En el garaje están las maquinarias y los enorme tanques de vino en pleno proceso. En una de las habitaciones en tanto, se encuentran las barricas de los diferentes varietales. Se trata de Felipe Azcona y Juliana Rauek, una pareja que lleva el vino como parte de su ADN y son quienes crearon su propia bodeguita en un garaje y en esta pandemia casi agotaron las 6 mil botellas de su última producción. La particularidad de la marca "Elefante Wines" es que los fabrican en su propia casa: en el garaje y luego las barricas aguardan en una habitación. Es decir, son parte de la familia.
En el Barrio San Juan, en Capital, los vecinos ya los conocen por la fabricación de vinos e incluso más de una vez colaboran con la pareja cuando se encuentran en plena vendimia, descargando la uva del camión. "A pesar de que tratamos de hacer el menor ruido posible, lógico que a los vecinos les podría molestar pero jamás se quejan. Vienen y se llevan su racimo de uva o su vinito", comentó Juliana Rauek, la enóloga mendocina quien trabajó en bodegas de San Juan y Mendoza e incluso hizo experiencia en épocas de vendimia en Francia. De ese país europeo adoptó esta modalidad de "bodegas de garaje", que si bien en San Juan ya crece en pequeños productores es común que se realice en los departamentos alejados o fincas, pero nunca en zonas urbanas como sucede en este barrio capitalino.
En épocas de vendimia todo el barrio se revoluciona. Felipe, ingeniero agrónomo, es quien viaja casi de madrugada a traer la uva en un camión desde Pedernal. Cuando llega a su casa comienza la descarga y ahí nomás comienza la molienda, que es lo que más ruidos molestos ocasiona, dicen. Es la enóloga quien toma la posta de tomar los datos analíticos del mosto colocado en tanques de acero inoxidable. "Vemos si tiene mucha azúcar y qué alcohol tendrá, eso es algo que venimos monitoreando". Luego se le siembran las levaduras y se desarrolla la fermentación que dura unos 15 días. Después del prensado, las barricas descansan en una habitación de la casa. "Dormimos al lado de las barricas y las cuidamos como si fueran un hijo más", comentó Juliana, mamá de Josefina y quien cursa un embarazo de seis meses.
"La ventaja de tener nuestra bodega en casa es que, por ejemplo, a los tintos hay que controlarlos todo el tiempo, entonces pongo el despertador a las 2 o a las 4 de la mañana para controlarlos", comentó Felipe.
En el Barrio San Juan ya es una costumbre cada año que ese domicilio se transforme en una bodega. La fabricación de vinos comenzó como un hobby, primero con una cosecha manual de 200 kilos de uva de Pozo de los Algarrobos, luego se animaron a fabricar los vinos para su propio casamiento y fue tan buena la devolución de sus invitados que al año siguiente se agrandaron: gracias a la AEVA (Asociación de Elaboradores de Vino Artesanal) lograron que les presten una moledora.
La joven pareja no tiene empleados, son ellos quienes se encargan de la fabricación y embotellado. Lógico que siempre cuentan con la familia y los amigos que siempre están predispuestos para dar una mano. "La segunda cosecha fue uva del Valle de Calingasta, fuimos con amigos en camionetas y cosechamos nosotros mismos la uva. Ahora que traemos uva por cajón de Pedernal, en ese momento para descargar del camión siempre necesitamos de la ayuda de los amigos sobre todo", comentaron.
De las 6 mil botellas de esta última producción ya agotaron el 90% del stock, si bien ellos realizan la venta de manera personal, dicen que por el aislamiento el incremento en las ventas fue gracias a las redes sociales y delivery (en Instagram se encuentran como Elefante Wines). Si bien en la actualidad no viven de este emprendimiento, ahora apuntan a producir unas 8 mil botellas y sueñan con que en unos años puedan ser una "bodega boutique" que les permita producir entre 20 y 30 mil botellas.