ciento de personas trabajando para el armado de vallas de seguridad, escenarios y hasta limpiando todo para recibir al Papa.

 

Ensaladeras en la calle

 

Con un carro de supermercado, madera y tablas para cortar fruta cientos de chilenos subsisten día a día. Es que la venta de frutas en la calle es un clásico de Santiago. Hay algunos que venden el vaso de sandía y hay otros que combinan ananá, cereza y frutillas. “En verano es lo que más dinero nos deja”, dijo Carmen Rojas, una chilena que es vendedora ambulante, y agregó que gracias a la llegada del Papa tienen mucho más trabajo.