
Vivimos en un mundo complejo, en tiempos que poco podemos o sabemos dominar y estamos cayendo en el error de pensar que el amar o el odiar se determinan por ley.
El odio, sentimiento desagradable, si los hay, no es algo que empezara con los humanos, si nos atenemos a quienes alientan los criterios bíblicos ya que ángeles que se rebelaron instalaron mentira, odio y violencia en los primeros principios. Pero hoy en día va mucho más allá.
¿De dónde nace? De los prejuicios, la discriminación y las reacciones violentas por desconocimiento hacia una cultura, una raza, una religión y en general a las personas por cualquier característica que no nos agrade, por miedo a los cambios, a lo desconocido o a perder algo. Si a esto le sumamos las presiones de los grupos, las redes sociales y los medios de comunicación que muchas veces dejan circular informaciones falsas, las reacciones de odio se hacen notar.
El mundo entero provoca actitudes y comportamientos crueles y muchas veces despiadados, desatando los prejuicios por la apariencia misma de las personas a por la expresión de sus pensamientos. Egoísmo, envidia y orgullo avivan su fuego y el daño que causa. Es hijo de la intolerancia y el prejuicio, se recrea en el acoso, los insultos, la denigración, el vandalismo. Crece y se fortalece en corazones que no son tocados por sentimientos nobles ni han recibido una educación en el amor, el respeto, la paciencia y el control de las emociones. También se hace fuerte con el acento en el individualismo y en devolver mal por mal.
Estar enojados con algo o alguien debe hacernos reflexionar en que ni dar "merecidos" según nuestro personal criterio de justicia, ni vengarse de quien nos hizo algo malo soluciona en nada la raíz del problema y que si se enciende el odio, genera más y más como pasa con el fuego de cualquier incendio. Insuflar el aire de mayor enojo, de un ardor descontrolado cuando el camino puede ser otro, no es el camino ni la mejor opción. Pensar, aplacarse, enfrentar el problema desde la mente calma y no desde el furor nos permite arrancar del corazón que es donde suelen anidar odio y rencor para ser libres. Perdonar libera. Aceptar errores también. Tenemos como humanos una tendencia belicosa y una pacífica, saber equilibrarlas ayuda a construir sabiamente un mundo mejor. Nos merecemos vivir en un lugar mejor donde el autocontrol y la sabiduría de pensar y reflexionar nos ayuden a hacer frente a tantas circunstancias adversas como se nos presenten. Podemos tener ideas, pensamientos y expresiones diferentes y todo el derecho a darlos a conocer pero con altura, con mesura, dominando los sentimientos arrogantes y compulsivos para ser gestores de amor y no de odio en busca de paz, alegría y sano orgullo de vivir encaminados por la senda del bien y la bondad.
Por Ada Gamez
Escritora
