Es una especie que no se discute su gran valor ornamental tanto en jardines, parques y macetas. Su belleza, textura, color y movimiento es lo que la hacen la preferida del paisajismo actual. Crecen en todos los climas y tienen una apariencia espléndida en todas las estaciones, pero son especialmente bellas durante el otoño. Sus colores varían de castaño a rojo, rosa, plateado, blanco, amarillo o beige, tienen una extraordinaria capacidad de combinar con todo tipo de plantas y flores, con seguridad van bien en canteros, borduras, al pie de árboles, con flores de abundante colorido y en todo sitio donde quieras que se destaque su gran estilo. Su elegancia y belleza escultural, contribuyen de una forma primordial en el diseño contemporáneo de jardines. Ellas incorporan al paisaje movimiento, sonido, transparencia, luminosidad y elegancia por lo que transmiten el espíritu libre de la naturaleza, son impactantes, incorporan movimiento, sonido, transparencia, luminosidad y elegancia (combinando tallos arqueados y hojas colgantes).
Por su apariencia requieren de espacio, por ello se las cultiva de forma aislada rodeadas de césped, como ocurre con las Cortaderas, los Miscanthus, los Paspalum y los Bambúes. Las especies de menor tamaño, al ser agrupadas en macizos logran crear un efecto especialmente fuerte y contundente, es el caso de los Carex, las Stipas y algunos Pennisetum.
El impacto lo logran gracias a su follaje poco común, la formas en que se desarrollan, la altura de sus tallos ( en el caso de los Bambúes) y el balanceo de sus panojas. Se mueven como en oleadas, arqueándose con el viento, soplando a través de ellas, generando sonido y movimiento.
La elección de las gramíneas a plantar
Las gramíneas son plantas cuyas espigas florales son de colores suaves: plateado, rosa carmesí, crema, azul y verde. A esas suaves tonalidades, algunas especies les agregan reflejos irisados a nivel de las hojas. La particularidad cromática de su follaje permite combinar las gramíneas con otras plantas, desde dalias y rosas hasta plantas perennes. Pennisetum es el género de gramíneas ideal para el cultivo en maceta, más aun teniendo en cuenta que florecen a partir de julio hasta el otoño. Para los rincones con sombra del jardín, opte por las Chasmanthium latifolium, Phalaris arundinacea o Hakonechloa macra Aureola: sus hojas abigarradas de oro, plata o púrpura hacen resaltar los espacios menos iluminados. Las variedades Deschampsia caespitosa y Calamagrostis acutiflora stricta toleran bien suelos arcillosos. Se recomienda las gramíneas de 25 cm de altura para hacer florecer al pie de una planta dominante, o más bien las variedades enanas de 15 cm para un parterre. Ellas también difieren en cuanto al aspecto de sus tallos: colgantes, erectos o rastreros, las ramificaciones de las gramíneas permiten colocarlas en cualquier lugar del jardín. Arbolillos como las coníferas crecen sin problemas con las gramíneas, que son ideales para camuflar sus pies.
Cultivo y propagación
El primer paso es cavar un agujero y poner una gruesa capa de gravilla en el fondo, que hay que cubrir luego con arena para un mejor drenaje, esencial para las gramíneas. A continuación se debe trabajar bien el suelo, colocar la planta y por último regar la mata copiosamente. No olvide arrancar las malas hierbas.
Plante las gramíneas hasta la base de la planta y riegue abundantemente para llenar los espacios. Si se trata de gramíneas compradas en macetas, o si desea dividir sus plantas, sumerja todo salvo las partes aéreas en agua y retire suavemente la planta de la maceta. . Si las raíces se entremezclan demasiado, corte la mata verticalmente para favorecer la separación de las raíces seccionadas. Cultive luego cada planta por separado, y agregue dos puñados de compost a cada maceta. Cabe señalar que el trasplante debe realizarse en la primavera. La mayoría de las gramíneas crecen en suelos ligeros y secos en lugares bien expuestos al sol, pero algunas variedades anuales como las del género Pennisetum requieren que un espacio con sombra. No son exigentes, en cambio, en lo referente a la calidad del suelo.
Con la excepción de algunas variedades, las gramíneas viven mal en tierras muy húmedas, con heladas severas y con presencia de malas hierbas, por más que la mayoría de ellas sean resistentes. Al final de la helada conviene efectuar una poda severa de las gramíneas, dejando sólo unos pocos centímetros de altura.