Desde el pasado lunes, cuando el secretario de Deportes, Jorge Chica, comunicó la decisión de suspender la 39na Vuelta a San Juan, que cuenta con categoría 2PRO-Series, en el calendario de la UCI (Unión Ciclista Internacional) comenzó a hablarse de retornar a una versión vernácula de la carrera que en los últimos años se convirtió en la más importante del continente americano. Los mismos funcionarios de su cartera, quienes lo acompañaron en ese momento, entre ellos dos notables exciclistas, Javier Páez (director general de la carrera) y Oscar Villalobo, comentaron que se estaba analizando con el Pedal Club Olimpia, organizar una prueba alternativa en la que participen todos los equipos sanjuaninos, profesionales (continentales) y amateur, y los equipos más fuertes de otras provincias.
Esa expresión de deseo, que está atada a los vaivenes impuestos por la tercera ola de la pandemia del coronavirus, sin querer atenta contra la categoría de la carrera. ¿Por qué? Porque de hacerse cualquier competencia que lleve el nombre "Vuelta a San Juan" hará que se pierda todo lo conseguido en la consideración mundial. Según comentaron fuentes de la Federación Argentina, para insertarse en el calendario de la UCI habría que empezar todo el camino de nuevo. "Otra vez al Jardín de Infantes, para luego llegar a la Universidad", contó un dirigente que tuvo acceso a una conversación de los popes del ente federativo.
Esta circunstancia reglamentaria pone a los funcionarios sanjuaninos con la espalda contra la pared. Porque puede existir la mejor intención de organizar la Vuelta, pero sería borrar con el codo todo lo que se escribió con la mano. Hace una década, Ramón Francisco Sánchez, por entonces director del San Luis Somos Todos, comentaba sobre la diferencia entre correr una carrera local y otra UCI de la siguiente manera: "Es otro mundo, estábamos acostumbrados a comer sánguches y ahora comemos caviar".
Por como está la situación, si se hace una carrera, no se llamará Vuelta a San Juan.