La historia de su génesis es muy conocida. En 1967 Miguel Cantilo y Jorge Durietz formaron su primer dueto y se hacían llamar "Los Cronopios". Al año siguiente se rebautizaron como "Pedro y Pablo" y el conjunto supo conjugar rock acústico, una poesía encendida y una letra social que hizo de la canción de protesta una huella profunda en la historia del rock nacional. El dúo llega a la provincia una vez más para celebrar los 50 años de existencia y para homenajear a "Conesa", su álbum más representativo, entre otras producciones. Temas inolvidables como "¿Dónde va la gente cuando llueve?", "Marcha de la bronca", "Que sea al sol", "La legión interior" y muchas otras de un fuerte compromiso social sonarán el próximo 15 de octubre en el Auditorio Juan Victoria. Miguel Cantilo accedió a esta entrevista para DIARIO DE CUYO

– ¿Cómo estará estructurado el show y qué conexión tienen con el público sanjuanino?

– El público sanjuanino ya nos conoce no sólo por las grabaciones. Recuerdo que en los ’80 una de las presentaciones más multitudinarias que tuvimos en el país fue la de San Juan. Tenemos un recuerdo muy vívido de ese encuentro y otros posteriores. Era muy importante para nosotros formalizar un reencuentro en estas circunstancias, porque las características del repertorio que hemos elegido son de corte netamente "revisionista". Estarán presentes los álbumes "Yo vivo en esta ciudad", "Conesa", "Apóstoles" (de inminente reedición remasterizada) y "Contracrisis". 

– ¿Cómo fue aquel primer encuentro entre Jorge y vos? ¿Qué los unió en el aspecto creativo? 

– Soy de los que creo firmemente que Los Beatles provocaron una ruptura revolucionaria en la cultura de occidente, no sólo con su inmenso legado musical, sino con su actitud. Nosotros fuimos atravesados de lado a lado por esa intensa y gradual revolución. Al comienzo nos alcanzó en el colegio secundario, cada uno formó su grupo y trató de imitar, reproducir, copiar ese modelo. Nos encontramos cuando ya llevábamos unos años en eso y descubrimos que teníamos habilidades paralelas y podíamos ciertamente jugar con ellas.

– ¿El rock actual está estancado como hecho contracultural o fue más presa del mercado?

– Lo segundo es más acertado y por supuesto influye en la primera parte de la pregunta. Se ha mercantilizado demasiado y ahora las bandas sólo piensan en llenar lugares en los que ni siquiera hay sillas para sentarse y evaluar pausadamente el fenómeno musical. Hay mucha excitación, el rock ha pasado a ser mucho más masivo pero sacrificando los estándares que proyectaron figuras como Spinetta o Charly García. Creo que se tiene más a una expresión más visceral en que se abandonó la estética de la palabra, que antes era protagónica. 

– En cuanto al manifiesto de la Marcha de la Bronca, ¿les provoca algo de tristeza saber que la realidad del mundo no ha cambiado mucho? 

– Dado el contexto en que se originó, es una canción que conecta con la protesta por tantas injusticias que se repiten tanto en nuestro país como en el resto del mundo. Ahora mismo lo que está ocurriendo con las comunidades mapuches de la Patagonia es como para incluirla en la nómina de abusos que denuncia. Este mundo es intrínsecamente injusto y provoca bronca en muchísimos aspectos. Sin embargo, con el paso de los años, al menos yo he comprobado que la protesta tiene un alcance limitado, que la búsqueda debe ir por otro lado. Una toma de conciencia más profunda. La prueba es que cincuenta años después los ítems que aborda su texto permanecen incólumes, hasta te diría que se han agravado. La canción sólo ha funcionado para ponerlos de relieve, para evidenciar que los abusos de poder se multiplican en formas más sofisticadas. Igual, es sano descargar cada tanto la bronca que a uno le produce, más si se involucra el canto, la euforia, pero a sabiendas de que ahí está la prueba de que una canción no cambia las cosas. 

– ¿La música y la poesía no son armas para dar pelea?

– Siempre lo son y lo serán, pero detrás tiene que haber un compromiso con "usar el dinero para hacer música y no la música para hacer dinero". La mercantilización de la que te hablaba es la que pudre todo, se cuantifican la visitas de Internet de un artista pero no las cualidades estéticas de lo que produce. Nadie quiere correr los riesgos de "no vender" o "no gustar" y eso que hoy tienen menos peso los pulpos de los sellos grabadores, que todo corre por cuenta del artista generador de contenidos. Las reglas de juego han cambiado y hay mucha mayor libertad para crear y publicar, pero a mi modo de ver no se saca provecho de esas ventajas. 

– ¿El odio, el racismo y la xenofobia que se viven hoy son consecuencias de una sociedad que lo lleva incorporado?

– Todo es consecuencia de una agenda de poder que determina, sobre todo a través de la información masiva, lo que la gente debe pensar, creer y consumir, aunque no sea para su provecho. El odio, el racismo y la xenofobia son fuentes de división que convienen a esa agenda. Cuanto más dividida tenga a la sociedad, mejor puede controlarla y lograr su cometido. Pero no nos engañemos, nuestro país está manejado por esa agenda y sus gobernantes también, de modo que hay un "pensamiento único" en muchos niveles que tiende a uniformar las opiniones de la mayoría. Creo que es vital hacer el esfuerzo por generar una opinión propia, a consciencia y no dejarse manejar a control remoto por los medios que sirven a esa agenda.

 – La canción "La gente del futuro" ¿nos dice que no hay que bajar los brazos, quedan todavía utopías por seguir? 

– Por supuesto, las utopías están representadas por las energías positivas que cada uno es capaz de desarrollar en sí. Todos las tenemos, pero lo importante es estimularlas y darles lugar en nuestro diario vivir. No dejarse envenenar por el nihilismo reinante en un mundo que tiende al materialismo exacerbado y a la polarización de las opiniones con fines divisionistas.

DATO
Pedro y Pablo: 50 años. 15 de octubre a las 21hs. en Auditorio Juan Victoria. Entradas: $3.000, $2.800, $2.500, $1.500 en tuentrada.com